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Diccionario_Biblico

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disfrutada en una intimidad sacerdotal. Es una ofrenda que correspondía esencialmente al<br />

santuario.<br />

Todo el sabor de la vida del Señor fue hacia Dios. No vivió para los hombres ni buscando la<br />

alabanza de ellos. Por ello, el tipo del incienso debía ascender íntegramente del altar. La flor de<br />

harina es un tipo de la uniformidad del carácter del Señor: en él ninguna característica descollaba<br />

de las demás como sucede generalmente con los hombres. En el Señor todo era perfección, y<br />

todo ello de manera uniforme y todo para la gloria de Dios. Fue engendrado por el poder del<br />

Espíritu Santo (cuyo tipo es el aceite), y fue ungido por el mismo Espíritu en Su bautismo; Sus<br />

gracias y gloria moral se corresponden con el incienso. En una hermosa relación con el<br />

holocausto continuo cada mañana y cada tarde, habla asimismo una oblación de ofrenda vegetal<br />

perpetua. Era «cosa santísima». No se podían quemar ni levadura ni miel con la oblación de<br />

ofrenda vegetal, pero debía ir acompañada de sal. Las características aquí simbolizadas fueron<br />

claramente evidentes en la vida del Señor (Lv. 2; 6:14-18; Éx. 29:40, 41).<br />

En Lv. 23:17 hay levadura con la ofrenda vegetal allí representada porque es un sacrificio de<br />

primicias que constituye una sombra de la Iglesia, la primicia de las criaturas de Dios, presentada<br />

en Pentecostés en la santificación del Espíritu.<br />

1190<br />

(c) Ofrendas de paz.<br />

Éstas son distintas tanto del holocausto como de la oblación de ofrenda vegetal, aunque está<br />

basada en ambas. Su objeto no era enseñar cómo un pecador podía conseguir la paz ni tampoco<br />

hacer expiación: se trata más bien del resultado de haber recibido bendición, de la respuesta del<br />

corazón a esta bendición. El alma entra en la consagración de Cristo a Dios, el amor y poder de<br />

Cristo como bendición de la familia sacerdotal, y su propio sustento en la vida allí donde la<br />

muerte se ha introducido. La ofrenda de paces podía ser de las manadas o de los rebaños, macho<br />

o hembra. El ofrendante imponía las manos sobre la cabeza de la ofrenda, y le daba muerte. La<br />

sangre era rociada alrededor del altar. Toda la grasa, los dos riñones y la grasa de encima del<br />

hígado se debían quemar sobre el altar, como ofrenda de olor grato a Jehová. Esto era la parte de<br />

Dios, lit. Su pan. El pecho de la ofrenda era mecido como ofrenda mecida y a continuación era<br />

usado como alimento para Aarón, y sus hijos e hijas. La espaldilla derecha era una ofrenda<br />

elevada, y quedaba para el sacerdote que la ofrecía. Por su parte, el ofrendante y sus amigos<br />

comían también de la ofrenda aquel mismo día; si era un voto o una ofrenda voluntaria, podía ser<br />

comida al día siguiente. Lo que quedara de ella tenía que ser quemado con fuego: ello indica que<br />

para que la comunión sea real tiene que ser directa, no demasiado separada de la obra del altar.<br />

La ofrenda de paz iba acompañada de una oblación de ofrenda vegetal, constituida por tortas sin<br />

levadura y hojaldres sin levadura untados con aceite; junto a ello se añadían tortas de pan<br />

leudado. Esto último reconocía la existencia de pecado en el adorador (cfr. 1 Jn. 1:8) que, si era<br />

mantenido inactivo, no lo descalificaba como adorador. Todo lo que tipifica a Cristo era sin<br />

levadura. Que la ofrenda de paz tipifica comunión queda patente de las instrucciones acerca de<br />

su uso: parte de ello era aceptado sobre el altar, recibiendo el nombre de «el alimento de la<br />

ofrenda»; otra parte era alimento para el sacerdote (tipo de Cristo) y de los hijos del sacerdote<br />

(los cristianos); y otra parte era comida por el ofrendante y sus amigos (el pueblo, y quizá<br />

también los gentiles, que en el Reino «se gozarán con su pueblo»). Este pensamiento de la<br />

comunión halla su expresión en la mesa del Señor, en la comunión de la sangre y del cuerpo del<br />

Señor (1 Co. 10:16). Se dice que la ofrenda de paz «pertenece a Jehová»; del mismo modo toda<br />

la adoración pertenece a Dios: es el fruto y expresión de Cristo en los creyentes (Lv. 3; 7:11-21,<br />

28-34).

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