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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 100requisitos destacados <strong>del</strong> poder, demasiado poderosos. Más bien tendieron a ser absorbidos por unavariedad de «grupos», de acuerdo con sus inclinaciones políticas o, más frecuentemente, con susrelaciones sociales. Esto, sin embargo, no condujo a su desaparición. Mantuvieron ciertas relacionescon la maquinaria estatal y continuaron interviniendo, aunque en forma crucialmente diferente, enlas actividades financieras <strong>del</strong> Estado. Así, a pesar de su conocida oposición a la III República,fueron precisamente <strong>los</strong> Rothschild quienes se encargaron de la emisión <strong>del</strong> empréstito ruso,mientras que Arthur Meyer, aunque bautizado y monárquico declarado, figuraba entre <strong>los</strong>implicados en el escándalo de Panamá. Esto significaba que <strong>los</strong> recién llegados a la juderíafrancesa, que constituían <strong>los</strong> nexos principales entre el comercio privado y la maquinaria <strong>del</strong>Gobierno, fueron seguidos por <strong>los</strong> nativos. Pero si <strong>los</strong> judíos habían constituido anteriormente ungrupo fuerte y estrechamente unido cuya utilidad para el Estado resultaba obvia, ahora se hallabanescindidos en camarillas, mutuamente antagónicas, pero consagradas todas al mismo propósito deayudar a la sociedad a medrar a costa <strong>del</strong> Estado.3. EL EJÉRCITO Y EL CLERO, CONTRA LA REPÚBLICAAparentemente alejado de todos estos factores, aparentemente inmune ante toda la corrupción, sealzaba el Ejército, herencia <strong>del</strong> Segundo Imperio. La República nunca se había atrevido adominarlo, aun cuando sus simpatías monárquicas y sus intrigas llegaran a expresarse abiertamentecon ocasión de la crisis de Boulanger. La oficialidad estaba constituida, como anteriormente, por <strong>los</strong>hijos de las antiguas familias aristocráticas, cuyos antepasados, como emigrés, habían luchadocontra su patria durante las guerras revolucionarias. Estos oficiales se hallaban fuertementeinfluidos por el clero, que desde la Revolución se había esforzado por apoyar <strong>los</strong> movimientosantirrepublicanos y revolucionarios. Su influencia era igualmente intensa sobre <strong>los</strong> oficiales de másmodesta cuna, pero que esperaban, como resultado de la vieja práctica eclesiástica de premiar eltalento sin atender al linaje, ganar ascensos con la ayuda <strong>del</strong> clero.En contraste con las cambiantes y fluidas camarillas de la sociedad y <strong>del</strong> Parlamento, donde laadmisión era fácil y la adhesión voluble, se erigía la rigurosa exclusividad <strong>del</strong> Ejército, tancaracterística <strong>del</strong> sistema de castas. No era la vida militar, ni el honor militar, ni el esprit de corps,lo que mantenía unidos a <strong>los</strong> oficiales para formar una muralla reaccionaria contra la República ycontra todas las influencias democráticas; era simplemente el lazo de casta 32 . La oposición <strong>del</strong>Estado a la democratización <strong>del</strong> Ejército y a subordinarlo a las autoridades civiles produjo notablesconsecuencias. Hizo <strong>del</strong> Ejército una entidad al margen de la nación y creó un poder armado cuyaslealtades eran susceptibles de ser orientadas en direcciones que nadie podía predecir. Que estepoder, dominado por el sistema de castas y entregado a sí mismo, no estaba a favor ni en contra denadie, es un hecho que se advierte claramente en la relación de <strong>los</strong> casi burlescos coups d’état, en<strong>los</strong> que, a pesar de las declaraciones en contrario, no deseaba el Ejército realmente tomar parte.Incluso su notorio monarquismo era, en su análisis final, tan sólo un pretexto para preservarse comogrupo de intereses independientes, dispuesto a defender sus privilegios «sin respeto por laRepública, a pesar de la República e incluso contra ésta» 33 . Los periodistas contemporáneos y <strong>los</strong>historiadores posteriores han realizado notables esfuerzos para explicar el conflicto entre <strong>los</strong>poderes militar y civil durante el affaire Dreyfus en términos de un antagonismo entre «hombres denegocios y soldados» 34 . Sabemos hoy, sin embargo, cuán injustificada es esta interpretación,32 Véase el excelente artículo anónimo «The Dreyfus Case: A Study of French Opinion», en The Contemporary Review,vol. LXXIV (octubre de 1898).33 Véase LUXEMBURG, loc. cit.: «La razón por la que el Ejército no deseaba dar un paso a<strong>del</strong>ante era que queríamostrar su oposición al poder civil de la República, sin perder, al mismo tiempo, la fuerza de esa oposicióncomprometiéndose con una Monarquía.»34 Bajo este título describió el caso Dreyfus MAXIMILIAN HARDEN (un judío alemán), en Die Zukunftt (1898).Walter Frank, el historiador antisemita, emplea el mismo slogan en el encabezamiento de su capítulo sobre Dreyfus,

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