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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

CUARTO GRADO - EPIFANÍA<br />

EL ADEPTO - LA MUJER INICIADA - EL AMOR Y EL<br />

MATRIMONIO<br />

Acabamos de alcanzar con Pitágoras el pináculo de la iniciación<br />

antigua. Sobre aquella cima, la tierra aparece ahogada en sombra como un<br />

astro moribundo. Desde allí se abren las siderales perspectivas, y se<br />

desenvuelve en un conjunto maravilloso, la vista desde la altura, la epifanía<br />

<strong>del</strong> universo. (La epifanía o vista desde la altura; la autopsia o vista directa;<br />

la teofonía o manifestación de Dios, son otras tantas ideas correlativas y<br />

expresiones diversas para señalar el estado de perfección en que el iniciado,<br />

que había unido su alma a Dios, contempla la verdad total). Pero el fin de la<br />

enseñanza no era absorber al hombre en la contemplación o en el éxtasis. El<br />

maestro había paseado a sus discípulos por las regiones inconmensurables <strong>del</strong><br />

Kosmos, les había sumergido en los abismos de lo invisible. Del tremendo<br />

viaje los verdaderos iniciados debían volver a la tierra. mejores, más fuertes y<br />

mejor templados para las pruebas de la vida.<br />

A la iniciación de la inteligencia debía suceder la de la voluntad, la más<br />

difícil de todas. Porque ahora se trataba para el discípulo de hacer a la verdad<br />

descender en las profundidades de su ser, de hacer la obra en la práctica de la<br />

vida. Para alcanzar ese ideal, se precisaba, según Pitágoras, reunir tres<br />

perfecciones: ealizar la verdad en la inteligencia, la virtud en el alma, la<br />

pureza en el cuerpo. Una sabia higiene, una continencia mesurada debían<br />

mantener la fuerza corporal. Todo exceso <strong>del</strong> cuerpo deja una traza y una<br />

marcha en el cuerpo astral, organismo vivo <strong>del</strong> alma y, por consiguiente, en el<br />

espíritu. Porque el cuerpo astral concurre a todos los actos <strong>del</strong> cuerpo material;<br />

es él mismo quien los cumple, porque el cuerpo, sin él, sólo es una masa<br />

inerte. Es preciso, pues, que el cuerpo esté purificado para que el alma lo esté<br />

también. Se precisa asimismo que el alma sin cesar iluminada por la<br />

inteligencia, adquiera el valor, la abnegación y la fe, en una palabra, la virtud,<br />

y con ella se forme una segunda naturaleza que substituya a la primera.<br />

Necesario es, en fin, que el intelecto alcance la sabiduría por la ciencia, de tal<br />

modo que en todo sepa distinguir el bien <strong>del</strong> mal, y ver a Dios en el más<br />

pequeño de los seres como en el conjunto de los mundos. A esta altura, el<br />

hombre es un adepto y, si posee una energía suficiente, entra en posesión de<br />

facultades y de poderes nuevos. <strong>Los</strong> internos sentidos <strong>del</strong> alma se abren, la<br />

voluntad irradia en los demás. Su magnetismo corporal penetrado por los<br />

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