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Diccionario_Biblico

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Cristo los dos estaban necesariamente combinados. La ofrenda ofrecida en holocausto, cuando<br />

no estaba obligatoriamente prescrita, era ofrecida para la aceptación de alguien. La expresión «de<br />

su voluntad» en Lv. 1:3 tiene una mejor traducción como «la ofrecerá para su aceptación». La<br />

víctima podía ser macho de las manadas, o de las ovejas o cabras de los rebaños, o bien una<br />

tórtola o un palomino, según la capacidad económica del ofrendante, o el aprecio que tuviera de<br />

la ofrenda. Estas ofrendas eran diferentes en grado, pero del mismo tipo. El macho es el tipo más<br />

elevado de ofrenda; no se menciona ninguna hembra en la ofrenda de holocausto.<br />

Después que el ofrendante hubiera puesto sus manos sobre la víctima, le daba muerte (excepto en<br />

el caso de las aves, que eran muertas por el sacerdote). De Lv. 1 parecería que también era el<br />

ofrendante quien la desollaba, descuartizaba y lavaba sus intestinos y patas en agua; pero las<br />

expresiones usadas pueden tomarse en un sentido impersonal: «el holocausto será desollado, y<br />

será dividido en sus piezas», etc. (v. 6). Estas funciones pueden haber sido llevadas a cabo por<br />

los sacerdotes o por los levitas. (Los levitas desollaban los sacrificios cuando había pocos<br />

sacerdotes; cfr. 2 Cr. 29:34). El sacerdote rociaba la sangre alrededor del altar y, excepto la piel,<br />

que quedaba para el sacerdote, todo el animal era quemado como olor grato sobre el altar. Hacía<br />

expiación por el ofrendante, que hallaba aceptación en base a su valor. Tipológicamente, es<br />

figura de Cristo en su perfecta ofrenda de Sí mismo, siendo probado en lo más hondo de su ser<br />

por el fuego escudriñador del juicio divino (Lv. 1). (Este aspecto de la cruz se ve en pasajes<br />

como Hch. 2:8; 3n. 10:14-17; 13:31; 17:4; Ro. 5:18, etc.).<br />

En Lv. 6 se da la ley del holocausto: «El holocausto estará sobre el fuego encendido sobre el<br />

altar... no se apagará» (Lv. 6:9, 13). Esto se refiere a los corderos de la mañana y de la tarde;<br />

constituían un holocausto continuo (Éx. 29:38-41). Se debe señalar que era «toda la noche, hasta<br />

la mañana» (aunque era perpetuo), indudablemente para señalar que Cristo es para Israel siempre<br />

olor grato a Jehová, incluso durante el presente periodo de tinieblas y olvido de Israel. Aarón<br />

tenía que ponerse sus vestiduras de lino para quitar las cenizas del altar y ponerlas «junto al<br />

altar». Después se cambiaba los vestidos de lino por otras ropas, y llevaba las cenizas fuera del<br />

campamento. Las cenizas constituían la prueba de que el sacrificio había sido totalmente<br />

aceptado (Sal. 20:3, lit.: «encenice tu holocausto»; cfr. la versión de Reina 1569). Por «la<br />

mañana» Israel conocerá que su aceptación y bendición es mediante la obra de su Mesías en la<br />

cruz. El sacrificio diario era ofrecido por el sacerdote actuando por toda la nación, y presenta<br />

tipológicamente la base de sus bendiciones y privilegios. De ahí que la fe le diera un gran valor<br />

(cfr. Esd. 3:3; Dn. 8:11, 13, 26; 9:27).<br />

1189<br />

(b) La oblación.<br />

En Lv. 2 se da el carácter intrínseco de esta ofrenda, aunque al ofrecer el holocausto se añadía<br />

una oblación. En la oblación no había derramamiento de sangre y, por ello, no había expiación.<br />

El holocausto era tipo del Señor Jesús en Su devoción hasta la misma muerte; la oblación de<br />

ofrenda vegetal (Y. M.) lo representa en Su vida, la inmaculada humanidad de Cristo en el poder<br />

y energía del Espíritu Santo. Consistía de flor de harina, sin levadura alguna, amasada con aceite,<br />

y untado todo ello con aceite e incienso. En su forma más sencilla, se tomaba un puñado de<br />

harina con algo de aceite, que se quemaba en el altar; también se hacía en forma de tortas, cocido<br />

en un horno, o en una sartén o cazuela. Sólo una parte de la harina y del aceite, pero todo el<br />

incienso, se quemaban sobre el altar, como olor grato a Jehová. El resto quedaba como alimento<br />

para el sacerdote y sus hijos, aunque no para las hijas. La excelencia de Cristo como hombre, en<br />

quien cada uno de sus actos, incluso al dirigirse a la muerte, fueron para Dios, sólo puede ser

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