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PERSONAJES MITOLÓGICOS - e-Spacio - UNED

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En el código alegórico del auto sacramental, Eurídice representa, en ambas<br />

composiciones, a la Naturaleza Humana, hermosa esposa de Orfeo (Jesús) revestida de<br />

todas las gracias. Así se nos dice en un curioso pasaje pseudofilológico: No hay Ciencia<br />

de que no esté / dotada, tanto, que al verla / tan sabia, que incluye toda / la Erudición<br />

de las Ciencias, / Eurídice la han llamado / los que al pronunciarla alteran / el Nombre<br />

de Erudición / el acento o la cadencia / (¡cuáles están, aunque en griego / les hablo, la<br />

boca abierta!) (1847). Aunque es objeto de la creación divina, ha sido dotada de libre<br />

albedrío, y esa libertad es el eje argumental y doctrinal del auto (Sobre todos esos sois /<br />

en quien mi voz se ejecuta / lo imperioso y lo atractivo, / de su libre albedrío usa 1842).<br />

El Príncipe de las tinieblas, amparado en esa libertad de elección, tratará de apoderarse<br />

de ella por cualquier medio. Orfeo, el creador, considera a Naturaleza Humana su<br />

esposa, con quien vive feliz en el paraíso, mientras tú advertida vivas / de que entre<br />

flores y rosas / puede haber áspid que intente / verter la amarga ponzoña / de sus iras,<br />

infestando / la más matizada poma (1845). Envidia, en trazas de agricultor, tienta a<br />

Eurídice (Dríade, ninfa del Agua / hay quien diga que es 1847) para que pruebe la única<br />

fruta del jardín que le ha sido vedada. Ella cede con facilidad y de inmediato empieza a<br />

sentir los síntomas de su error, pasando la creación de ser un lugar apacible y ameno a<br />

convertirse en un temible caos. Desmayada, Eurídice cae en manos del Príncipe de las<br />

tinieblas, que se la entrega a Leteo, quien le asegura que no saldrá de su poder (Temor<br />

no tengas, / que ya en mi poder y ya / introducida mi fiera / saña en los mortales, haya /<br />

quien pase mi línea y vuelva 1850). Pero Orfeo, que debe superar el trance de la muerte<br />

para salvar a su esposa, acepta este supremo sacrificio y obliga al Príncipe de las<br />

tinieblas a devolver a Eurídice. Aunque siempre podrá volver la tentación, Orfeo le ha<br />

asegurado medios de vencerla: en la nave de la Vida / tendrá Sacramentos tales / que en<br />

ellos ese peligro / enmiende, asegure y salve (1854). La nave se refiere a la Iglesia, y el<br />

sacramento fundamental es el de la eucaristía, cuya exaltación es la última intención de<br />

esta obra literaria. La composición acaba con un canto colectivo dirigido a la Naturaleza<br />

Humana: A la nave de la Iglesia, / la Naturaleza pase, / buen viaje, buen pasaje; / pues<br />

la nave de la Iglesia / es de la vida la nave, / buen pasaje, buen viaje (1855). Por lo que<br />

se refiere a la primera versión del auto, tan sólo nos parece interesante hacer mención de<br />

otra pseudo-etimología (a las que nuestro dramaturgo se muestra tan aficionado) que da<br />

Calderón de Eurídice, y para cuyo éxito le sobran un par de sílabas a la palabra 435 :<br />

Eurídize he de llamarme / que Eurídize significa / justicia… (1822).<br />

B] Las versiones más conocidas del mito de Orfeo y Eurídice en el mundo clásico, y<br />

que más han influido en la posteridad, son las debidas a Virgilio 436 y a Ovidio 437 (para<br />

más detalles, cf. Aristeo y Orfeo). Ambos poetas nos cuentan que Eurídice, huyendo de<br />

Aristeo, que trataba de forzarla, pisó sin advertirlo una serpiente venenosa que le<br />

produjo la muerte. Orfeo, contristado por la pérdida, no se resigna y acude al Hades en<br />

su procura. Contra la implacable lógica de la lóbrega mansión, logra suavizar con su<br />

canto a los monstruos que evitan cualquier fuga, pero que permitirán salir a su mujer del<br />

infierno, con la condición de que Orfeo no la vuelva a contemplar hasta que haya salido<br />

a la luz del sol. Cuando ya estaba a punto de salvarse, Orfeo no pudo contener su<br />

curiosidad y volvió hacia ella la vista. Y al hacerlo, Eurídice se desvaneció para siempre<br />

en las sombras de la gruta infernal. Orfeo vagará desesperado por parajes solitarios<br />

436 Verg. G. IV 453-484.<br />

437 Ov. Met. X 1-105; XI 1-65.<br />

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