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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 188juego jugado sin motivos ulteriores, como el <strong>del</strong> beneficio, y por eso realizado con tal eficienciahomicida que devoró incluso a aquel<strong>los</strong> que lo habían financiado.Antes de que esto sucediera, sin embargo, <strong>los</strong> imperialistas destruyeron al mejor de quienespasaron de ser aventureros (con una fuerte mezcla de matador de dragones) para convertirse enagentes secretos, a Lawrence de Arabia. Jamás fue realizado el experimento de la política secretapor un hombre más decente. Lawrence experimentó temerariamente consigo mismo y luego regresóy se consideró miembro de la «generación perdida». Y pensó así porque «<strong>los</strong> viejos volvieron y nosarrebataron la victoria» para «rehacer (el mundo) a semejanza <strong>del</strong> antiguo que conocieron» 88 .Realmente, <strong>los</strong> viejos se mostraron completamente ineficientes incluso en esto y entregaron suvictoria, juntamente con su poder, a otros hombres de la misma «generación perdida», que, ni eranviejos, ni resultaban tan diferentes de Lawrence. La única diferencia estribaba en que Lawrencetodavía se aferraba a una moralidad que, sin embargo, había perdido ya todas sus bases objetivas yconsistía exclusivamente en un tipo de actitud particular y necesariamente quijotesca desentimientos caballerescos.Lawrence se sintió seducido al convertirse en un agente secreto en Arabia en razón de su fuertedeseo de abandonar el mundo de estúpida respetabilidad cuya continuidad había perdidosimplemente su significado, en razón de su disgusto <strong>del</strong> mundo tanto como de sí mismo. Lo quemás le atraía en la civilización árabe era su «evangelio de desnudez... (que) implica tambiénaparentemente un tipo de desnudez moral», que «se ha refinado a sí mismo, despojándose de <strong>los</strong>bienes domésticos» 89 . Lo que trató fundamentalmente de evitar después de volver a la civilizacióninglesa fue vivir una vida propia, así es que concluyó por alistarse, de una forma aparentementeincomprensible, como soldado <strong>del</strong> Ejército británico, que, obviamente, era la única institución en laque el honor de un hombre podía identificarse con la pérdida de su personalidad individual.Cuando el estallido de la primera guerra mundial envió a T. E. Lawrence a <strong>los</strong> árabes <strong>del</strong> Orientepróximo, con la misión de alzarles en rebeldía contra sus dirigentes turcos y lograr que lucharan enel bando británico, penetró él en el verdadero centro <strong>del</strong> Gran Juego. Sólo podía lograr su propósitosi lograba provocar entre las tribus árabes un movimiento nacional que, en definitiva, había deservir al imperialismo británico. Lawrence tuvo que comportarse como si el movimiento nacionalárabe fuera su principal interés, y lo hizo tan bien que llegó a creerlo él mismo. Pero comorealmente no era así fue, en definitiva, incapaz de «pensar su pensamiento» y de «asumir supersonaje» 90 . Pretendiendo ser un árabe, sólo pudo ser su «personalidad inglesa» 91 y quedó másfascinado por el completo secreto de su autoaniquilamiento que engañado por las obviasjustificaciones de una benévola dominación sobre pueb<strong>los</strong> atrasados, que podría haber utilizadoLord Cromer. Miembro de una generación inmediatamente posterior a la de Cromer y más triste quela de éste, se mostró encantado con un papel que exigía un reacondicionamiento de toda supersonalidad hasta que encajó en el Gran Juego, hasta que se convirtió en la encarnación de lafuerza <strong>del</strong> movimiento nacional árabe, hasta que perdió toda la vanidad natural en su misteriosaalianza con fuerzas necesariamente más grandes que él mismo, por grande que él pudiera habersido, hasta que adquirió un mortal «desprecio no por <strong>los</strong> demás hombres, sino por todo lo quehacen» por su propia iniciativa y no en alianza con las fuerzas de la Historia.Cuando, al final de la guerra, Lawrence tuvo que abandonar el disfraz de un agente secreto yrecobró de alguna forma su «personalidad inglesa» 92 «miró a Occidente y a sus costumbres connuevos ojos: para mí destruyeron todo» 93 . Del Gran Juego de incalculable magnitud, que ninguna88 T. E. LAWRENCE, Seven Pillars of Wisdom, introducción (primera edición, 1926), que fue omitida de la ediciónposterior por consejo de GEORGE BERNARD SHAW. Véase, de T. E. LAWRENCE, Letters, editadas por DavidGarnett, Nueva York, 1939, pp. 262 y siguientes.89 De una carta escrita en 1918 (Letters, p. 224).90 T. E. LAWRENCE, Seven Pillars of Wisdom, Garden City, 1938, cap. I.91 Ibíd.92 La siguiente anécdota refleja cuán ambiguo y difícil tuvo que ser ese proceso: «Lawrence había aceptado unainvitación para cenar en el Claridge y otra para una fiesta en casa de Mrs. Harry Lindsay. Eludió la cena, pero acudió ala fiesta vestido de árabe.» Esto sucedió en 1919 (Letters, p. 272, nota 1).93 LAWRENCE, Op. cit., cap. I.

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