PERSONAJES MITOLÓGICOS - e-Spacio - UNED

nos encontramos en el monte Eta a Teseo con las dos hermanas, Fedra y Ariadna, y a la
segunda, resignada al triste papel de enojosa acompañante de la pareja: Es la que ahora
veis esclava / suya… (TMP, 1587). La reivindicación (ya de por sí poco convincente) ha
sido cruelmente sofocada.
En suma, es cierto que hay personajes femeninos en estas composiciones que no se
adaptan bien al molde social establecido para su época y el perfil concreto que les
asignaba nuestra comedia áurea. Pero, salvo en el caso muy singular de Yole, esa
inadaptación se entiende como algo antinatural, un síntoma, en general, de un carácter
soberbio que no acepta el orden normal de las cosas, y que por ello es castigado o, como
mínimo, acallado y sometido a ese orden. Por lo demás, hay muchos testimonios de
minusvaloración de la mujer. No hay reproche más hiriente para un héroe que llamarlo
afeminado (MEA, 1542), como le tilda Aquiles al Ulises paralizado por los encantos de
Circe. Ni baldón más grande para un guerrero como Hércules que presentarse ante sus
tropas con mujeriles señas (FAM, 2061). Cuando Semíramis cambia sus vestidos de
mujer por los de hombre, para pasar por su hijo Ninias, deja a un lado el verdadero ideal
femenino para Calderón: Adiós, femenil modestia (HDA, 776). Ariadna tiene que dar
seguridades a su hermana de que guardará un secreto, sobreponiéndose a un manido
tópico misógino: no temas; que aunque mujer, / yo sabré tener secreto (TMP, 1567).
No parece fácil encontrar en Calderón un defensor adelantado de los derechos de la
mujer.
3.5.8 Raíces clásicas del universo temático calderoniano
A lo largo de estos últimos apartados hemos tratado de establecer alguna conexión entre
el universo temático calderoniano y sus precedentes ideológicos en el mundo clásico,
sobre todo en el ámbito de la gran tragedia griega. Ya habíamos advertido de lo poco
tangible de tal intento, y con esa poca concreción podemos afirmar que los grandes
temas que hemos repasado están presentes, con las diferencias que impone una distancia
de tantos siglos, en el teatro y la épica (para el tema del honor) antiguos. Se podrá argüir
con todo derecho que son temas de vigencia universal, tratados de una u otra manera en
todas las literaturas del mundo. Pero en este caso hablamos de dos hitos literarios que
comparten una misma tradición cultural, y que utilizan la misma materia mítica como
instrumento de expresión simbólica. Hablamos de influencias culturales muy difíciles
de explicitar, una suerte de conglomerado ideológico que ha salvado el tiempo y que se
manifiesta en estas composiciones adaptado a su época, con elementos que resultan muy
ajenos a aquella tradición. Pero si nos quedamos con lo esencial, con el planteamiento
básico del conflicto, encontramos poderosas semejanzas.
Tal vez el talento dramático en su más alta expresión, más allá de la época en que se
haya concretado, sintetiza su mensaje en las grandes reflexiones universales sobre la
naturaleza y la condición humana. El amor, el poder, las relaciones humanas, los límites
del hombre, la relación con la divinidad… Pero en esos grandes temas hay diversas
opciones de enfoque, y en su tratamiento hay muchas coincidencias entre dos mundos
tal vez mucho más cercanos de lo que representan a primera vista. Por otra parte, y
como se ha dicho de manera reiterada, nuestro poeta encarnó estos poderosos
planteamientos dramáticos, por lo que hace al tema mítico, en los ciclos más cultivados
en la literatura española del momento, lo que, junto a las convenciones de género que le
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