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Diccionario_Biblico

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ver, DEMONIOS, ENDEMONIADO<br />

vet,<br />

El origen primero de la enfermedad y de la muerte debe ser buscado, evidentemente, en el<br />

pecado y en la caída. El hombre, hecho a imagen de Dios por una creación perfecta, estaba<br />

destinado a una vida venturosa y eterna, y no a los sufrimientos físicos y morales a los que se<br />

halla sometido (Gn. 1:27, 31; 2:7; 3:22). Por el pecado, la muerte hizo su aparición, con las<br />

enfermedades y dolencias que llevan a ella (Ro. 5:12). Está claro asimismo que la violación de<br />

las leyes físicas y morales conduce, con mucha frecuencia, a la enfermedad y al desequilibrio<br />

psíquico (p. ej., el alcoholismo y la licencia sexual, Pr. 2:16-19; 23:29-32). En cambio, el respeto<br />

a los mandatos divinos tiene con gran frecuencia el efecto de mantener la salud» (Pr. 3:8; 4:20-<br />

22).<br />

La enfermedad puede ser asimismo el castigo de un pecado concreto (Dt. 28:58-61: 2 S. 24:15; 2<br />

R. 5:27), o puede provenir de las faltas de los padres (Éx. 20:5),y puede también alcanzar a los<br />

cristianos que no se juzgan a sí mismos abandonando sus desobediencias (1 Co. 11:30-32). Sin<br />

embargo, la Biblia destaca que no toda enfermedad es necesariamente el resultado de un pecado<br />

personal. Job era íntegro, recto, temeroso de Dios, apartado del mal, hasta el punto de que no<br />

había ninguno como él en toda la tierra. Con todo, Dios tuvo a bien mandarle una prueba, para su<br />

crecimiento espiritual (Jb. 1:8; 2:5-7). Ni el ciego de nacimiento ni sus padres habían provocado<br />

por sus pecados esta ceguera, que hizo manifestar la gloria de Dios (Jn. 9:2-3). A Pablo le fue<br />

puesto un aguijón en la carne, no porque hubiera pecado, sino para guardarle del orgullo debido a<br />

las revelaciones inauditas del Señor (2 Co. 12:7).<br />

La Biblia revela que, en ocasiones, Satanás puede ser el agente que provoca ciertas enfermedades<br />

(Jb. 2:6-7; Lc. 13:16; Hch. 10:38; en cuanto a las posesiones demoníacas, véanse DEMONIOS.<br />

ENDEMONIADO). Pero no puede ir más allá de lo que le permita el Señor, siempre poderoso<br />

para socorrer a los que a Él se allegan.<br />

(a) La obra de Cristo.<br />

Según Is. 53:4-5, el Mesías llevó nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores, y por sus<br />

llagas fuimos nosotros curados. Un primer cumplimiento de esta profecía estuvo en el ministerio<br />

de sanidad del Señor en Palestina (Mt. 8:16-17). Sus milagros de todo tipo fueron la señal de su<br />

victoria sobre el mal y sobre la muerte, además de la prueba deslumbrante de su propia<br />

divinidad. Pero fue sobre la cruz que llevó nuestro pecado, con todas sus consecuencias físicas y<br />

morales; es allí que consiguió para nosotros la redención total del alma y cuerpo. Por ello,<br />

cuidémonos de no caer en confusiones acerca de estos extremos. Habiendo quedado expiado el<br />

pecado, Dios da a todos los que creen el perdón y el nuevo nacimiento espiritual. Pero la<br />

«redención del cuerpo», su transformación gloriosa en resurrección para los muertos en Cristo, o<br />

en vida para los que vivan a su venida, es todavía futura (Ro. 8:23). Al esperar esto, «gemimos<br />

dentro de nosotros mismos», ya que, aunque «el [hombre] interior se renueva de día en día»,<br />

«éste nuestro hombre exterior se va desgastando». Nuestro cuerpo es un tabernáculo perecedero<br />

dentro del cual «gemimos con angustia», ya que está para ser destruido (2 Co. 4:16; 5:1-4). Así,<br />

no es correcto decir, como algunos lo afirman, que «por la expiación de la cruz quedó de<br />

inmediato conseguida la sanidad de todas nuestras enfermedades desde hoy; que no se puede<br />

estar enfermo si se anda cerca de Dios; que el Señor no tiene otra voluntad que la de sanar, y que<br />

es ofenderle el decirle: Señor, sáname si Tú quieres». Por cuanto nuestro cuerpo envejece y que<br />

un día tendremos que abandonarlo, no nos sorprende ver en 2 R. 13:14: «Estaba Eliseo enfermo<br />

de la enfermedad de que murió.» Además de Job, las Escrituras nos muestran a otros creyentes<br />

que andaban muy cerca de Dios, y no obstante padeciendo enfermedades:<br />

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