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Diccionario_Biblico

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explícita de María, pero hay numerosos comentaristas que creen que era de ascendencia<br />

davídica. En efecto, le fue anunciado que su hijo recibiría el trono «de David su padre» (Lc.<br />

1:32). Además, en varios pasajes (Ro. 1:3, 2 Ti. 2:8; y cfr. Hch. 2:30) se afirma que Él es, según<br />

la carne, del linaje de David. Por otra parte, hay una gran cantidad de exegetas que opinan que en<br />

Lc. 3:23-28 se da la genealogía de Cristo a través de su madre, en cuyo caso el padre de María<br />

sería Elí. Sea como fuere, el ángel anunció a María que ella era objeto del favor divino, que<br />

tendría un hijo al que llamaría Jesús. Siguió afirmando que sería grande y que sería llamado Hijo<br />

del Altísimo, y que el Señor Dios le daría el trono de David su padre. Reinará eternamente sobre<br />

la casa de Jacob, y su reino no tendrá fin (cfr. Lc. 1:32, 33). María preguntó cómo podría ser tal<br />

cosa, por cuanto ella era virgen. El ángel le respondió que ella concebiría por el poder del<br />

Espíritu Santo.<br />

«Por lo cual también el Santo que nacerá, será llamado Hijo de Dios» (Lc. 1:35). Estas palabras<br />

revelaron a María que ella había sido elegida para ser la madre del Mesías; aceptó con fe y<br />

humildad el honor que Dios le confería de una manera tan misteriosa. El ángel le informó que<br />

Elisabet, su prima, iba a tener también un hijo. María se fue entonces a la población en los<br />

montes de Judá donde vivían Zacarías y Elisabet. A su llegada Elisabet, instruida acerca del<br />

honor hecho a María, pronunció, por inspiración del Espíritu Santo, un cántico de alabanza. Y<br />

María glorificó a Dios con un himno que comenzaba: «Engrandece mi alma al Señor» (Lc. 1:46-<br />

55). El título de «Magnificat», dado a este cántico, es la primera palabra en su versión latina.<br />

Estos cánticos de Elisabet y de María revelan la profunda piedad y el templado gozo de estas<br />

santas mujeres, al meditar acerca del poder y de la gracia de Dios que, mediante los hijos de<br />

ellas, cumplirían las antiguas promesas hechas a Israel y traerían la salvación al mundo.<br />

María se quedó tres meses en casa de Elisabet y bajo su protección; no volvió a Nazaret hasta<br />

poco antes del nacimiento de Juan. José, que se proponía repudiar a María en secreto, supo,<br />

mediante una visión, la causa de su embarazo (Mt. 1:18-21); recibió la orden de tomar a su mujer<br />

con él y de dar al niño el nombre de Jesús: «Porque el salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt.<br />

1:21). José se acordó de la profecía de Isaías: el Mesías debía nacer de una virgen. Obedeció<br />

entonces la orden de Dios, y tomó a su mujer consigo, «pero no la conoció hasta que dio a luz a<br />

su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS» (Mt. 1:24, 25). Este matrimonio protegió a<br />

María y salvaguardó su secreto. El niño tuvo a José como padre legal, y vino así a ser también el<br />

heredero de David.<br />

El nacimiento del niño tuvo lugar en Belén. El emperador Augusto había ordenado que se<br />

efectuara un censo de todo el Imperio, por lo que se tenían que registrar todos los habitantes de<br />

Palestina. José tuvo que dirigirse hacia Belén, porque descendía de David, y María lo acompañó.<br />

No encontrando lugar en el mesón, se vieron obligados a alojarse en un establo, posiblemente<br />

exento de animales a fin de poder dar cabida a la gente que acudía. Allí nació Jesús. Su madre<br />

«lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre» (Lc. 2:7). María, llena de maravilla y de fe,<br />

oyó a los pastores hablar de su visión nocturna, de la proclamación de los ángeles, anunciando el<br />

nacimiento del Salvador. Ella no sabía que su hijo era el mismo Dios manifestado en carne;<br />

discernía solamente que sería el Mesías, y esperó a que Dios revelara la misión de su hijo.<br />

Cuarenta días después de su nacimiento, María y José se dirigieron a Jerusalén, para presentar el<br />

niño al Señor y para ofrecer en el Templo el sacrificio demandado por la Ley (Lv. 12:2, 6, 8).<br />

María ofreció el sacrificio de los pobres (un par de palominos o dos tórtolas). El anciano Simeón<br />

tomó al niño en sus brazos, alabando al Señor que le había permitido ver al Mesías, y después<br />

anunció los futuros sufrimientos de María (Lc. 2:35). José y María volvieron, acto seguido, a<br />

Belén (Mt. 2:11).<br />

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