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arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 304la jefatura a una sobresaliente capacidad para manejar las luchas por el poder en el seno <strong>del</strong> partidomás que a sus cualidades demagógicas o burocráticas. Se distingue de <strong>los</strong> tipos anteriores dedictadores en el hecho de que difícilmente triunfa a través de la simple violencia. Hitler no necesitóni las SA ni las SS para afirmar su posición dentro <strong>del</strong> movimiento nazi; al contrario, Röhm, el jefede las SA y capaz de contar con la lealtad de éstas hacia su propia persona, fue uno de <strong>los</strong> enemigosde Hitler dentro de su círculo interno. Stalin se impuso a Trotsky, que no sólo poseía un mayoratractivo ante las masas, sino que, como jefe <strong>del</strong> Ejército Rojo, tenía en sus manos el mayor poderpotencial de la Rusia soviética de la época 84 . No fue Stalin, sino Trotsky, el mayor talentoorganizador, el burócrata más capacitado de la revolución rusa 85 . Por otra parte, tanto Hitler comoStalin eran maestros de <strong>los</strong> pormenores, y en las primeras fases de sus carreras respectivas seconsagraron casi enteramente a cuestiones de personal, así que, al cabo de unos pocos años,difícilmente existía un solo hombre de importancia que no les debiera su posición 86 .Sin embargo, tales capacidades personales, aunque son absolutamente condición previa en lasprimeras fases de semejante carrera e incluso más tarde distan de ser insignificantes, no resultandecisivas cuando ya está construido el movimiento totalitario, cuando se ha establecido el principiode que «la voluntad <strong>del</strong> Führer es la ley <strong>del</strong> partido», y cuando toda su jerarquía ha sidoefectivamente preparada para un solo objetivo —comunicar rápidamente la voluntad <strong>del</strong> jefe atodos <strong>los</strong> escalones. Cuando se ha logrado esto, el jefe es irreemplazable, porque toda la complejaestructura <strong>del</strong> movimiento perdería su raison d’être sin sus órdenes. Ahora, a pesar de las eternasintrigas de la camarilla interna y de <strong>los</strong> interminables cambios de personal, con su tremendaacumulación de odios, amarguras y resentimientos personales, la posición <strong>del</strong> jefe puedepermanecer segura ante las caóticas revoluciones palaciegas, no por obra de sus dotes superiores,sobre las que frecuentemente no se hacen grandes ilusiones <strong>los</strong> hombres de su círculo íntimo, sinopor la sincera y sensible convicción de estos hombres de que sin él todo quedaría inmediatamenteperdido.La tarea suprema <strong>del</strong> jefe es encarnar la doble función característica de cada escalón <strong>del</strong>movimiento: actuar como la defensa mágica <strong>del</strong> mo vimiento contra el mundo exterior y, al mismotiempo, ser el puente directo por el que el movimiento se relaciona con ese mundo. El Jeferepresenta al movimiento de una forma totalmente diferente de la de todos <strong>los</strong> demás líderesordinarios <strong>del</strong> partido; reivindica la responsabilidad personal por cada acción, hecho o entuerto,obra de cualquier miembro o funcionario en su capacidad oficial. Esta responsabilidad personal esel más importante aspecto organizativo <strong>del</strong> llamado principio <strong>del</strong> jefe, según el cual cadafuncionario no es solamente nombrado por el jefe, sino que es su encarnación viviente y se suponeque cada orden emana de esta fuente siempre presente. Esta perfecta identificación <strong>del</strong> Jefe concada subjefe designado y este monopolio de la responsabilidad por todo lo que se hace son también<strong>los</strong> más conspicuos signos de la diferencia decisiva entre un jefe totalitario y un dictador o undéspota ordinarios. Un tirano nunca se identificaría con sus subordinados y menos aún con cada unode sus actos 87 ; puede utilizarles como víctimas propiciatorias y gustosamente permitirá que seancriticados para salvarse él mismo de las iras <strong>del</strong> pueblo, pero siempre mantendrá una absolutadistancia respecto de todos sus subordinados y de todos sus súbditos. El Jefe, por el contrario, no84 «Si [Trotsky] hubiera decidido dar un coup d’état militar podría haber derrotado quizá a <strong>los</strong> triunviros. Pero abandonóel puesto sin el más ligero intento de apoyarse en el Ejército que él creó y que había mandado durante siete años»(ISAAC DEUTSCHER, op. cit., p. 297).85 El Comisariado de Guerra que dirigió Trotsky «era una institución mo<strong>del</strong>o, y Trotsky fue llamado para queinterviniera en todos <strong>los</strong> casos de desorden en otros departamentos». SOUVARINE, op. cit., p. 288.86 Las circunstancias que rodearon a la muerte de Stalin parecieron contradecir la infalibilidad de estos métodos. Existela posibilidad de que Stalin, que antes de morir proyectaba indudablemente otra purga general, fuera muerto por alguiende su círculo, porque nadie se sentía ya seguro; pero, pese a la abundancia de pruebas circunstanciales, ello no puede serdemostrado.87 Así, Hitler, tras la muerte de Potempa, telegrafió a <strong>los</strong> asesinos SS en 1932, haciéndose personalmente responsable,aunque presumiblemente nada tenía que ver con ello. Lo que aquí importaba era establecer un principio deidentificación o, en el lenguaje de <strong>los</strong> nazis, «la lealtad mutua <strong>del</strong> jefe y <strong>del</strong> pueblo», en la que «se basa el Reich»(HANS FRANK, op. cit.).

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