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Diccionario_Biblico

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estrechez de espíritu (Nm. 11:29) existe, no obstante, también una llama de amor muy pura (Cnt.<br />

8:6) que hay que reconocer, sobre todo, a través de los celos de Dios.<br />

Los celos de Dios no tienen nada que ver con las mezquindades humanas. Dios no tiene celos de<br />

algún «otro» si pudiera serle igual, pero exige una adoración exclusiva por parte del hombre, al<br />

que ha creado a su imagen; esto se traduce en celos con los «otros dioses» (Éx. 20:5; 34:14; Dt.<br />

6:l4 ss). Esta intransigencia, sin analogía en las religiones paganas, reflejan los textos antiguos y<br />

recientes de la Escritura; equivale al «fuego devorador» (Dt. 4:24). A Dios le hacen celoso los<br />

ídolos (Sal. 68:58; Dt. 32:16-21; 1 R. 14:22), a los que fácilmente se designa como «ídolos de<br />

envidia» (Ez. 8:3-5; 2 R. 21:7). En definitiva, si Dios es celoso, es que es santo y no puede<br />

tolerar que se atente contra su honor, ni que se desvíe de Sí a aquellos que Él ama.<br />

Dios tiene diferentes medios para suscitar en Israel un celo a la imagen del suyo; por ejemplo,<br />

excita los celos de su pueblo otorgando su favor a las naciones (Dt. 32:21). Ordinariamente<br />

comunica su propio ardor a tal o cual elegido. Finees, hijo de Eleazar, está así «poseído de los<br />

mismos celos que yo», dice el Señor, aplacado por tales celos (Nm. 25:11); el profeta Elías, a<br />

pesar de lo único de su caso, se siente abrasado por el celo divino (1 R. 19:14); los Salmos,<br />

finalmente, pueden proclamar: «El celo de tu casa me devora» (Sal. 69:10; 119:139).<br />

Los seguidores de Cristo van a verse expuestos con frecuencia a los ataques del celo de los<br />

enemigos que quieren exterminarlos (Hch. 5:17; 13:45; 17:5); los mismos celos auténticamente<br />

religiosos, pero poco iluminados (Ro. 10:2), animaban a Saulo cuando perseguía a la Iglesia de<br />

Dios (Fil. 3:6; Gá. 1:14; Hch. 22:3). Los cristianos no pueden dejarse contaminar por este celo,<br />

pero su espíritu puede sobrevivir en algunos «partidarios celosos de la ley» (Hch. 21:20).<br />

Cristo, sin embargo, no tenía nada del partido de los zelotes. Se niega a justificar la rebelión<br />

contra el César (Mt. 22:15-21); cuenta, sí, entre sus discípulos a Simón el Zelote (Mr. 3:18; Lc.<br />

6:15), pero condena las reacciones de los «hijos del trueno» (Mr. 3:17; Lc. 9:54), aun aceptando<br />

que se profesen prontos al martirio (Mt. 20:22). Finalmente, en la ocasión de su arresto se niega a<br />

resistir con las armas en la mano (Mt. 26:51 ss), pues no tiene nada de «bandido», es decir, de<br />

«jefes de pandilla» (Mt. 26:55).<br />

Si Jesús rechaza todo espíritu zelote, conserva su pasión para con el reino de los cielos que<br />

«sufre violencia» (Mt. 11:12) y exige el renunciarlo todo, incluso la vida (Mt. 16:24 ss). Los<br />

seguidores de Cristo ven en la expulsión de los vendedores del Templo el gesto justo, al que el<br />

celo por la casa de Su Padre ha de conducir a la muerte (Jn. 2:17).<br />

Hay, en efecto, un celo cristiano, el que muestra Pablo para con las iglesias que él ha fundado,<br />

como amigo del esposo (2 Co. 11:2).<br />

209<br />

nom, CELOSÍA<br />

tip, CONS<br />

vet,<br />

Mencionadas en los pasajes que se refieren a «cerrar», «entrelazar» las puertecillas o ventanas<br />

(Jue. 5:28; 1 R. 6:4; 7:17; 2 R. 1:2; 25:17; Cnt. 2:9; Is. 60:8); las celosías se ponían en los huecos<br />

de los edificios para ver desde dentro sin ser visto de fuera.<br />

Las celosías estaban hechas de una reja construida de diversos materiales, generalmente de<br />

madera.<br />

nom, CENA DEL SEÑOR<br />

tip, CERE DOCT<br />

vet,

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