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PERSONAJES MITOLÓGICOS - e-Spacio - UNED

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Hemos optado por la segunda opción por más de una razón. En primer lugar, nos parece<br />

que toda referencia mítica cobra una entidad distinta si es utilizada en una obra de<br />

contenido mitológico que en aquellas que tienen otro asunto como argumento, con lo<br />

que no parece apropiado combinarlas en nuestro análisis, pues podrían desvirtuar mucho<br />

el resultado. Las alusiones míticas en dramas de argumento ajeno al mito son, por lo<br />

general, simples fórmulas estereotipadas que poco o nada aportan al estudio de su<br />

recreación. En segundo lugar, y como ya hemos expresado, pretendemos que nuestro<br />

trabajo sea algo más que un diccionario, que pueda llegar a ofrecer una visión de<br />

conjunto de la obra mitológica de Calderón. Por otra parte, es una tentación irresistible<br />

atenerse a la unidad que supone el corpus mitológico calderoniano, un todo heterogéneo<br />

en su forma (autos sacramentales y comedias de muy diversa naturaleza) pero<br />

íntimamente trabado por su inspiración en el mito grecorromano. Estas obras componen<br />

un conjunto extraordinario en la recreación de aquella antigua tradición, de una<br />

ambición y alcance inéditos en toda la literatura europea a ese nivel literario. Porque no<br />

estamos hablando de un manual mitológico que reproduzca de manera prosaica aquella<br />

sabiduría antigua, sino de una nueva versión literaria del mito con una extensión,<br />

variedad y profundidad sorprendentes.<br />

Esta percepción como un gran corpus unitario de las veintiocho obras consideradas ha<br />

prevalecido sobre las diferencias genéricas o tipológicas de la obra concreta. Se podrá<br />

objetar que el tratamiento de un personaje mitológico en una zarzuela poco tendrá que<br />

ver con el recibido en un auto sacramental, y es cierto. Pero esta circunstancia<br />

enriquece, a nuestro juicio, la recepción de ese mito con nuevos matices, lo incardina en<br />

los valores y la estética de la época sin llegar a desnaturalizarlo al extremo de que se<br />

rompa su vínculo temático con las fuentes clásicas que lo fundamentan. Es decir, la<br />

esencia clásica sobrevive en todos los contextos y da unidad a nuestra visión del tema.<br />

Aunque Calderón cultivó el drama mitológico desde fecha muy temprana (El mayor<br />

encanto, amor, su primera composición de este tipo, fue estrenada en 1635), la mayor<br />

parte de estas obras, tanto las comedias como los autos sacramentales, fueron<br />

compuestos por nuestro autor en la segunda mitad del siglo, cuando, tras su ordenación<br />

sacerdotal en 1651, restringió su creación literaria a los dramas de corte (todas las<br />

comedias mitológicas están compuestas para ese fin) y a los autos sacramentales, que de<br />

manera regular le reclamaban algunos ayuntamientos (principalmente el de Madrid)<br />

para las fiestas del Corpus Christi.<br />

Como ya hemos anticipado, las recreaciones mitológicas de Calderón responden a<br />

diversos géneros y subgéneros dramáticos. La diferencia más obvia, y la única que<br />

nosotros hemos tenido en cuenta en la estructura de nuestro trabajo, es la que existe<br />

entre los nueve autos sacramentales y las diecinueve comedias. Entre éstas, sin<br />

embargo, hay una gran variedad en razón a su planteamiento dramático y ejecución<br />

escénica, desde una tragedia en dos partes de tres jornadas cada una, como La hija del<br />

aire, que supone un verdadero alarde de arquitectura teatral, hasta zarzuelas de uno o<br />

dos actos, concebidas en una alternancia de música y recitado como una composición de<br />

tono más ligero (La púrpura de la Rosa o El laurel de Apolo), pasando por auténticas<br />

óperas en las que el canto alcanza a toda la obra, como en el caso de Celos, aun del aire,<br />

matan. También tenemos comedias de tres actos, más cercanas en su planteamiento al<br />

prototipo de capa y espada cultivado con tanto éxito en nuestro teatro áureo, como<br />

podrían ser Fineza contra fineza o Amado y aborrecido. Una riqueza y variedad<br />

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