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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 211Desde el comienzo, <strong>los</strong> movimientos, careciendo de la «fuerza de las emociones heredadas»,tenían que diferir en dos aspectos <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o <strong>del</strong> despotismo ruso ya existente. Tenían que hacerpropaganda, que la burocracia ya establecida apenas necesitaba, y la lograron, introduciendo unelemento de violencia 72 ; y hallaron un sustitutivo para el papel de las «emociones heredadas» en lasideologías que <strong>los</strong> partidos continentales ya habían desarrollado en un grado considerable. Ladiferencia en su empleo de la ideología estribó en que no solamente añadieron una justificaciónideológica para el logro de una representación, sino que utilizaron las ideologías como principiosorganizadores. Si <strong>los</strong> partidos habían sido cuerpos para la organización de <strong>los</strong> intereses de clase, <strong>los</strong>movimientos se convirtieron en encarnaciones de las ideologías. En otras palabras, <strong>los</strong> movimientosse hallaban «cargados de fi<strong>los</strong>ofía» y afirmaban que habían puesto en marcha «la individualizaciónde la moral universal dentro de un colectivo» 73 .Es cierto que la concreción de ideas había sido primeramente concebida en la teoría hegeliana<strong>del</strong> Estado y de la Historia y había sido ulteriormente desarrollada en la teoría marxista <strong>del</strong>proletariado como protagonista de la Humanidad. No es, desde luego, accidental que elpaneslavismo ruso fuese tan influido por Hegel como el bolchevismo lo fue por Marx. Pero ni Marxni Hegel supusieron que <strong>los</strong> seres humanos, <strong>los</strong> partidos o <strong>los</strong> países, fueran ideas encarnadas;ambos creían en el proceso de la Historia, en el que las ideas sólo pueden concretarse en uncomplejo proceso dialéctico. Era necesaria la vulgaridad de <strong>los</strong> líderes <strong>del</strong> populacho para descubrirlas posibilidades de semejante concreción para la organización de las masas. Estos hombrescomenzaron por decir al populacho que cada uno de sus miembros, si se unía al movimiento, podíaconvertirse en una sublime e importantísima encarnación ambulante de algo ideal. Ya no tendríaque ser leal, o generoso, o valiente; se convertiría automáticamente en la verdadera encarnación <strong>del</strong>a Lealtad, la Generosidad o el Valor. El pangermanismo se reveló algo superior en la teoría de laorganización en cuanto astutamente privaba al individuo alemán de todas estas cualidades si no seadhería al movimiento (anticipándose con ello al rencoroso desprecio que el nazismo expresó mástarde por todos <strong>los</strong> miembros <strong>del</strong> pueblo alemán que no lo eran también <strong>del</strong> partido), mientras que elpaneslavismo, profundamente absorto en sus ilimitadas especulaciones acerca <strong>del</strong> alma eslava,supuso que cada eslavo, consciente o inconscientemente, po seía semejante alma, sin que importarasi se hallaba adecuadamente organizado o no lo estaba. Se necesitó de la insensibilidad de Stalinpara intro ducir en el bolchevismo el mismo desprecio por el pueblo ruso que <strong>los</strong> nazis mostraronhacia <strong>los</strong> alemanes.Es este sentido de lo absoluto el que más que nada separa a <strong>los</strong> movimientos de las estructuraspartidistas y de su parcialidad y el que sirve para justificar su reivindicación de imponerse a todaslas objeciones de la conciencia individual. La realidad particular de la persona individual aparececontra un fondo de una bastarda realidad de lo general y lo universal, disminuida en cantidadesdespreciables o sumida en la corriente <strong>del</strong> mo vimiento dinámico de lo universal. En esta corrientela diferencia entre fines y medios se evapora junto con la personalidad, y el resultado es lamonstruosa inmoralidad de las políticas ideológicas. Todo lo que importa está encarnado en elmismo movimiento en marcha; cada idea, cada valor., ha desaparecido en una ciénaga deinmanencia supersticiosa y seudocientífica.72 Aunque la idolatría <strong>del</strong> poder desempeñó un papel menos claro en el pangermanismo, existió siempre una ciertatendencia antilegal que, por ejemplo, se revela claramente en FRYMANN, op. cit., quien en fecha tan temprana como elaño 1912 pro puso la adopción de esa «custodia protectora» (Sicherheitshaft), es decir, la detención sin razón legalalguna, que <strong>los</strong> nazis emplearon para llenar <strong>los</strong> campos de concentración.Existe, desde luego, una patente semejanza entre la organización <strong>del</strong> populacho francés durante el affaire Dreyfus(véase cap. IV, 4, de esta obra) y <strong>los</strong> grupos dedicados a <strong>los</strong> pogroms rusos, como <strong>los</strong> «Cien Negros», en <strong>los</strong> que secongregaba la «hez más salvaje y más inculta de la vieja Rusia (que) se mantenía en contacto con la mayoría <strong>del</strong>episcopado ortodoxo (FEDOTOW, op. cit.), o la «Liga <strong>del</strong> Pueblo Ruso», con sus «Escuadrones de Combate»,constituidos por <strong>los</strong> agentes subalternos de la policía, pagados por el Gobierno y dirigidos por intelectuales. Véase«New Materials on the Pogroms in Russia at the Beginning of the Eighties», de E. CHERIKOVER, en HistorisheShriftn (Vilna), II, 463; y «The Russian Pogroms in the Early Eighties in the Light of the Austrian DiplomatieCorrespondence», de N. M. GELBER, ibíd.73 DELOS, op. cit.

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