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PERSONAJES MITOLÓGICOS - e-Spacio - UNED

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italianos, con Lotti a la cabeza 65 . El gran éxito de Calderón es haber conseguido<br />

preservar la calidad literaria del texto, su gran fuerza simbólica, sin por ello renunciar a<br />

la increíble espectacularidad de los efectos escénicos o a la decidida incorporación de la<br />

música y la danza.<br />

La resuelta apuesta de Felipe IV y su célebre valido el Conde-Duque de Olivares por el<br />

teatro, hizo que Calderón, a partir de 1640, dispusiera de un espacio teatral específico<br />

para la representación de este tipo de dramas, el Coliseo del Buen Retiro. Es muy<br />

probable, a juicio de muchos testimonios directos e indirectos (entre ellos, las propias<br />

anotaciones escénicas de las obras representadas), que no hubiera en toda Europa un<br />

lugar más idóneo para la representación de este tipo de obras. Hay que pensar que fue<br />

construido con ese fin concreto, y contando con los requerimientos de estas<br />

representaciones, sin reparar en gastos, pues sobre la conciencia del valido y su monarca<br />

pesaba la convicción de que tanto el recinto como las representaciones que tenían lugar<br />

en el mismo, eran el principal escenario de enaltecimiento de la monarquía y la<br />

principal máquina publicitaria ante la propia corte, desde la que esa imagen se irradiaba<br />

al pueblo, y ante los representantes de otras monarquías europeas. Calderón se encontró<br />

con todo con lo que un creador podría soñar: a su excepcional talento pudo sumar el<br />

favor de la corte y una infraestructura construida a propósito para la representación de<br />

su obra. Los mejores escenógrafos, los mejores músicos, compañías profesionales de<br />

teatro, seguridad económica, un reconocimiento constante a su labor…<br />

Calderón, y no es la faceta más divulgada de su enorme talento artístico, fue un soberbio<br />

precedente de la integración de las artes, sólo parcialmente conseguida en la ópera, en la<br />

que el libreto se sometió invariablemente a la música y al aparato escénico, y tal vez<br />

culminada en el cine, que da cobijo a todas las artes imaginables, aunque su relación<br />

con el espectador sea indirecta y muy fría. Si nos tuviéramos que imaginar a Calderón<br />

en la época moderna, el perfil que más se nos ajusta sería el de un exitoso director de<br />

cine, de la espectacularidad (y profundidad dramática) que en algunas de sus películas<br />

han conseguido cineastas como Spielberg o Coppola.<br />

El otro espacio en que se representan sus otras obras dramáticas de argumento<br />

mitológico, los autos sacramentales, son las calles y plazas de la ciudad (de Madrid,<br />

esencialmente, aunque también escribiera una composición de este tipo para Toledo, y<br />

sus autos tuvieran frecuentes reestrenos en otras ciudades españolas) 66 . Los autos<br />

sacramentales, contra lo que pudiera parecer a primera vista a un observador moderno,<br />

son la composición más popular del teatro español del XVII. Frente al carácter<br />

decididamente elitista de la comedia palaciega, o a las trabas que supone, en la comedia<br />

de corral, la limitación del espacio y el cobro de una entrada, el auto sacramental es<br />

65 Es muy significativa, por su claridad y la elegancia en su redacción, la respuesta que dio Calderón a Lotti ante el<br />

planteamiento escénico que hacía el italiano para la puesta en escena de El mayor encanto, amor: Aunque está<br />

trazada con mucho ingenio, la traza de ella no es representable, por mirar más a la invención de las tramoyas que al<br />

gusto de la representación. En este breve pasaje se compendia de forma admirable el pensamiento de Calderón ante<br />

el problema del difícil encaje de las distintas piezas del drama palaciego. La respuesta autógrafa de Calderón se puede<br />

leer en formato facsímil en REGUEIRO y REICHENBERGER (1984).<br />

66 Para un seguimiento detallado de los autos sacramentales de nuestro teatro barroco en general, y los de Calderón en<br />

particular, disponemos de un excelente compendio bibliográfico debido a CILVETI y ARELLANO (1994). Para los<br />

aspectos escénicos de la representación del auto (y como provisor de una rica bibliografía sobre todas las cuestiones<br />

que rodean a este tipo de composición en Calderón) nos ha parecido de sumo interés la introducción de la edición que<br />

hace DÍEZ BORQUE (1983) a dos autos sacramentales y dos obras menores, por mucho que no estén incluidas en las<br />

que nosotros hemos estudiado. Una panorámica de los temas clásicos tratados en los autos calderonianos, por último,<br />

la encontramos en GARCÍA TEIJEIRO (2006).<br />

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