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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

fuertes rayos de luz roja, amarilla y azul. Esos rayos vibraban a veces con un<br />

movimiento ondulatorio. Continuó sus experiencias con toda clase de cuerpos,<br />

sobre todo con cristales. Alrededor de todos esos cuerpos, los sujetos sensibles<br />

vieron emanaciones luminosas. Alrededor de la cabeza de los hombres<br />

colocados en la cámara oscura, vieron rayos blancos; de sus dedos salían<br />

pequeñas llamas. En la primera fase de su sueño, los sonámbulos ven a veces a<br />

su magnetizador con esos mismos signos. La pura luz astral no aparece más<br />

que en el alto éxtasis; pero se polariza en todos los cuerpos, se combina con<br />

todos los flúidos terrestres y en el magnetismo animal. (Reichenbach ha<br />

llamado a ese flúido odyle. Su obra ha sido traducida al inglés por Gregory:<br />

Researches on magnetism, electricity, heat, light, cristalization and chemical<br />

attraction. Londres, 1850). El interés de las experiencias de Reichenbach está<br />

en haber hecho tocar con el dedo los límites y la transición de la visión física a<br />

la visión astral, que puede conducir a la visión espiritual. Ellas hacen también<br />

entrever los refinamientos infinitos de la materia imponderable. En esta vía,<br />

nada nos priva de concebirla tan flúida, tan sutil y penetrante; que venga a ser<br />

en algún modo homogénea al espíritu, y le sirva de vestidura perfecta.<br />

Acabamos de ver que la física moderna ha tenido que reconocer un<br />

agente universal imponderable para explicar el mundo, que ella ha demostrado<br />

su existencia y que de este modo ha entrado sin saberlo en las ideas teosóficas<br />

antiguas. Tratemos ahora de definir la naturaleza y la función <strong>del</strong> flúido<br />

cósmico, según la filosofía de lo oculto en todos los tiempos. Porque acerca de<br />

este principio capital de la Cosmogonía, Zoroastro concuerda con Heráclito,<br />

Pitágoras con San Pablo, los Cabalistas con Paracelso. Por todas partes reina<br />

Cibeles-Maia, la grande alma <strong>del</strong> mundo, la substancia vibrante y plástica que<br />

maneja a su grado el soplo <strong>del</strong> Espíritu creador. Sus océanos etéreos sirven de<br />

cemento entre todos los mundos. Ella es la grande mediadora entre lo invisible<br />

y lo visible. Condensada en masas enormes en la atmósfera, bajo la acción <strong>del</strong><br />

sol, estalla en el rayo. Bebida por la tierra, por ella circula en corrientes<br />

magnéticas. Sutilizada en el sistema nervioso <strong>del</strong> animal, transmite su<br />

voluntad a los miembros, sus sensaciones al cerebro. Aún más: ese flúido sutil<br />

forma organismos vivientes semejantes a los cuerpos materiales. Porque sirve<br />

de substancia al cuerpo astral <strong>del</strong> alma, vestidura luminosa que el espíritu se<br />

teje sin cesar a sí mismo. Según las almas que reviste, según los mundos que<br />

envuelve, ese flúido se transforma, se afina o se espesa. No corporiza<br />

solamente el espíritu y espiritualiza la materia, sino que refleja en su seno<br />

animado, las cosas, las voluntades y los pensamientos humanos en un<br />

perpetuo espejismo. La fuerza y la duración de estas imágenes es<br />

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