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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

antes de ser decapitados; al faraón Psammético conteniendo sus sollozos ante<br />

aquella horrible escena, y al infame Cambises, sentado en su trono,<br />

regocijándose <strong>del</strong> dolor de su adversario vencido. Cruel, aunque instructiva<br />

lección de la historia, después de las lecciones de la ciencia. ¡Qué imagen de<br />

la naturaleza animal desencadenada en el hombre, produciendo un tal<br />

monstruo <strong>del</strong> despotismo que pisotea todo e impone a la humanidad el reino<br />

<strong>del</strong> más implacable destino por su repugnante apoteosis!.<br />

Cambises hizo transportar a Pitágoras a Babilonia con una parte <strong>del</strong><br />

sacerdocio egipcio, y le internó en aquel país. (Jámblico cuenta este hecho en<br />

su Vida de Pitágoras). Aquella ciudad colocal, que Aristóteles compara a un<br />

país rodeado de murallas, ofrecía entonces un inmenso campo de observación.<br />

La antigua Babel, la gran prostituta de los profetas hebreos, era más que<br />

nunca, después de la conquista persa, un pandemonium de pueblo, de lenguas,<br />

de cultos y de religiones, en medio de los cuales el despotismo asiático eleva<br />

su torre vertiginosa. Según las tradiciones persas, su fundación remontaba a la<br />

legendaria Semíramis. Ella fue, se decía, quien había construido su<br />

monstruoso recinto de ochenta y cinco kilómetros de perímetro: el Imgum Bel,<br />

sus murallas donde dos carros podían correr de frente, sus terrazas<br />

superpuestas, sus palacios macizos con relieves polícromos, sus templos<br />

soportados por elefantes de piedra y rematados por dragones multicolores. Allí<br />

se había sucedido la serie de los déspotas que habían tiranizado la Caldea, la<br />

Asiria, Persia, una parte de Tartaria, la Judea, la Siria y el Asia Menor. Allí<br />

fue donde Nebukadnetzar, el asesino de los magos, había llevado cautivo al<br />

pueblo judío, que continuaba practicando su culto en un rincón de la inmensa<br />

ciudad en que Londres hubiera cabido cuatro veces. <strong>Los</strong> judíos habían dado al<br />

gran rey un ministro poderoso en la persona <strong>del</strong> profeta Daniel. Con Baltasar,<br />

hijo de Nebukadnetzar, los muros de la vieja Babel se habían derrumbado al<br />

fin, bajo los golpes vengadores de Ciro; y Babilonia pasó durante varios siglos<br />

bajo la dominación persa. Por esta serie de acontecimientos anteriores al<br />

momento en que Pitágoras llegó, tres religiones diferentes se codean en el alto<br />

sacerdocio de Babilonia: los antiguos ascerdotes Caldeos, los supervivientes<br />

<strong>del</strong> magismo persa y la flor de la cautividad judía. Lo que prueba que estos<br />

diversos sacerdocios se entendían entre sí por el lado esotérico, es<br />

precisamente el papel de Daniel, quien, continuando en su afirmación <strong>del</strong> Dios<br />

de Moisés, fue primer ministro bajo Nebukadnetzar, Baltasar y Ciro.<br />

Pitágoras debió ensanchar su horizonte ya tan vasto al estudiar aquellas<br />

doctrinas, aquellas religiones y aquellos cultos, cuya síntesis conservaban aún<br />

algunos iniciados. Pudo profundizar en Babilonia los conocimientos de los<br />

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