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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

malicia jónica, el lujo <strong>del</strong> Asia, las costumbres <strong>del</strong> harén, una idolatría<br />

grosera. La existencia nacional <strong>del</strong> Egipto estaba comprometida, su<br />

intelectualidad en peligro, su misión universal amenazada. Pero llevaba en sí<br />

un alma de vida, es decir, un cuerpo orgánico de iniciados, depositarios de<br />

la antigua ciencia de Hermes y de Am-món-Rá. ¿Qué hizo aquella alma?.<br />

Retirarse al fondo de sus santuarios, replegarse en sí misma para resistir mejor<br />

al enemigo. En apariencia, el sacerdocio se inclinó ante la invasión y<br />

reconoció a los usurpadores que llevaban la ley <strong>del</strong> Toro y el culto <strong>del</strong> buey<br />

Apis. Sin embargo, ocultos en los templos, los dos consejos guardaron allí,<br />

como un depósito sagrado, su ciencia, sus tradiciones, la antigua y pura<br />

religión, y con ella la esperanza de una restauración de la dinastía<br />

nacional. En esta época fue cuando los sacerdotes difundieron entre el<br />

pueblo la leyenda de Isis y de Osiris, <strong>del</strong> desmembramiento de este último y<br />

de su resurrección próxima por su hijo Horus, que volvería a encontrar sus<br />

miembros dispersos arrastrados por el Nilo. Se excitó la imaginación de la<br />

multitud por la pompa de las ceremonias públicas. Se sostuvo su amor a la<br />

vieja religión representándole las desgracias de la Diosa, sus lamentos por la<br />

pérdida de su esposo celeste, y la esperanza que ella tenía en su hijo Horus, el<br />

divino mediador. Pero al mismo tiempo, los iniciados juzgaron necesario<br />

hacer inatacable la verdad esotérica recubriéndola con un triple velo. A la<br />

difusión <strong>del</strong> culto popular de Isis y de Osiris corresponde la organización<br />

interior y sabia de los pequeños y de los grandes Misterios. Se les rodeó de<br />

barreras casi infranqueables, de peligros tremendos. Se inventaron las pruebas<br />

morales, se exigió el juramento <strong>del</strong> silencio, y la pena de muerte fue<br />

rigurosamente aplicada contra los iniciados que divulgaban el menor detalle<br />

de los Misterios. Gracias a esta organización severa, la iniciación egipcia llegó<br />

a ser, no solamente el refugio de la doctrina esotérica, sino también el crisol de<br />

una resurrección nacional y la escuela de las religiones futuras. Mientras los<br />

usurpadores coronados reinaban en Memphis, Thebas se preparaba<br />

lentamente para la regeneración <strong>del</strong> país. De su templo, de su arca solar,<br />

salió el salvador <strong>del</strong> Egipto, Amos, que arrojó a los Hicsos <strong>del</strong> país después de<br />

nueve siglos de dominación, restauró la ciencia egipcia en sus derechos y la<br />

religión viril de Osiris.<br />

De este modo los Misterios salvaron el alma <strong>del</strong> Egipto de la tiranía<br />

extranjera, y esto para bien de la humanidad. Porque tal era entonces la<br />

fuerza de su disciplina, el poder de su iniciación, que encerraba en sí una<br />

mejor fuerza moral, su más alta selección intelectual. La iniciación antigua<br />

reposaba sobre una concepción <strong>del</strong> hombre a la vez más sana y más elevada<br />

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