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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 220hacia el Estado 100 : mientras que el «partido por encima de <strong>los</strong> partidos» sólo deseaba apoderarse <strong>del</strong>a maquinaria estatal, el verdadero movimiento pretendía su destrucción; mientras que el primerotodavía reconocía al Estado como la autoridad suprema una vez que su representación había caídoen las manos de <strong>los</strong> miembros de un partido (como en la Italia de Mussolini), el segundo reconocíaal movimiento como independiente <strong>del</strong> Estado y superior en autoridad a éste.La hostilidad de <strong>los</strong> movimientos al sistema de partidos adquirió significado práctico cuando,tras la primera guerra mundial, el sistema de partidos dejó de ser un medio eficaz y el sistema declases de la sociedad europea se quebró bajo el peso de las crecientes masas enteramentedesarraigadas de las clases por <strong>los</strong> acontecimientos. Lo que ahora surgía ya no eran simples panmovimientos,sino sus totalitarios sucesores, que en unos pocos años determinaron la política detodos <strong>los</strong> demás partidos hasta tal grado que éstos se convirtieron, o bien en antifascistas, o bien enantibolcheviques, o en ambas cosas a la vez 101 . Por este enfoque negativo que aparentemente les fueimpuesto desde el exterior, <strong>los</strong> viejos partidos mostraron claramente que ya no eran capaces defuncionar como representantes de <strong>los</strong> intereses específicos de clase, sino que se habían convertidoen meros defensores <strong>del</strong> statu quo. La celeridad con que se adhirieron al nazismo <strong>los</strong>pangermanistas alemanes y austríacos tiene un paralelo en la trayectoria mucho más lenta ycomplicada a través de la cual <strong>los</strong> paneslavistas hallaron finalmente que la liquidación de laRevolución Rusa de Lenin había sido lo suficientemente consumada como para que les fueraposible apoyar a Stalin de todo corazón. No fue culpa de <strong>los</strong> pangermanistas ni de <strong>los</strong> paneslavistasy apenas frenó su entusiasmo el hecho de que el bolchevismo y el nazismo, en la cumbre de supoder, superaran al simple nacionalismo tribal y tuvieran escasa utilidad para aquel<strong>los</strong> que todavíaseguían convencidos por éste en principio más bien que como simple material de propaganda.La decadencia <strong>del</strong> sistema continental de partidos se correspondió con un declive <strong>del</strong> prestigio <strong>del</strong>a Nación-Estado. La homogeneidad nacional se vio gravemente alterada por las migraciones, yFrancia, la nation par excellence, se tornó en unos años profundamente dependiente de la mano deobra extranjera; seguía siendo verdaderamente «nacional» una política restrictiva de la inmigración,inadecuada a las nuevas necesidades, pero hizo aún más evidente que la Nación-Estado ya no eracapaz de enfrentarse con las grandes cuestiones políticas de su tiempo. 102Aún más serio fue el malhadado esfuerzo de <strong>los</strong> tratados de paz de 1919 por introducir lasorganizaciones <strong>del</strong> Estado nacional en la Europa oriental y meridional, donde el grupo <strong>del</strong> Estadofrecuentemente sólo tenía una relativa mayoría, que era superada en número por el conjunto de las«minorías». Esta nueva situación hubiera bastado en sí misma para mirar gravemente la base declases <strong>del</strong> sistema de partidos. En todas partes, <strong>los</strong> partidos se hallaban ahora organizados a lo largode líneas nacionales, como si la liquidación de la Monarquía Dual hubiese servido sólo parapermitir que se iniciara una multitud de experimentos semejantes en una escala reducida 103 . Enotros países, donde la Nación-Estado y la base clasista de sus partidos no fueron afectados por lasmigraciones y por la heterogeneidad de la población, la inflación y el desempleo provocaron unaruptura similar; y es obvio que cuanto más rígido era el sistema de clases <strong>del</strong> país y mayor laconciencia de clase de su población, más dramática y peligrosa fue esta ruptura.100 La hostilidad hacia el Estado austríaco se produjo también a veces entre <strong>los</strong> pangermanistas alemanes, especialmentesi eran Auslandsdeutsche, como Moeller y van den Bruck.101Hitler describió la situación correctamente cuando dijo durante las elecciones de 1932: «Contra elnacionalsocialismo no hay en Alemania más que mayorías negativas» (cita de KONRAD HEIDEN, Dor Führer, p.564).102 Al estallar la segunda guerra mundial, por lo menos un 10 por 100 de la po blación de Francia estaba constituido porextranjeros no nacionalizados. Sus minas <strong>del</strong> Norte estaban principalmente en marcha gracias a polacos y belgas, y suagricultura <strong>del</strong> Sur, gracias a españoles e italianos. Véase World Population, de CARRSAUNDERS, Oxford, 1936, pp.145-158.103 «Desde 1918, ninguno de <strong>los</strong> (Estados sucesores) ha producido... un partido que pueda abarcar a más de una raza,una religión, una clase social o una región. La única excepción es el Partido Comunista de Checoslovaquia»(Encyclopedia of the Social Sciences, loc. cit.).

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