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Diccionario_Biblico

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dos semanas, derivando hacia el oeste. El apóstol mantuvo la calma y subió los ánimos de la<br />

tripulación y de los pasajeros: un ángel de Dios se le había aparecido y le había asegurado que<br />

todos llegarían a tierra sanos y salvos (Hch. 27:13-26). A la decimocuarta noche, la sonda reveló<br />

la proximidad de tierra. Por miedo a los escollos, echaron cuatro anclas, y esperaron que se<br />

hiciese de día. Al alba, vieron una ensenada con una playa. Habiendo cortado los cables de las<br />

anclas, intentaron llegar allí izando la vela de proa, para varar la nave en la arena (Hch. 27:27-<br />

40), pero la proa había quedado encallada en la arena, y la popa se abría ante el embate de las<br />

olas. Tripulación y viajeros saltaron al agua. Todos se salvaron. La predicción de Pablo se había<br />

cumplido (Hch. 27:41-44). Lucas relata de una manera magistral este dramático episodio. El<br />

valor de Pablo, su fe, el ascendiente que su calma ejerció sobre los demás, todo ello nos muestra<br />

lo que debiera ser el comportamiento de un cristiano ante el peligro.<br />

Los náufragos habían sido arrojados sobre la isla de Melita (Malta), a 93 Km. al sur de Sicilia.<br />

Los isleños testimoniaron su bondad a los desventurados viajeros, y dieron grandes honores a<br />

Pablo cuando él sanó a numerosos malteses (Hch. 28:1-10). Tres meses más tarde, el centurión<br />

hizo subir a soldados y presos a una nave alejandrina. Esta nave, que había invernado en Malta,<br />

llegó a Siracusa, Regio y, finalmente, a Puteoli, puerto de la Italia meridional (muy cercano a<br />

Nápoles). Pablo recibió permiso para pasar siete días con la comunidad cristiana de Puteoli<br />

(Pouzzoles, Hch. 28:11-14). Al enterarse de la llegada del apóstol, los cristianos de Roma<br />

enviaron a hermanos a su encuentro. Pablo se encontró con ellos en el Foro de Apio y en Tres<br />

Tabernas, localidades situadas a 69 y 53 Km. de Roma, respectivamente (Hch. 28:15). El<br />

centurión entregó los presos al prefecto militar (según algunos mss., «el prefecto de la guardia<br />

pretoriana», que en el año 61 d.C. era el célebre Burrus). Mommsem y Ramsay estiman sin<br />

embargo que los prisioneros fueron más bien entregados al jefe de otro cuerpo del que formaba<br />

parte Julio, el centurión, y que estaba encargado de supervisar los transportes de cereales y de<br />

ejercer una cierta vigilancia policial. En realidad, no se sabe a ciencia cierta a quién fue<br />

entregado Pablo; lo que sí es cierto es que le fue encadenado el brazo derecho al brazo izquierdo<br />

de un soldado (Hch. 28:16; Fil. 1:7, 13), y que se le autorizó a alquilar una casa. Las apelaciones<br />

a César implicaban un largo proceso. Después de dos años, Pablo esperaba aún la decisión del<br />

tribunal (Hch. 28:30).<br />

966<br />

(m) Pablo después de su comparecencia ante el emperador.<br />

Al final de Hechos se relata que, tres días después de su llegada a Roma, el apóstol hizo llamar a<br />

los principales judíos, a fin de explicarles la razón de su presencia en Roma, y les citó un día<br />

para exponerles el Evangelio. Como en todas partes, unos lo aceptaron, y los otros lo rechazaron.<br />

Pablo dijo entonces que este mensaje sería predicado a los gentiles, y que ellos sí escucharían. En<br />

efecto, su condición de preso no le impedía dedicarse al ministerio. Los últimos versículos del<br />

libro de Hechos informan que durante dos años Pablo estuvo recibiendo a todos aquellos que<br />

querían entrevistarse con él; él les anunciaba el reino de Dios, y enseñaba acerca del Señor<br />

Jesucristo, sin que las autoridades pusieran obstáculo alguno (Hch. 28:17-31). Las epístolas a los<br />

Colosenses, a Filemón, a los Efesios y a los Filipenses, redactadas durante su cautiverio, arrojan<br />

una luz viva sobre este período. El apóstol escribió indudablemente las tres primeras al principio,<br />

y la carta a los Filipenses hacia el final de su detención. Estas epístolas revelan que había en<br />

Roma fieles amigos del apóstol que le ayudaban en su obra misionera. Entre otros estaban:<br />

Timoteo (Col. 1:1; Fil. 1:1; 2:19; Flm. 1);<br />

Tíquico (Ef. 6:21; Col. 4:7);<br />

Aristarco (Col. 4:10; Flm. 24);

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