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Diccionario_Biblico

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(c) La humanidad a la que Dios ama y a la que desearía salvar.<br />

«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito» (Jn. 3:16). Jesús<br />

quita el pecado del mundo (Jn. 1:29). Puso su vida en propiciación por los pecados de todo el<br />

mundo (1 Jn. 2:2). Es verdaderamente el Salvador del mundo (1 Jn. 4:14; Jn. 4:42). Él se ofrece<br />

en sacrificio por la vida del mundo (Jn. 6:33, 51). La caída de los judíos ha llegado a ser la<br />

riqueza y la reconciliación del mundo (Ro. 11:12, 15). Dios estaba en Cristo, reconciliando<br />

consigo al mundo (2 Co. 5:19).<br />

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(d) El mundo pecador y malvado, que se aparta de Dios y rechaza su gracia.<br />

Es el medio en el que entró el mal por la caída y donde, desde entonces, reina la muerte (Ro.<br />

5:12). Todos los pecadores andan «según la corriente de este mundo» (Ef. 2:2), que está<br />

enteramente «bajo el maligno» (1 Jn. 5:19). Satanás es, en efecto, llamado el Príncipe de este<br />

mundo (Jn. 12:31; 14:30; 16:11). No es sorprendente que la sabiduría del mundo considere<br />

necedad el Evangelio, y a la inversa (1 Co. 1:20-21), por cuanto el espíritu del mundo está<br />

enfrentado al Espíritu de Dios (1 Co. 2:12). El mundo va más lejos aún, aborrece abiertamente a<br />

Cristo y a sus discípulos en tanto que ama y escucha a los que son suyos (Jn. 7:7; 15:18, 19;<br />

17:14; 1 Jn. 3:13; 4:5). El mundo se ha cerrado para no recibir a Cristo, Palabra y luz de Dios<br />

(Jn. 1:5, 10; 3:19). En realidad Jesús ha venido para iluminar y salvar al mundo (Jn. 12:46-47)<br />

por lo que el Espíritu actúa para convencerlo de pecado (Jn. 16:8). Pero el endurecimiento de los<br />

impíos hará que el mundo sea juzgado junto a su príncipe (Jn. 16:8-11; 12:31). Jesús afirma que<br />

el mundo no puede recibir al Espíritu de verdad, y que Él mismo ya no lo incluye en Su oración<br />

sacerdotal (Jn. 14:17; 17:9). Al no aceptar al Salvador, el mundo queda entonces reconocido<br />

enteramente culpable ante Dios (Ro. 3:19). Esto tiene profundas consecuencias en cuanto a la<br />

actitud del creyente ante el mundo. Esta actitud tiene dos aspectos:<br />

(A) La separación.<br />

De la misma manera que Jesús, no somos del mundo (Jn. 8:23; 17:16). Debemos retirarnos de las<br />

contaminaciones de este mundo (Stg. 1:27; 2 P. 2:20). Nos es preciso huir de todo aquello que es<br />

del mundo y que no es del Padre: la concupiscencia de la carne, la de los ojos y la soberbia de la<br />

vida; así, no podemos amar al mundo, que pasa; pero equivaldría a un adulterio espiritual y a una<br />

rebelión contra Dios (1 Jn. 2:15-16; Stg. 4:4). Tenemos que ponernos en guardia, no fuera que<br />

seamos condenados con el mundo (1 Co. 11:32). Si realmente llegamos a distinguirnos del<br />

mundo, sufriremos su odio y tendremos tribulación; pero podemos sentirnos alentados, porque<br />

Cristo ha vencido al mundo (Jn. 15:19; 16:33) y Aquel que está en nosotros es mayor que el que<br />

está en el mundo (1 Jn. 4:4). El que ha nacido de Dios triunfa sobre el mundo por la fe (1 Jn. 5:4-<br />

5). Sin embargo, ello implica que el mundo esté crucificado para nosotros, y nosotros para el<br />

mundo (Gá. 6; 14).<br />

(B) El segundo aspecto toca a la misión del creyente.<br />

Sería una posición falsa la adopción de una actitud negativa. Cristo, habiendo orado a Dios que<br />

no nos quitara del mundo, sino que nos preservara del mal, nos envía al mundo como Él mismo<br />

fue enviado (Jn. 17:15, 18). Jesús, crucificado y rechazado por el mundo, se ha dado sin embargo<br />

por él. Él sigue orando por la unidad de los verdaderos creyentes, «para que el mundo crea» (Jn.<br />

17:21). El campo al que son enviados los creyentes «es el mundo» (Mt. 13:38). Las tinieblas son<br />

densas, pero nosotros debemos brillar como luminares en el mundo, llevando la Palabra de Vida<br />

(Fil. 2:15). Si cumplimos nuestra misión, seremos semejantes a Noé, que por su fe «condenó al<br />

mundo» (He. 11:7): en efecto, él predicó la justicia y advirtió a sus contemporáneos (2 P. 2:5);<br />

puso a la vista de ellos el arca de la salvación, admitiendo además a animales, y quedando el arca

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