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PERSONAJES MITOLÓGICOS - e-Spacio - UNED

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incluso bien visto, y que los propios creadores asumieran internamente que ningún<br />

riesgo para la fe católica podía derivarse de la manipulación de estos materiales. Es más,<br />

una vez traducidos a la moral cristiana, podían constituir un asunto edificante. Sin duda<br />

que en esa creencia estaba Calderón al componer estas obras, por mucho que él se<br />

concentrara en el atractivo literario y simbólico del mito original.<br />

Pero es mucho más incierto el impacto real de sus teorías moralizantes sobre la obra de<br />

los escritores contemporáneos. De hecho, la impresión del análisis al que hemos<br />

sometido a los personajes de Calderón nos ha persuadido de que el autor madrileño, de<br />

quien nadie discute la profundidad de su pensamiento filosófico y moral, dota de un<br />

nuevo y peculiar simbolismo al mito, así como de una nueva carga moral, muy alejada,<br />

por lo común, de las propuestas alegóricas de los compendios mitológicos, mucho más<br />

simples y doctrinales. En cualquier caso, tenemos la impresión de que nunca se vio<br />

atenazado por aquellas interpretaciones, que, por otra parte, eran notablemente<br />

disímiles, según los autores y las múltiples versiones ofrecidas por estos.<br />

Tal vez sea interesante acudir a algunos ejemplos concretos para avalar esta opinión. En<br />

El Laurel de Apolo se recrea el mito de Apolo y Dafne. Pérez de Moya 1148 ofrece como<br />

explicación alegórica del célebre episodio un canto a la castidad de la joven ninfa,<br />

representada por los árboles siempre verdes como el laurel. ¿Podríamos decir que el<br />

Laurel de Apolo, la comedia en que Calderón utiliza esta historia como soporte<br />

argumental, se fundamenta en semejante explicación? ¿Que todo su desarrollo<br />

dramático obedece a este propósito alegórico? Una zarzuela de tono más bien<br />

desenfadado, que pretendía divertir (y adular) al rey Carlos II y su selecto<br />

acompañamiento cortesano, entreverada de los galanteos al uso de la comedia de la<br />

época, no parece el mejor formato para desarrollar semejante precepto moral. La<br />

comedia sigue con bastante fidelidad el mito tal cual aparece en Ovidio, con lo que todo<br />

indica que aquí Calderón prescindió de intermediarios, aunque siempre podría presentar<br />

a la Filosofía secreta como argumento ante algún severo moralista escandalizado por la<br />

insobornable frescura y amoralidad del mito antiguo. Ovidio era el autor clásico más<br />

peligroso. No en vano, y aunque fuera de nuestras fronteras, en Inglaterra, la traducción<br />

de las Metamorfosis de Ovidio al inglés debida a Christopher Marlow fue prohibida y<br />

quemada públicamente en 1599. Y en España, su Ars Amandi (junto con el Asno de Oro<br />

de Apuleyo) constituían las dos únicas obras clásicas que aparecen en el Índice<br />

Expurgatorio de la Inquisición 1149 .<br />

Pérez de Moya dedica un capítulo al mito de Narciso. En su declaración moral<br />

considera a esta hermosa leyenda como una advertencia contra la excesiva vanagloria.<br />

Ya hemos comentado, a propósito de la amplificación del mito, la utilización que<br />

Calderón hace de esta historia. Antes de nada, se percibe una relación muy directa con<br />

el texto ovidiano que hace totalmente innecesaria la narración del mito en Pérez de<br />

Moya, pero es que su visión ideológica desborda por todos los lados la simplicidad del<br />

planteamiento del mitógrafo. El desvanecimiento de Narciso es cosa menor ante la<br />

presión que sobre él ejerce su violenta concepción y el peso del destino, el problema de<br />

la difícil relación con su madre, el riesgo del conocimiento, y otras muchas cuestiones<br />

de un alcance muy superior al de las explicaciones alegóricas del manual mitológico.<br />

1148 PÉREZ DE MOYA, Filosofía secreta, IV, 31.<br />

1149 MENÉNDEZ PELAYO (1982, 43, nota).<br />

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