12.07.2015 Views

arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

SHOW MORE
SHOW LESS
  • No tags were found...

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 76embargo, judío; pretender no ser como judíos y seguir mostrando con suficiente claridad que uno esjudío. El judío medio, ni un advenedizo ni un «paria consciente» (Bernard Lazare), podía só<strong>los</strong>ubrayar un vacuo sentido de diferencia que continuaba siendo interpretado en todos sus posiblesaspectos y variaciones psicológicas desde una innata extranjería a la alienación social. Mientras queel mundo fue en cierto modo pacífico, esta actitud no resultó <strong>del</strong> todo mala y durante generacionesllegó incluso a convertirse en un modus vivendi. La concentración en una vida interiorartificialmente complicada ayudó a <strong>los</strong> judíos a responder a las irrazonables demandas de lasociedad, a ser extraños e interesantes, a desarrollar una determinada inmediatividad deautoexpresión y de presentación que eran originalmente atributos <strong>del</strong> autor y <strong>del</strong> virtuoso, personasa las que la sociedad había siempre mitad negado y mitad admirado. Los judíos asimilados, mitadorgul<strong>los</strong>os y mitad avergonzados de su judeidad, pertenecían claramente a esta categoría.El proceso por el que evolucionó la sociedad burguesa a partir de las ruinas de sus tradiciones yrecuerdos revolucionarios añadió el negro fantasma <strong>del</strong> aburrimiento a la saturación económica y laindiferencia general a las cuestiones políticas. Los judíos se convirtieron en personas con las quecabía esperar distraerse por algún tiempo. Cuanto menos iguales se les consideraba, más atractivosy divertidos resultaban. La sociedad burguesa, en su búsqueda de diversión y en su apasionadointerés por el individuo, en tanto en cuanto difería de la norma, es decir, <strong>del</strong> hombre, descubrió laatracción de todo aquello a lo que se podía suponer misteriosamente malvado o secretamentevicioso. Y fue precisamente esta febril preferencia la que abrió a <strong>los</strong> judíos las puertas de lasociedad; porque dentro <strong>del</strong> marco de esta sociedad, la judeidad, tras haber sido tergiversada encualidad psicológica, podía ser fácilmente pervertida en vicio. La genuina tolerancia y la curiosidadpor todo lo humano de la Ilustración fueron reemplazadas por una morbosa concupiscencia por loexótico, por lo anormal y diferente como tal. Varios tipos en la sociedad, uno después de otro,representaron lo exótico, lo anómalo, lo diferente, pero ninguno de el<strong>los</strong> estaba ni siquieramínimamente conectado con las cuestiones políticas. De esta forma únicamente el papel de <strong>los</strong>judíos en esta sociedad decadente podía asumir una estatura que trascendería <strong>los</strong> estrechos límitesde un asunto de sociedad.Antes de que sigamos <strong>los</strong> extraños caminos que conducen a <strong>los</strong> «judíos de excepción», famososy notorios extranjeros, a <strong>los</strong> salones <strong>del</strong> Faubourg St. Germain en la Francia fin-de-siècle, tenemosque evocar al único gran hombre surgido <strong>del</strong> complejo autoengaño de <strong>los</strong> «judíos de excepción».Parece como si cada idea trivial tuviera una posibilidad al menos en un individuo de lograr lo que seacostumbra a denominar grandeza histórica. El gran hombre de <strong>los</strong> «judíos de excepción» fueBenjamín Disraeli.2. EL GRAN MAGO 29Benjamín Disraeli, cuyo principal interés en la vida fue la carrera de lord Beaconsfield, sedistinguía por dos cosas: en primer lugar, por la dádiva de <strong>los</strong> dioses que <strong>los</strong> modernos llamanbanalmente suerte y que en otros períodos reverenciaron como una diosa llamada Fortuna, y ensegundo lugar, más íntima y maravil<strong>los</strong>amente relacionada con la Fortuna de lo que pudieraexplicarse, por la grande y despreocupada inocencia de mente y de imaginación que hace imposibleclasificar al hombre como advenedizo, aunque nunca pensó seriamente en nada que no fuera sucarrera. Su inocencia le hacía advertir cuán estúpido hubiera sido si se hubiese sentido déclassé ycuánto más interesante sería para sí mismo y para <strong>los</strong> demás, cuán más útil para su carrera, acentuarel hecho de que él era un judío «vistiéndose diferentemente, peinando sus cabel<strong>los</strong> de una maneracuriosa y mediante excéntricas maneras de expresión y lenguaje» 30 . Se preocupó másapasionadamente y más descaradamente que cualquier otro intelectual judío de ser admitido en29 La expresión <strong>del</strong> título procede de un apunte sobre Disraeli por Sir John Skleton en 1867. Véase The Life of BenjaminDisraeli, Earl of Beaconsfield, de W. F. MONYPENNY y G. E. BUCKLE, Nueva York, 1929, II, 292-93.30 MORRIS S. LAZARON, Seed of Abraham, Nueva York, 1930, «Benjamin Disraeli», pp. 260 y ss.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!