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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

pueblo vecino hasta exterminarlo, y aquellos Romanos de Grecia preludir la<br />

roca tarpeya y los laureles sangrientos <strong>del</strong> Capitolio, precipitando en un<br />

abismo a Aristómenes, defensor de su patria?. ¿Será en la democracia<br />

turbulenta de Atenas, siempre pronta a derivar hacia la tiranía?. ¿Será en la<br />

guardia pretoriana de Pisistrato, o en el puñal de Harmodio y de Aristogitón,<br />

oculto bajo una rama de mirto?. ¿Será en las numerosas ciudades de la Hélade,<br />

de la Gran Grecia y <strong>del</strong> Asia Menor, de que Atenas y Esparta ofrecen dos<br />

opuestos tipos?. ¿Será en que todas aquellas democracias y aquellas tiranías<br />

envidiosas, celosas y siempre prestas a luchar entre sí?. No: el alma de Grecia<br />

no está allí. Está en sus templos, en sus Misterios y en sus iniciados. Está en el<br />

santuario de Júpiter en Olimpia, de Juno en Argos, de Ceres en Eleusis; reina<br />

sobre Atenas con Minerva; irradia en Delfos con Apolo, que domina y penetra<br />

a todos los templos con su luz. Ese es el centro de la vida helénica, el cerebro<br />

y el corazón de Grecia. Allí van a instruirse los poetas que traducen a la<br />

multitud las verdades sublimes en imágenes vivas; los sabios que las propagan<br />

en dialéctica sutil. El espíritu de Orfeo circula por todas partes donde palpita<br />

la Grecia inmortal. Le volvemos a encontrar en las luchas de la poesía y de la<br />

gimnasia, en los juegos de Delfos y de Olimpia; instituciones felices que<br />

imaginaron los sucesores <strong>del</strong> maestro para relacionar y fundir a las doce tribus<br />

griegas. Le tocamos con el dedo en el tribunal de los Anfictiones en aquella<br />

asamblea de los grandes iniciados, corte suprema y arbitral que se reunía en<br />

Delfos; gran poder de justicia y de concordia, en el que únicamente Grecia<br />

encontró su unidad en las horas de heroísmo y de abnegación. (El juramento<br />

anfictiónico de los pueblos asociados da idea de la grandeza y de la fuerza<br />

social de esta institución: “Juramos nunca derribar las ciudades<br />

anfictiónicas, nunca distraer los recursos preciosos a sus necesidades, sea<br />

en paz o en guerra. Si alguna potencia osa amenazarlas, marcharemos<br />

contra ella y destruiremos sus ciudades. Si los impíos roban las ofrendas <strong>del</strong><br />

templo de Apolo, juramos emplear nuestros pies, nuestros brazos, nuestra<br />

voz, todas las fuerzas contra ellos y sus cómplices”).<br />

Sin embargo, aquella Grecia de Orfeo que tenía por intelecto una<br />

doctrina pura guardada en los templos; por alma una religión plástica, y por<br />

cuerpo un alto tribunal de justicia centralizado en Delfos, aquella Grecia<br />

comenzaba a decaer ya en el siglo séptimo. Las órdenes de Delfos no eran ya<br />

respetadas; se violaban los territorios sagrados. Era porque la raza de los grandes<br />

inspirados había desaparecido. El nivel intelectual y moral de los templos<br />

había bajado. <strong>Los</strong> sacerdotes se vendían a los poderes políticoss; los Misterios<br />

mismos comenzaron desde entonces a corromperse El aspecto general de<br />

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