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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

solamente a la escuela de Crotona y a sus ramificaciones en las otras ciudades<br />

de las costas italianas, sino también a la política de todos esos pequeños<br />

Estados. Pitágoras era un reformador en toda la fuerza de la palabra. Crotona,<br />

colonia aquea, tenía una constitución aristocrática. El consejo de los mil,<br />

compuesto de las grandes familias, ejercía allí el poder legislativo y vigilaba al<br />

poder ejecutivo. Las asambleas populares existían, pero con poderes<br />

restringidos. Pitágoras, que quería que el Estado fuese un orden y una<br />

armonía, no estaba conforme ni con la presión oligárquica, ni con el caos de la<br />

demagogia. Aceptando tal cual era la constitución dórica, trató sencillamente<br />

de introducir en ella un nuevo engranaje. La idea era atrevida: crear sobre el<br />

poder político un poder científico, con voz <strong>del</strong>iberativa y consultiva en las<br />

cuestiones vitales, y que fuera la clave de bóveda, el regulador supremo <strong>del</strong><br />

Estado. Sobre el consejo de los mil, organizó el consejo de los trescientos,<br />

elegidos por el primero, pero reclutados entre los iniciados sólo. Su número<br />

bastaba para tal labor. Porfirio cuenta que dos mil ciudadanos de Trotona<br />

renunciaron a su vida habitual y se reunieron para vivir juntos con sus mujeres<br />

y sus hijos, después de haber puesto sus bienes en común. Pitágoras quería a la<br />

cabeza <strong>del</strong> Estado un gobierno científico, menos misterioso, pero colocado tan<br />

alto como el sacerdocio egipcio. Lo que realizó por un momento, fue el sueño<br />

de todos los iniciados que se ocuparon de política: introducir el principio de la<br />

iniciación y <strong>del</strong> examen en el gobierno <strong>del</strong> Estado, y reconciliar en esta<br />

síntesis superior el principio electivo o democrático con un gobierno<br />

constituido por la selección de la inteligencia y de la virtud. El consejo de los<br />

trescientos formó una especie de orden pólítico, científico y religioso, <strong>del</strong> que<br />

Pitágoras era jefe visible. Se comprometían en él por un juramento solemne y<br />

terrible a un secreto absoluto como en los Misterios. Esas sociedades o<br />

hetarias se difundieron de Crotona, donde estaba la sociedad madre, a casi<br />

todas las ciudades de la grande Grecia, donde ejercieron una poderosa acción<br />

política. La orden pitagórica tendía también a conquistar la cabeza <strong>del</strong> Estado<br />

en toda la Italia meridional. Tenía ramificaciones en Tarento, Heraclea,<br />

Metaponte, Regium, Himere, Catania, Agrigente, Sybaris, según Aristoxene<br />

hasta entre los Etruscos. En cuanto a la influencia de Pitágoras sobre el<br />

gobierno de las grandes y ricas ciudades, nada se podría imaginar más<br />

elevado, más liberal, más pacificador. Por todas partes donde aparecía,<br />

restablecía el orden, la justicia, la concordia. Llamado por un tirano de Sicilia,<br />

le decidió por su sola elocuencia a renunciar a las riquezas mal adquiridas y<br />

abdicar un poder usurpado. En cuanto a las ciudades, las hizo independientes y<br />

libres, de sujetas que estaban unas a otras. Tan bienhechora era su acción, que<br />

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