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Diccionario_Biblico

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La gran cena (Lc. 14:15-24): La fiesta de la gracia celestial en contraste con los aspectos terrenos<br />

del reino de Dios Todos los que fueron invitados se excusaron no impedidos por cosas malas en<br />

sí, sino por cosas terrenas. Mostraron indiferencia ante la invitación llena de gracia que se les<br />

hacía. Algunos, los pobres y aflijidos de la ciudad, fueron introducidos, y otros obligados a<br />

entrar. Dios llenará Su casa.<br />

El fariseo y el publicano (Lc. 18:10-14). El fariseo daba gracias a Dios que no era como los otros<br />

hombres, mientras que el publicano clamó pidiendo misericordia, y fue a su casa justificado<br />

antes que el otro.<br />

Los dos deudores: A aquella mujer le fue perdonado mucho, y amó mucho: no le fue perdonado<br />

mucho porque amara mucho (cfr. Lc. 7:36-47).<br />

El juez injusto (Lc. 18:1-8). Lo que el Señor presenta aquí es que tenemos «necesidad de orar<br />

siempre y no desmayar» (cfr. Lc. 18:1). Dios dará la respuesta en el momento adecuado y los<br />

elegidos de la tierra serán salvos.<br />

Los obreros de la viña (Mt. 20:1-16). Aquí Dios pregunta, en Su soberanía «¿No me es lícito<br />

hacer lo que quiero con lo mío?» El hombre pretende esta libertad para sí mismo y en cambio<br />

murmura contra la soberanía de Dios: «Muchos son llamados, mas pocos escogidos» (Mt. 20:15,<br />

16). Nótese también que en esta parábola se da respuesta a la pregunta de Pedro en Mt. 19:27; el<br />

capítulo 20 prosigue el tema y muestra el espíritu de la gracia soberana en contraste con el<br />

espíritu mercenario del corazón del hombre.<br />

(d) Las varias responsabilidades de los hombres. Aquí hallamos:<br />

El buen samaritano (Lc.10:29-37). Esta parábola fue dada en respuesta a la pregunta de: «¿Quién<br />

es mi prójimo?» El Señor era verdaderamente el Buen Samaritano, y después de haber descrito el<br />

curso que Él había tomado, añadió: «Ve, y haz tú lo mismo» (v. 37).<br />

El rico insensato (Lc. 12:16-21). La moraleja que se desprende de esta parábola es: «Así es el<br />

que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios» (Lc. 12:21).<br />

El mayordomo infiel: Sacrificó el presente por el futuro, por lo que el dueño lo alabó, no por su<br />

injusticia, sino por su sabiduría (Lc. 16:143). El Señor aplica esta parábola de la siguiente<br />

manera: «Ganad amigos por medio de las riquezas injustas (posesiones del mundo), para que<br />

cuando éstas os falten, os reciban en las moradas eternas.» Dar a los pobres es prestar al Señor, y<br />

hacerse tesoro en los cielos. El Señor exhorta así a sus oyentes a ser (a diferencia del mayordomo<br />

infiel) fieles en su administración de las riquezas de injusticia (que no pertenecen al cristiano a<br />

título de propiedad), a fin de que les puedan ser confiadas las verdaderas riquezas.<br />

El rico y Lázaro (Lc. 16:19-31). Más que una parábola, es una historia. Nada se dice<br />

expresamente del carácter moral de estos dos hombres, aunque se deduce una gran insensibilidad<br />

y egoísmo por parte del rico (cfr. Lc. 16:20, 21). En el AT se había enseñado que la marca del<br />

recto debería ser la prosperidad externa (Sal. 112:2, 3). En el reino en su nueva fase, y en<br />

consecuencia al rechazamiento de Cristo, la posesión de las riquezas deja de ser señal del favor<br />

divino. Ésta era una necesaria lección para el judío. Es muy difícil que se salve un rico, pero a los<br />

pobres se les anunciaba el Evangelio (Mt. 11:5; Lc. 11:22). El pobre Lázaro fue llevado al seno<br />

de Abraham, y el rico fue a la perdición. En el otro mundo se invierten las condiciones del<br />

mundo presente. Aquí prosigue la enseñanza de la parábola del mayordomo injusto: el rico no<br />

estaba sacrificando el presente por el futuro. Se da también una vivida imagen de la inalterable<br />

condición de los perdidos.<br />

El siervo inmisericorde (Mt. 18:23-35). Aquí se ilustra el gobierno de Dios, que no es invalidado<br />

por Su gracia. Se revela que Dios recompensará a Su pueblo según la forma en que ellos actúen<br />

hacia los demás (cfr. Mt. 7:2). Es indudable también que esta parábola tiene otra aplicación,<br />

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