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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

que se enciende la antorcha vacilante de la conciencia, esta alma se vuelve<br />

más independiente <strong>del</strong> cuerpo, más capaz de llevar una existencia más libre. El<br />

alma flúida y no polarizada de los minerales y vegetales, está ligada a los<br />

elementos de la tierra. La de los animales, fuertemente atraída por el fuego<br />

terrestre, allí pasa un cierto tiempo cuando deja su cadáver; luego vuelve a la<br />

superficie <strong>del</strong> globo para reencarnarse en su especie, sin jamás poder<br />

abandonar las bajas capas de la atmósfera. Éstas se hallan pobladas de<br />

elementales o almas animales, que tienen su papel en la vida atmosférica y una<br />

influencia oculta sobre el hombre. El alma humana sola viene <strong>del</strong> cielo, y a él<br />

vuelve después de la muerte. ¿Pero en qué época de su larga existencia<br />

cósmica el alma elemental se ha convertido en alma humana?. ¿Por qué crisol<br />

incandescente, por qué etérea llama ha pasado para eso?. La transformación no<br />

ha sido posible en un período interplanetario más que por el encuentro de<br />

almas humanas plenamente formadas, que han desenvuelto en el alma<br />

elemental su espiritual principio y han impreso su divino prototipo como un<br />

sello de fuego en su substancia plástica.<br />

¡Qué de viajes, qué de encarnaciones, qué de ciclos planetarios a<br />

atravesar aún, para que el alma humana así formada se convierta en el hombre<br />

que conocemos!. Según las tradiciones esotéricas de la India y de Egipto, los<br />

individuos que componen la humanidad actual han comenzado su existencia<br />

humana en otros planetas, donde la materia es mucho menos densa que en el<br />

nuestro. El cuerpo <strong>del</strong> hombre era entonces casi vaporoso, sus encarnaciones<br />

ligeras y fáciles. Sus facultades de percepción espiritual directa habían sido<br />

muy poderosas y muy sutiles en esa primera fase humana: la razón y la<br />

inteligencia por oposición, se hallaban en estado embrionario. En ese estado<br />

semicorporal, semiespiritual, el hombre veía los espíritus, todo era esplendor y<br />

encanto ante su visión, y música para su audición. Él oía hasta la armonía de<br />

las Esferas. Ni pensaba, ni reflexionaba; quería apenas. Se dejaba vivir,<br />

bebiendo los sonidos, las formas y la luz, flotando como en un sueño, de la<br />

vida a la muerte y de la muerte a la vida. He aquí lo que los órficos llamaban<br />

el cielo de Saturno. Encarnándose sobre planetas más y más densos, según la<br />

doctrina de Hermes, es como el hombre se ha materializado. Encarnándose en<br />

una materia más espesa, la humanidad ha perdido su sentido espiritual; pero<br />

por su lucha más y más fuerte con el mundo exterior, ha desarrollado<br />

poderosamente su razón, su inteligencia, su voluntad. La tierra es el último<br />

escalón de este descenso en la materia que Moisés llama la salida <strong>del</strong> paraíso,<br />

y Orfeo la caída en el círculo sublunar. De él puede el hombre remontar<br />

penosamente los círculos de una serie de existencias nuevas, y recobrar sus<br />

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