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Diccionario_Biblico

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experiencia de los gentiles en casa de Cornelio, que fueron también unidos al cuerpo de Cristo en<br />

el momento de su conversión (Hch. 11:15-16).<br />

Otros pasajes presentan el bautismo como siendo la operación por la cual Dios nos inmerge en la<br />

muerte de Cristo para resucitarnos con Él, quedando «revestidos de Cristo» (Ro. 6:3-4; Gá. 3:27;<br />

Col. 2:12; Tit. 3:5). El bautismo en cuestión es evidentemente el bautismo del Espíritu Santo, del<br />

que el bautismo de agua es el símbolo y testimonio.<br />

377<br />

(H) Don y recepción del Espíritu.<br />

El Espíritu Santo es prometido a todos los creyentes (Hch. 2:38), a los que lo pidan (Lc. 11:13), y<br />

que obedezcan a Dios (Hch. 5:32).<br />

Es un «don» (Hch. 2:38; 5:32; 8:20; 10:45; 11:17; 15:8), que se recibe por la fe (Jn. 7:39; Ef.<br />

1:13; 3:16-17; Gá. 3:2, 5, 13-14; 4:4-7).<br />

Antes de Pentecostés, los discípulos tuvieron que esperar el descenso del Espíritu (Hch. 1:4), lo<br />

que ahora ya no es necesario (Hch. 2:17-18).<br />

Los samaritanos, que eran medio paganos, tuvieron necesidad de la intervención especial de los<br />

apóstoles para recibir el Espíritu (Hch. 8:12, 15-17); sin embargo, Cornelio y sus amigos (que<br />

estaban en nuestra misma situación como procedentes de la gentilidad) recibieron el Espíritu<br />

Santo por la sola fe, al oír lo que Pedro decía, sin la previa imposición de manos ni un anterior<br />

bautismo con agua (Hch. 10:43-48).<br />

Los doce discípulos de Éfeso eran solamente discípulos de Juan, no de Jesús; una vez aceptaron<br />

al Salvador, recibieron el Espíritu (Hch. 19:2-6). «Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es<br />

de él» (Ro. 8:9). Todo el que tenga en claro este punto de capital importancia no carecerá del<br />

testimonio interior del Espíritu (Ro. 8:15-16).<br />

(I) Plenitud del Espíritu.<br />

El Espíritu mora en el corazón del creyente (Jn. 14:16-17, 23; 1 Co. 6:19; Ro. 8:9, 11; 2 Ti. 1:14;<br />

1 Jn. 4:4, 13; Stg. 4:5). Su deseo es el comunicarnos la vida y el poder del Señor (Hch. 1:8; Lc.<br />

4:14, etc.). Podemos contristar al Espíritu Santo al resistirle, al entregarnos al pecado (Ef. 4:30;<br />

cp. 1 Ts. 5:19; Hch. 7:51).<br />

El Espíritu, que mora en nosotros eternamente, no nos abandona (Jn. 14:16); pero deja de<br />

manifestar su poder, y nos comunica su tristeza y nos convence de pecado. ¿Qué se ha de hacer<br />

en tal situación?<br />

(I) Siguiendo 1 Jn. 1:7-9, confesar nuestro pecado, creyendo que la sangre de Cristo nos limpia.<br />

(II) Volver a buscar la plenitud del Espíritu ordenada por Ef. 5:18.<br />

Esta debería ser la experiencia normal de todos los creyentes, como lo fue en los primeros<br />

cristianos: puntales de la iglesia, diáconos, recién convertidos (Hch. 2:4; 4:4, 31; 6:3; 7:55; 9:17;<br />

13:9, 52). Esta plenitud se obtiene mediante la fe, al «beber» el agua viva del Espíritu (Jn. 7:37-<br />

39). No es ésta la experiencia de un instante, sino que tiene que ser renovada cada día, ante cada<br />

necesidad, hasta que llegue el momento de nuestra transformación completa a imagen de Dios en<br />

su presencia (Ef. 3:16-21).<br />

Muchos creyentes, al abandonar su primer amor (Ap. 2:4), han perdido precisamente esta<br />

plenitud que hacía rebosar su corazón en el momento de su conversión. Para volver a hallarla,<br />

debe arrepentiste de su desvío, recibiendo el perdón que Dios ofrece y volver a beber de la fuente<br />

inagotable de la gracia (Jn. 4:13-14; 10:10), al andar no según la carne sino según el Espíritu<br />

para la gloria de Dios (Gá. 5:16-25). (Véase SANTIFICACIÓN).<br />

(J) Unción y dones del Espíritu.

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