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Diccionario_Biblico

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encontrarse, el Espíritu de la profecía entró en ellas. Elisabet, saludando a María, la llamó la<br />

madre de su Señor; María, a ejemplo de la Ana de la antigüedad (1 S. 2:1-10) entonó un cántico<br />

de alabanzas, celebrando la liberación futura de Israel, y el honor que le había sido concedido.<br />

En el tiempo en que Elisabet tenía que dar a luz, María se volvió a Nazaret. Dios mismo<br />

intervino para ahorrarle todo baldón. José, al ver el estado en que se hallaba María, quiso romper<br />

con ella en secreto, sin acusarla en público. Pero Dios no le permitió actuar así. Un ángel le<br />

reveló en sueños la razón del embarazo de María; le dijo que el niño iba a ser el Mesías, y que<br />

debía nacer de una virgen, tal como lo había profetizado Isaías. José obedeció la voz del ángel,<br />

por cuanto su fe era tan profunda como la de María, y no la abandonó. El niño nació de la virgen<br />

María, pero legalmente tuvo al mismo tiempo un padre humano, cuyo amor y honorabilidad<br />

protegieron a María; es evidente que fue ella quien más tarde dio a conocer estos hechos.<br />

Ni Cristo ni Sus apóstoles recurrieron a la concepción virginal como demostración de que Jesús<br />

es el Mesías. Este silencio, sin embargo, no permite atacar la veracidad del relato. El hecho del<br />

nacimiento sobrenatural de Cristo no es susceptible de prueba histórica. Se debe aceptar como<br />

revelación. Sin embargo, el relato de la manera en que Cristo se encarnó concuerda<br />

admirablemente con lo que sabemos de la grandeza del Mesías y de Su misión en la tierra, así<br />

como del hecho testificado de Su resurrección. El Mesías debía ser la cumbre perfecta de la<br />

espiritualidad de Israel, y Jesús nació en el seno de una familia piadosa, que practicaba<br />

celosamente la religión pura del AT. El Mesías debía presentarse de una manera humilde: Jesús<br />

vino del hogar de un carpintero de Nazaret. Era preciso que el Mesías fuera hijo de David: José,<br />

su padre legal, descendía de David, lo mismo que su madre. El Mesías debía ser la encarnación<br />

(véase ENCARNACIÓN) de Dios, uniendo en Su persona la divinidad y la humanidad: Jesús<br />

nació de una mujer, habiendo sido concebido milagrosamente por el poder del Espíritu Santo.<br />

Lucas relata el nacimiento de Juan el Bautista, y cita el cántico profético que surgió de los labios<br />

tanto tiempo silenciados de Zacarías, su padre, a propósito del Precursor (Lc. 1:57-79). A<br />

continuación explica la razón de que Jesús naciera en Belén (Lc. 2:1-6).<br />

Augusto había ordenado el censo de todos los súbditos del imperio, y su decreto incluía<br />

Palestina, aunque estuviera bajo la jurisdicción de Herodes. Pero es evidente que el censo de los<br />

judíos se hizo siguiendo el método judío: no es en el domicilio donde se registraba a cada cabeza<br />

de familia, sino en su lugar de origen. José tuvo que dirigirse a Belén, la cuna de la casa de<br />

David, y María lo acompañó. El mesón, donde los forasteros podían alojarse, estaba ya lleno<br />

cuando llegaron José y María. Sólo encontraron espacio en un establo, que posiblemente era una<br />

cueva adyacente al mesón. Era frecuente el uso de cuevas para cuadras y establos. El relato no<br />

dice que este establo alojara animales; es posible que no fuera entonces utilizado para este<br />

menester. En contra de lo que se piensa entre nosotros, el hecho de alojarse ocasionalmente en un<br />

establo no disgustaba a las gentes en aquel entonces; sin embargo, es bien cierto que el Mesías<br />

vino al mundo en un lugar extremadamente humilde. Había sido destinado a un caminar de<br />

humildad, y María lo acostó en un pesebre (Lc. 2:7).<br />

A pesar de esta gran humillación, Su venida fue solemnemente atestiguada. Unos ángeles se<br />

aparecieron a unos pastores que pasaban la noche con sus rebaños en los campos cercanos a<br />

Belén. Les revelaron el nacimiento del Mesías, el lugar donde había nacido, y proclamaron este<br />

mensaje de alabanza y bendición: «¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena<br />

voluntad para con los hombres!» (Lc. 2:14). Los pastores se apresuraron a ir a Belén, hallaron al<br />

Niño, y relataron lo que habían visto y oído, volviendo después a su lugar. Todos estos hechos<br />

concordaban asimismo, de manera asombrosa, con la misión del Mesías; señalemos, además, que<br />

ello tuvo lugar en medio de gentes humildes del campo, y que pasaron desapercibidos en el<br />

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