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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

favorable para sus reformas en el senado de Crotona. Agreguemos que sus<br />

miras se extendían más allá de Grecia. Adivinando la evolución de las ideas,<br />

preveía la caída <strong>del</strong> helenismo y pensaba depositar en el espíritu humano los<br />

principios de una religión científica. Al fundar su escuela en el golfo de<br />

Tarento, esparcía las ideas esotéricas por Italia, y conservaba en el vaso<br />

precioso de su doctrina la esencia purificada de la sabiduría oriental, para los<br />

pueblos <strong>del</strong> Occidente.<br />

Al llegar a Crotona, que se inclinaba entonces hacia la vida voluptuosa<br />

de su vecina Sybaris, Pitágoras produjo allí una verdadera revolución. Porfirio<br />

y Jámblico nos pintan sus principios como los de un mago, más bien que<br />

como los de un filósofo. Reunió a los jóvenes en el templo de Apolo, y logró<br />

por su elocuencia arrancarles <strong>del</strong> vicio. Reunió a las mujeres en el templo de<br />

Juno, y las persuadió a que llevaran sus vestidos de oro y sus ornamentos a<br />

aquel mismo templo, como trofeos de la derrota de la vanidad y <strong>del</strong> lujo. Él<br />

envolvía en gracia la austeridad de sus enseñanzas. De su sabiduría se<br />

escapaba una llama comunicativa. La belleza de su semblante, la nobleza de<br />

su persona, el encanto de su fisonomía y de su voz, acababan de seducir. Las<br />

mujeres le comparaban a Júpiter, los jóvenes a Apolo hiperbóreo. Cautivaba,<br />

arrastraba a la multitud, muy admirada al escucharle de enamorarse de la<br />

virtud y de la verdad.<br />

El Senado de Crotona, o Consejo de los mil, se inquietó de aquel<br />

ascendiente. Obligó a Pitágoras a dar razón ante él de su conducta y de los<br />

medios que empleaba para dominar los espíritus. Esto fue para él una ocasión<br />

de desarrollar sus ideas sobre la evolución, y de demostrar que lejos de<br />

amenazar a la constitución dórica de Crotona, no harían más que afirmarla.<br />

Cuando hubo ganado a su provecto a los ciudadanos más ricos y la mayoría<br />

<strong>del</strong> senado, les propuso la creación de un instituto para él y para sus<br />

discípulos. Aquella cofradía de iniciados laicos llevaría la vida común en un<br />

edificio construido ad hoc, pero sin separarse de la vida civil. Aquellos de<br />

entre ellos que merecieran ya el nombre de maestros, podrían enseñar las<br />

ciencias físicas, psíquicas y religiosas. En cuanto a los jóvenes, serían<br />

admitidos a las lecciones de los maestros y a los diversos grados de iniciación,<br />

según su inteligencia y su buena voluntad, bajo la vigilancia <strong>del</strong> jefe de la<br />

orden. Para empezar tenían que someterse a las reglas de la vida común y<br />

pasar todo el día en el instituto, vigilados por los maestros. <strong>Los</strong> que querían<br />

entrar formalmente en la orden, debían abandonar su fortuna a un curador con<br />

libertad de volver a disfrutarla cuando quisieran. Había en el instituto una<br />

sección para las mujeres, con iniciación paralela, pero diferenciada y adaptada<br />

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