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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

entre líneas, en su conversación secreta con Nicodemo. Cuanto más<br />

espiritualizada está un alma, más grande será su alejamiento de la atmósfera<br />

terrestre, más lejana la región cósmica que la atrae por su ley de afinidad, más<br />

difícil su manifestación a los hombres.<br />

De modo que las almas superiores no se manifiestan casi nunca al<br />

hombre, más que en el estado de sueño profundo o éxtasis. Entonces, con los<br />

ojos físicos cerrados, el alma medio desprendida <strong>del</strong> cuerpo, a veces ve a otras<br />

almas. Ocurre a veces que un gran profeta, un verdadero hijo de Dios se<br />

manifiesta a los suyos de un modo sensible y en estado de vigilia, a fin de<br />

persuadirles mejor, impresionando sus sentidos y su imaginación. En tal caso,<br />

el alma desencarnada llega a dar momentáneamente a su cuerpo espiritual una<br />

apariencia visible, a veces hasta tangible, por medio de un dinamismo<br />

particular que el espíritu ejerce sobre la materia por las fuerzas eléctricas de la<br />

atmósfera y las fuerzas magnéticas de los cuerpos vivos.<br />

Es lo que ocurrió, según todas las apariencias, en el caso de Jesús. Las<br />

apariciones reseñadas por el Nuevo Testamento entran alternativamente en<br />

una u otra de estas dos categorías: visión espiritual y aparición sensible. Es<br />

cierto que tuvieron para los apóstoles el carácter de una realidad suprema.<br />

Hubieran ellos dudado antes de la existencia <strong>del</strong> cielo y de la tierra, que de su<br />

comunión viviente con el Cristo resucitado. Porque aquellas visiones<br />

emocionantes <strong>del</strong> Señor eran cuanto había de más radiante en su vida, de más<br />

profundo en su conciencia. No existe lo sobrenatural, pero sí lo desconocido<br />

de la naturaleza, en su continuación oculta en lo infinito, y la fosforescencia de<br />

lo invisible en los confines de lo visible. En nuestro estado corporal presente<br />

nos cuesta trabajo creer y aun concebir la realidad de lo impalpable; en el<br />

estado espiritual, la materia es la que nos parece lo irreal y lo no existente.<br />

Pero la síntesis <strong>del</strong> alma y de la materia, esas dos fases de la substancia una, se<br />

encuentra en el Espíritu. Porque si nos remontamos a los principios eternos, a<br />

las causas finales, las leyes innatas de la Inteligencia explican el dinamismo de<br />

la naturaleza; y el estudio <strong>del</strong> alma, por psicología experimental, explica las<br />

leyes de la vida.<br />

La resurrección, comprendida en el sentido esotérico, como acabo de<br />

indicarlo, era, pues, a la vez la conclusión necesaria de la vida de Jesús y el<br />

prefacio indispensable a la evolución histórica <strong>del</strong> cristianismo. Conclusión<br />

necesaria, pues Jesús la había anunciado varias veces a sus discípulos. Si tuvo<br />

poder para aparecer después de su muerte con aquel esplendor triunfal, ello<br />

fue debido a la pureza, a la fuerza innata de su alma, centuplicada por la<br />

magnitud <strong>del</strong> esfuerzo y de la obra cumplida.<br />

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