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Diccionario_Biblico

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Las tres Personas de la Trinidad son mencionadas juntas en la fórmula bautismal (Mt. 28:19) y<br />

en la bendición apostólica (2 Co. 13:13); también en 1 Co. 12:4, 6 y en Ef. 4:4-6, de manera que<br />

queda implicada su distinción. Esta distinción queda además posiblemente destacada aún más<br />

claramente en los pasajes en los que las tres Personas aparecen con funciones distintas: Por<br />

ejemplo, en el bautismo de Jesús, el Padre da testimonio del Hijo, sobre quien desciende el<br />

Espíritu Santo (Mt. 3:16, 17); a su muerte, el Hijo se ofrece al Padre por el Espíritu (He. 9:14);<br />

en Pentecostés, el Padre envía el Espíritu Santo en nombre del Hijo, y el Hijo lo envía de parte<br />

del Padre (Jn. 14:26; 15:26).<br />

En nuestra experiencia de la salvación, la distinción entre las Personas se nos hace clara. Somos<br />

salvados según la presciencia de Dios Padre. Es el Hijo quien se ofreció en sacrificio para la<br />

redención. Es el Espíritu Santo quien aplica las bendiciones (1 P. 1:2). Pero esta distinción no<br />

está limitada a la administración de la salvación, sino que existe desde toda la eternidad en el<br />

seno de la esencia divina (Jn. 17:5).<br />

Para acabar de precisar esta doctrina, debemos mencionar los textos que destacan la unidad entre<br />

las tres Personas; el primer libro en antigüedad del NT, la 1. Epístola a los Tesalonicenses,<br />

presenta al Padre y al Hijo de tal manera unidos, que el verbo que denota la acción de ellos está<br />

en singular, lo que es tan contrario a todas las leyes de la gramática griega como pueda serlo a las<br />

de la gramática de la lengua castellana. «Mas el Dios y Padre nuestro, y nuestro Señor Jesucristo,<br />

dirija (sic) nuestro camino» (1 Ts. 3 11). Jesús dijo de una manera explícita: «Yo y el Padre<br />

somos una sola cosa» (Jn. 10:30). Por su parte el Espíritu Santo está tan estrechamente unido al<br />

Padre y al Hijo que por Su venida al corazón del creyente también el Padre y el Hijo vienen a<br />

morar allí (Jn. 14:17, 23). La subordinación del Hijo al Padre y la del Espíritu Santo al Padre y al<br />

Hijo no implican diferencia alguna de esencia entre las tres Personas.<br />

Para hacer comprender el misterio de la Trinidad, en ocasiones quizá para hacerlo aceptable al<br />

pensamiento humano, los teólogos han recurrido a diversos argumentos y a diversas<br />

comparaciones derivadas del mundo inanimado, y especialmente de la naturaleza humana. Como<br />

no hallamos ninguna argumentación de este género en la Biblia, no corresponde una discusión de<br />

este tema a un diccionario bíblico. Sin embargo, los que deseen estudiar a fondo esta cuestión<br />

hallarán un valioso tratamiento de la misma en la obra de L. S. Chafer, «Teología Sistemática»,<br />

tomo I, PP. 294-313, y en la obra de F. Lacueva, «Un Dios en tres Personas» (PP. 125-166).<br />

(Véase también TRINIDAD).<br />

299<br />

(d) Los atributos de Dios.<br />

A la pregunta ¿quién es Dios? hemos tratado de dar respuesta con la Biblia en la mano: Es Dios<br />

el Padre, Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo. Tenemos que abordar ahora la cuestión que no<br />

puede venir más que en segundo lugar: ¿Cómo es Dios? Aquí es que deberemos mencionar lo<br />

que se denominan los atributos de Dios, esto es, los caracteres por los que se distingue de Sus<br />

criaturas. La Biblia no da una lista de Sus atributos como tal, sino que los muestra en actividad,<br />

de una manera concreta, en la historia de la revelación. De pasada se puede constatar que se<br />

aplican indiferentemente a las tres Personas divinas.<br />

(A) Dios es eterno.<br />

Esto no significa sólo que Dios haya existido siempre, y que siempre existirá (Sal. 90:2; Jn. 1:1;<br />

He. 9:14). Quiere decir además que nuestras nociones del tiempo no le son aplicables (2 P. 3:8).<br />

Por otra parte, no debiéramos por ello llegar a la conclusión de que el tiempo sea algo irreal o<br />

carente de importancia. Nuestros tiempos están en Sus manos, y es a través del curso de los años<br />

que Él manifiesta Su obra (Sal. 31:16; Hab. 3:2). Dios permanece invariable (Sal. 102:28; He.

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