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arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 197una nueva República como en la de una reformada monarquía constitucional, el Estado heredócomo su suprema función la protección de todos <strong>los</strong> habitantes de su territorio, fuera cual fuese sunacionalidad, y se estimaba que había de actuar como suprema institución legal. La tragedia de laNación-Estado consistió en que la creciente conciencia nacional <strong>del</strong> pueblo chocó con estasfunciones. En nombre de la voluntad <strong>del</strong> pueblo, el Estado se vio obligado a reconocer únicamente a<strong>los</strong> «nacionales» como ciudadanos, a otorgar completos derechos civiles y políticos sólo a aquel<strong>los</strong>que pertenecían a la comunidad nacional por derecho de origen y el hecho <strong>del</strong> nacimiento. Estosignificó que el Estado pasó en parte de ser instrumento de la ley a ser instrumento de la nación.La conquista <strong>del</strong> Estado por la nación 29 fue considerablemente facilitada por la caída de lamonarquía absoluta y el subsiguiente y nuevo desarrollo de las clases. Al monarca absoluto se leconsideraba servidor de Ios intereses de la nación en conjunto, visible exponente y prueba de laexistencia de semejante interés común. El despotismo ilustrado se basaba en la afirmación deRohan: «Los reyes mandan a <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong>, y <strong>los</strong> intereses mandan al rey» 30 ; con la abolición <strong>del</strong> reyy con la soberanía <strong>del</strong> pueblo, este interés común se hallaba en constante peligro de ser reemplazadopor un conflicto permanente entre <strong>los</strong> intereses de las clases y la lucha por el control de lamaquinaria <strong>del</strong> Estado, es decir, por una permanente guerra civil. El único nexo que subsistió entre<strong>los</strong> ciudadanos de una Nación-Estado sin un monarca que simbolizara su comunidad esencial,pareció ser el nacional, o sea, el origen común. De forma tal que en un siglo, en que cada clase ycada sector de la población se hallaban dominados por intereses de clase o de grupo, <strong>los</strong> intereses <strong>del</strong>a nación, en conjunto, estaban supuestamente garantizados por un origen común quesentimentalmente se expresaba a sí mismo en el nacionalismo.El conflicto secreto entre el Estado y la nación surgió a la luz precisamente al nacer la modernaNación-Estado, cuando la Revolución Francesa combinó la Declaración de <strong>los</strong> Derechos <strong>del</strong>Hombre con la exigencia de la soberanía nacional. Los mismos derechos esenciales eransimultáneamente reivindicados como herencia inalienable de todos <strong>los</strong> seres humanos y comoherencia específica de específicas naciones, la misma nación era simultáneamente declarada sujeta alas leyes que supuestamente fluirían de <strong>los</strong> Derechos <strong>del</strong> Hombre y soberana, es decir, no ligada poruna ley universal y no reconocedora de nada que fuese superior sí misma 31 . El resultado práctico deesta contradicción fue que, a partir de entonces, <strong>los</strong> derechos humanos fueron reconocidos yaplicados sólo como derechos nacionales y que la auténtica institución de un Estado, cuya suprematarea consistía en proteger y garantizar a cada hombre sus derechos como hombre, como ciudadanoy como nacional, perdió su apariencia legal y racional y pudo ser interpretado como nebu<strong>los</strong>orepresentante de un «alma nacional» a la que, por el mismo hecho de su existencia, se la suponíasituada más allá o por encima de la ley. La soberanía nacional, en consecuencia, perdió suconnotación original de libertad <strong>del</strong> pueblo y se vio rodeada de un aura seudomística dearbitrariedad ilegal.El nacionalismo es esencialmente la expresión de esta perversión <strong>del</strong> Estado en un instrumentode la nación y de la identificación <strong>del</strong> ciudadano con el miembro de la nación. La relación entre elEstado y la sociedad se hallaba determinada por el hecho de la lucha de clases que había suplantadoal antiguo orden feudal. La sociedad estaba penetrada por el individualismo liberal, que considerabaerróneamente que el Estado dominaba sobre simples individuos cuando en realidad dominaba sobreclases y que vio en el Estado un tipo de individuo supremo ante el cual tenían que inclinarse todos<strong>los</strong> demás. Parecía ser voluntad de la nación que el Estado la protegiera de las consecuencias de suatomización social y que, al mismo tiempo, garantizara su posibilidad de seguir hallándose en unestado de atomización. Para equipararse a esta tarea, el Estado tenía que impulsar a todas lastendencias anteriores hacia la centralización; sólo una Administración fuertemente centralizada que29 Véase La Nation, de J. T. DELos, Montreal, 1944, un relevante estudio sobre el tema.30 Véase De l’Intérêt des Princes et États de la Chrétienté, <strong>del</strong> DUQUE DE ROHAN, 1638, dedicado al cardenalRichelieu.31 Una de las eXposiciones más claras <strong>del</strong> principio de la soberanía sigue siendo la de JEAN BODIN en Six Livres de laRépublique, 1576. Para un buen informe y la discusión de las principales teorías de Bodin, véase A History of PoliticalTheory, de GEORGE H. SABINE, 1937.

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