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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

<strong>del</strong> pueblo, que la representaba. La nación judía ha sido dispersada,<br />

aniquilada, mientras la idea de Moisés y de los Profetas ha vivido y se ha<br />

ensanchado. Desarrollada, transfigurada por el cristianismo, reavivada por el<br />

Islam, aunque de un modo inferior, ella debía imponerse al Occidente<br />

bárbaro, reaccionar sobre el Asia misma. En a<strong>del</strong>ante la humanidad, por<br />

mucho que haga, por mucho que se agite contra sí misma, girará alrededor<br />

de esa idea central como la nebulosa alrededor <strong>del</strong> sol que la organiza. He<br />

ahí la obra formidable de Moisés.<br />

Para esa empresa, la más colosal después <strong>del</strong> éxodo prehistórico de<br />

los Aryas, Moisés encontró un instrumento ya preparado en las tribus de los<br />

Hebreos, en aquella particularmente que se había fijado en Egipto en el valle<br />

de Goshen, viviendo allí en servidumbre bajo el nombre de los Beni-Jacob.<br />

Para establecer una religión monoteísta, había tenido también precursores en<br />

la persona de esos reyes nómadas y pacíficos que la Biblia nos presenta bajo la<br />

figura de Abraham, de Isaac y de Jacob. Lancemos una mirada a esos<br />

hebreos y a esos patriarcas. Trataremos en seguida de destacar la figura de su<br />

gran Profeta de los espejismos <strong>del</strong> desierto y de las sombrías noches <strong>del</strong> Sinaí,<br />

donde retumba el trueno <strong>del</strong> Jehovah legendario.<br />

Se les conocía hacia siglos, miles de años, a esos Ibrim, nómadas<br />

infatigables, eternos desterrados. (Ibrim, quiere decir: “los <strong>del</strong> otro lado,<br />

los de allá, los que han pasado el río”. — Renán, Histoire du peuple<br />

d’Israel).<br />

Hermanos de los Árabes, los Hebreos eran, como todos los Semitas, el<br />

resultado de una antigua mezcla de la raza blanca con la raza negra. Se les<br />

había visto pasar y repasar por el Norte de África, bajo el nombre de<br />

Bodones (Beduinos), los hombres sin asilo y sin lecho, luego plantar sus<br />

tiendas móviles en los vastos desiertos entre el mar Rojo y el golfo Pérsico,<br />

entre el Eufrates y la Palestina. Ammonitas, Elamitas o Edomitas, todos esos<br />

viajeros se parecían. Por vehículo el asno o el camello, por casa la tienda, por<br />

único bien rebaños errantes como ellos mismos y pastando siempre en tierra<br />

extranjera. Como sus antepasados los Ghibosim, como los primeros Celtas,<br />

esos rebeldes tenían odio a la piedra tallada, a la ciudad fortificada, al trabajo<br />

impuesto y al templo de piedra, y, sin embargo, las ciudades monstruosas de<br />

Babilonia y de Nínive, con sus palacios gigantescos, sus misterios y sus<br />

orgías, ejercen sobre esos semisalvajes una invencible fascinación.<br />

Atraídos a sus prisiones de piedra, capturados por los soldados <strong>del</strong> rey<br />

de Asiria, reclutados para sus ejércitos, a veces se lanzaban a las orgías de<br />

Babilonia. Otras veces también, los israelitas se dejaban seducir por las<br />

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