PERSONAJES MITOLÓGICOS - e-Spacio - UNED

encantos del amor. Y dormido entre estos deleites es como Yole (y las Hespérides y, en
general, todas las mujeres agraviadas, así como Cupido y Venus) ejecutan su venganza:
cambian su pica por una rueca, le peinan las greñas en trenzas y le dan un aspecto
afeminado. Cuando despierta y le ponen un espejo delante no puede dar crédito a lo que
ve: ¿Yo con mujeriles señas? (2061). Es el momento de la venganza para Yole, quien lo
está contemplando al mismo tiempo que el ejército, y lo hace con acento reivindicativo:
No dirá sino que Yole, / vengando en él sus ofensas, / vengó también las de todas las
mujeres (2061). Al fin, Yole queda encumbrada como reina de Libia y Hércules,
humillado. Todo acaba con una gran exaltación del amor en la que Calíope vuelve a dar
un aviso sobre la conducta machista del héroe: …para que vea / quien quiso que las
mujeres / esclavas del hombre sean, / que él es su esclavo, pues es / esclavo de amor
por ellas (2062).
Muy relacionada con la trama de esta comedia está la única alusión que se hace al héroe
en El monstruo de los jardines, donde al final de la obra Aquiles se desembaraza de su
disfraz femenino y decide asumir su destino: Estos adornos viles, / que afeminaron el
valor de Aquiles, / dejaré, por ejemplo, / colgados en el templo, / de Amor, donde
estaba, / trocada en rueca, de Hércules la clava (2018).
Y, por último, nos volvemos a encontrar con Hércules en el auto sacramental El divino
Jasón. En él Hércules es cristianizado, asumiendo la identidad de San Pedro, firme roca
de la Iglesia. Participa en la aventura de los Argonautas, pero en clave celestial:
Hércules quiere decir / invencible, y si sois peña, / vuestro nombre mismo enseña / que
sois Hércules (62). Siguiendo este juego alegórico, la clava del gran héroe griego se
convierte en la llave de San Pedro. Calderón explota aquí la parte más noble de
Hércules, su estampa de héroe invulnerable.
De todo lo dicho se deduce que Calderón centró su atención sobre el gran personaje
legendario en unos episodios muy concretos y un tanto periféricos con respecto al
núcleo central de su leyenda, los famosos doce trabajos. Obviamente, nuestro
dramaturgo conocía esa tradición y a ella alude en su obra, pero sólo de pasada, como
en Fieras afemina amor: Si vencí las serpientes en la cuna, / la Hidra feroz en la
Lernea laguna, / si en Calidonia al fiero / Espín, si en el abismo al Cancerbero / y al
toro de Aquelóo en Tesalia… (2026). Calderón no está tan interesado en reproducir con
fidelidad la asombrosa leyenda del Hércules grecorromano como en utilizar a este
famoso personaje como prototipo en alguno de los temas que más interesaban al autor y
a su auditorio. Esa es la razón por la que en Calderón encontramos un Hércules muy
ajeno al que estamos acostumbrados a tratar en el mundo clásico. En Los tres mayores
prodigios se desnaturaliza su figura, convirtiéndose en un hombre obsesionado por los
celos y el honor, cuestiones tan propias de la España del milseiscientos como
absolutamente ajenas a la tradición griega del personaje. La historia de Hércules y
Deyanira ejemplifica las funestas consecuencias de los celos y la desconfianza en una
pareja, desconfianza provocada por el tema más obsesivo del drama español del Siglo
de Oro, la honra. Ese Hércules mortificado por el qué dirán nada tiene que ver con el
gran héroe de la mitología antigua. En Fieras afemina amor Hércules aparece
caricaturizado como ejemplo patológico de rechazo a la pasión amorosa, rasgo también
ajeno al espíritu de la leyenda griega. Se carga al personaje con un carácter misógino
(no sólo rechaza el amor, su aversión incluye también a la mujer en cuanto tal) que no
se corresponde con su mito, plagado de aventuras amorosas y de innumerables
descendientes (entre ellos los famosos Heraclidas). Y de sus relaciones con mujeres
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