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PERSONAJES MITOLÓGICOS - e-Spacio - UNED

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El uso literario del antropónimo<br />

En líneas generales, el nombre designa a un personaje cuyo perfil se va desarrollando a<br />

lo largo del drama. Su uso metonímico o metafórico es moderado, no va más allá de las<br />

pautas retóricas ya practicadas en la literatura clásica grecolatina. Igual que de la<br />

abstracción se pasó al nombre propio (casos de Eco o Alecto), hay nombres propios<br />

cosificados, al designar realidades o ideas sin ningún matiz personal: Anfitrite o<br />

Neptuno son, en algunos de los ejemplos encontrados, sinónimos literarios del mar:<br />

Pues tu esquife está en la playa, / vuelve a cortar, vuelve a abrir / las espumas de<br />

Anfitrite… MEA, 1621). Atlante en ocasiones figura un gran monte o palacio, lejos ya<br />

de la singularidad de su persona (¿Ves el monte que dices, o el Atlante, / que atalaya del<br />

sol, al sol se atreve…? TMP, 1579). Himeneo no es sino un anuncio de boda, sin que el<br />

personaje aporte mayor desarrollo argumental (A las bodas felices de cuatro / amantes<br />

afectos, / con dobladas antorchas de tea / ven, Himeneo, / y tejiendo de mirtos y rosas /<br />

guirnaldas a Venus, / a coronar sus sienes altivas, / ven Himeneo ALA, 1970). Hay<br />

dioses que, como Marte, en algunas ocasiones se lexicalizan hasta equivaler a un<br />

nombre común: …y después en fin que yo, / dejándoos triunfante y quieto, / dejé<br />

descansar a Marte, / colgando el arnés sangriento… (ALA, 1945). Tal sucede también<br />

en ocasiones con el nombre de los vientos, que pierden sus características específicas<br />

para cobrar un sentido general, comenzando por Éolo, su máximo representante: Viendo<br />

pues que perecían / todos al rigor de Eolo (CYP, 10).<br />

Más interesante nos parece el ajuste entre el nombre y el personaje mitológico que<br />

representa. A este respecto tenemos que advertir que no hemos estimado en nuestro<br />

recuento aquellos casos en que el nombre, por mucho abolengo clásico que exhiba, no<br />

se corresponde con su perfil mitológico. Hay algunos casos en que ese nombre no es<br />

utilizado nunca en relación con su leyenda (en el ámbito de las obras estudiadas). Un<br />

ejemplo interesante lo encontramos en una denominación tan conocida como Tisbe.<br />

Protagonista de una cantidad innumerable de fábulas derivadas de una de las leyendas<br />

mitológicas más difundidas en el barroco español, Calderón no hace uso de su mito,<br />

pero sí de la apelación. Tisbe es el nombre de una de las sirvientas de Circe en El mayor<br />

encanto, amor, donde nada tiene que ver con la desdichada amante de Píramo.<br />

Pero una tipología aún más significativa es la de nombres que unas veces son utilizados<br />

con arreglo a su leyenda antigua y otras en referencia a un personaje totalmente ajeno a<br />

ella (en este segundo uso, tampoco los hemos registrado en nuestro cálculo, aunque<br />

llamemos la atención sobre la circunstancia). Entre los varios ejemplos de este supuesto,<br />

tenemos uno muy característico, el de Anteo, el temible gigante hijo de la Tierra que se<br />

batió con Hércules y que se mostraba invencible siempre que entraba en contacto físico<br />

con su madre. A ese perfil mítico tradicional corresponde su nombre en Fieras afemina<br />

amor. Pero resulta que nos volvemos a encontrar así denominados en las comedias<br />

analizadas a otros cinco personajes que nada tienen que ver con el Anteo mitológico:<br />

como compañero de Ulises en El golfo de las sirenas; como simple pastor en El laurel<br />

de Apolo; como pastor y, al mismo tiempo, diestro cazador, en La púrpura de la rosa;<br />

como venerable anciano en la segunda parte de La hija del aire; y como padre de Irífile,<br />

una de las protagonistas, en La fiera, el rayo y la piedra. Este uso de nombres míticos<br />

(que Calderón ha utilizado con propiedad en alguna de sus comedias) para personajes<br />

sin relación alguna con su mito, se repite en los casos de Amaltea, Céfiro, Doris, Épafo,<br />

Erífile, Flora, Friso, Licas y Pandión. El caso de Flora es, tal vez, el más acusado de<br />

esta tendencia, pues además de pareja de Céfiro, es un nombre extraordinariamente<br />

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