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Diccionario_Biblico

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último y definitivo, en el triple aspecto de Sacerdote, Profeta y Rey. Como Sacerdote,<br />

prefigurado por Melquisedec (Sal. 110); como Profeta, preanunciado por el mismo Moisés (Dt.<br />

18:15); y como Rey teocrático, prefigurado por David (conquistador) y Salomón (rey de paz), y<br />

prometido por Dios al mismo David (cfr. 1 Cr. 17:11-14, que evidentemente van más allá de<br />

Salomón, y contempla ya al Rey mesiánico; cfr. asimismo Jer. 30 y 31).<br />

Otro aspecto de gran importancia en la figura del Mediador es el de «Siervo Sufriente». Como<br />

Mediador, buscando abrir el camino a un perdón justo por parte de Dios, de manera que «él sea<br />

el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús» (Ro. 3:26, véase JUSTIFICACIÓN), para<br />

obrar la reconciliación (2 Co. 18:21). Esta obra la efectuó siendo «herido por nuestras rebeliones,<br />

molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos<br />

nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su<br />

camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros» (Is. 53:56). Fue tomando nuestro<br />

lugar bajo la ira de Dios contra el pecado, habiendo asumido la naturaleza humana, excepto el<br />

pecado, que pudo venir a ser «el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn. 1:29). Un<br />

Hombre capaz, Dios hecho carne, dando satisfacción infinita a Dios Juez por todos los pecados<br />

de la humanidad. Es sobre la base de esta redención efectuada que tiene lugar en el presente la<br />

actividad mediadora de Cristo en el cielo.<br />

(b) La Mediación en el Nuevo Testamento.<br />

Por su encarnación (véase ENCARNACIÓN), Cristo vino a revelarnos al Padre (Jn. 1:49). Por<br />

sus palabras de amor, por sus actos de misericordia y poder, podemos conocer el corazón del<br />

Padre de una manera entrañable y directa. Por mediación de Cristo, Dios el Hijo encarnado,<br />

podemos llegar a conocer verdaderamente que el Dios justo del Sinaí es asimismo AMOR (1 Jn.<br />

4:8).<br />

Así, el concepto de mediación, que se va desarrollando a través de las páginas de la Biblia, desde<br />

el gemido de Job: «No hay entre nosotros [Dios y Job] árbitro que ponga sus manos sobre<br />

nosotros dos» (Jb. 9:33, cfr. v. 32) y a través de todos los tipos y sombras, llega hasta su máxima<br />

y definitiva expresión en Cristo, Dios y Hombre verdadero, aquel que no sólo es Redentor capaz<br />

en base a su doble naturaleza, humana y divina, sino que también es Mediador capaz, en base a<br />

la misma razón. Por ello es que Pablo destaca: «Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios<br />

y los hombres, Jesucristo hombre» (1 Ti. 2:5). En efecto, se trata de Jesucristo como un<br />

verdadero hombre individual que asume nuestra representación ante Dios, de la misma manera<br />

que es como verdadero Dios eterno (cfr. Jn. 1:1, etc.), que se nos revela en su Encarnación y obra<br />

de Redención. Cristo viene a cumplir así el profundo deseo de Job, poniendo, por así decirlo,<br />

sobre el hombro de Dios y sobre el hombro de cada hombre, y aproximando al hombre<br />

enemistado con Dios a un Dios que ha querido obrar y ha obrado la reconciliación (cfr. Col.<br />

1:20), reconciliación que ofrece a todos por el Evangelio de Su gracia, con un llamamiento<br />

entrañable en busca de sus enemigos para ofrecerles la salvación, que alcanza un carácter de lo<br />

más solemnemente patético, mostrando lo infinito del amor y de la compasión de Dios hacia sus<br />

perdidas y errantes criaturas: «así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios<br />

rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios» (2 Co.<br />

20).<br />

(c) La singularidad de Cristo como Mediador.<br />

Una cuestión de gran importancia a considerar es la afirmación bíblica de que Cristo es el único<br />

mediador entre Dios y los hombres. El apóstol Pablo lo deja muy claro en su primera carta a<br />

Timoteo: «Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo<br />

hombre» (1 Ti. 2:5). Cristo mismo ya lo había afirmado en diversas maneras y bajo diferentes<br />

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