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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

El gran ciclo divino se colma de gozo devolviendo gloria a la gran barca<br />

sagrada. Se celebran regocijos en la capilla misteriosa. ¡Levántate, Ammón-<br />

Rá Hermakuti, sol que se crea a sí mismo!”. Y el iniciado respondía con<br />

estas orgullosas palabras: “He alcanzado el punto de la verdad y de la<br />

justificación. Yo resucito como un Dios vivo e irradio en el coro de los Dioses<br />

que habitan en el cielo, porque soy de su raza”.<br />

Tales pensamientos y tan audaces esperanzas podían pasar por el<br />

espíritu <strong>del</strong> adepto en la noche que seguía a la ceremonia mística de la<br />

resurrección. Al día siguiente, en las avenidas <strong>del</strong> templo, bajo la luz que<br />

ciega, aquella noche sólo le parecía un sueño; pero ¡qué sueño inolvidable<br />

aquel primer viaje en lo impalpable y lo invisible!. De nuevo leía la<br />

inscripción de la estatua de Isis: “Ningún mortal ha levantado mi velo.” Una<br />

punta <strong>del</strong> velo se había levantado, sin embargo, pero para volver a caer en<br />

seguida, y él se había despertado en la tierra de las tumbas. ¡Qué lejos estaba<br />

<strong>del</strong> término soñado!. Porque es bien largo el viaje en la barca de los millones<br />

de años. Pero, por lo menos, había entrevisto el objetivo final. Su visión <strong>del</strong><br />

otro mundo, aunque no fuera más que un sueño, un bosquejo infantil de su<br />

imaginación aún llena de los vapores de la tierra, ¿Podía hacerle dudar de<br />

esa otra conciencia que había sentido germinar en sí mismo, de ese doble<br />

misterioso, de ese Yo celeste que se le había aparecido en su belleza astral<br />

como una forma viva, y que le había hablado en su sueño?. ¿Era un alma<br />

hermana, era un genio, o sólo era un reflejo de su espíritu íntimo,<br />

presentimiento de un ser futuro?. Maravilla y misterio. Seguramente era<br />

una realidad, y si aquella alma era la suya, era la verdadera. Para volverla a<br />

encontrar, ¿Qué no haría?. Viviría millones de años, pero no olvidaría<br />

aquella hora divina en que había visto a su otro Yo puro y radiante. (En la<br />

doctrina egipcia el hombre era considerado como no teniendo conciencia<br />

en esta vida mas que <strong>del</strong> alma animal y <strong>del</strong> alma racional, llamadas batí y<br />

bal. La parte superior de su Ser, el alma espiritual y el espíritu divino,<br />

cheybi y Ku, existen en él en estado de germen inconsciente, y se<br />

desarrollan después de esta vida, cuando el hombre llega a ser un<br />

Osiris).<br />

La iniciación había terminado. El adepto era consagrado sacerdote de<br />

Osiris. Si era egipcio, quedaba agregado al templo; si extranjero, le permitían<br />

a veces volver a su país para fundar allí un culto o cumplir una misión. Pero<br />

antes de partir, prometía solemnemente por un juramento terrible, guardar un<br />

silencio absoluto sobre los secretos <strong>del</strong> templo. Jamás debía revelar lo que<br />

había visto u oído, ni divulgar la doctrina de Osiris más que bajo el triple velo<br />

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