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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 310<strong>los</strong> miembros de la Cheka» 103 . Mientras que el movimiento existe, su forma peculiar deorganización asegura que al menos las formaciones de élite ya no puedan concebir una vida fuera <strong>del</strong>a banda estrechamente unida de hombres que, aunque sean condenados, todavía se sientensuperiores al resto <strong>del</strong> mundo no iniciado. Y como el objetivo exclusivo de esta organización hasido siempre engañar, combatir y, en definitiva, conquistar al mundo exterior, sus miembros sesienten satisfechos aunque paguen con sus vidas, con tal de que ello ayude a engañar de nuevo almundo 104 .Sin embargo, el valor principal de la estructura organizadora y de <strong>los</strong> niveles morales de lassociedades secretas o conspiradoras para <strong>los</strong> fines de la organización de masas ni siquiera se basa enlas garantías inherentes de pertenencia y lealtad incondicionales y en la manifestación organizativade hostilidad indiscutida al mundo exterior, sino en su insuperada capacidad para establecer ysalvaguardar el mundo ficticio a través de una mentira consistente. Toda la estructura jerárquica de<strong>los</strong> movimientos totalitarios, desde <strong>los</strong> ingenuos compañeros de viaje hasta <strong>los</strong> miembros <strong>del</strong>partido, las formaciones de élite, el círculo interior <strong>del</strong> entorno <strong>del</strong> jefe y el jefe mismo, puede serdescrita en términos de una mezcla curiosamente variable de credulidad y cinismo con <strong>los</strong> que seespera que cada miembro, según sea su categoría y su posición en el movimiento, reaccione ante lascambiantes declaraciones mentirosas de <strong>los</strong> jefes y ante la ficción ideológica central e inalterable<strong>del</strong> movimiento.Una mezcla de credulidad y de cinismo era característica sobresaliente de la mentalidad <strong>del</strong>populacho antes de convertirse en fenómeno cotidiano de las masas. En un mundo siemprecambiante e incomprensible, las masas alcanzaron un punto en el que, al mismo tiempo, creían entodo y no creían en nada. Pensaban que todo era posible y que nada era cierto. En sí misma, lamezcla resultaba suficientemente notable porque significaba el final de la ilusión de que lacredulidad fuese una debilidad de almas primitivas que nada sospechaban, y el cinismo, el vicio dementes superiores y refinadas. La propaganda de masas descubrió que su audiencia estaba dispuestaal mismo tiempo a creer lo peor, por absurdo que fuera, y que no se resistía especialmente a serengañada, puesto que, por otra parte, sostenía que cualquier declaración era una mentira. Los jefestotalitarios de masas basaron su propaganda en la correcta suposición psicológica de que, bajosemejantes condiciones, uno podía hacer un día creer a la gente las más fantásticas declaraciones yconfiar en que, si al día siguiente recibía la prueba irrefutable de su falsedad, esa misma gente serefugiaría en el cinismo. En lugar de abandonar a <strong>los</strong> líderes que le habían mentido, aseguraría quesiempre había creído que tal declaración era una mentira, y admiraría a <strong>los</strong> líderes por su superiorhabilidad táctica.Lo que había sido una reacción demostrable de las audiencias de masas se convirtió en unimportante principio jerárquico para las organizaciones de masas. Una mezcla de credulidad y decinismo predomina en todos <strong>los</strong> escalones de <strong>los</strong> movimientos totalitarios, y cuanto más alta sea lacategoría, más se impondrá el cinismo sobre la credulidad. La convicción esencial, compartida portodas las categorías desde la <strong>del</strong> compañero de viaje a la <strong>del</strong> jefe, es que la política es un juego deengaños y que el «primer mandamiento» <strong>del</strong> movimiento: «El Führer siempre tiene razón», es tannecesario para <strong>los</strong> fines de la política mundial, es decir, al engaño global, como las normas de ladisciplina militar lo son para <strong>los</strong> fines de la guerra 105 .La maquinaria que genera, organiza y difunde las monstruosas falsedades de <strong>los</strong> movimientostotalitarios depende también de la posición <strong>del</strong> jefe. A la afirmación propagandística de que todo lo103 CILIGA, op. cit., pp. 96-97. También describe cómo en la década de <strong>los</strong> 20 incluso <strong>los</strong> presos comunes de la cárcelde la GPU en Leningrado, al ser conducidos a la ejecución, iban «sin una palabra, sin un grito de rebeldía contra elGobierno que les daba la muerte» (p. 183).104 Ciliga señala que <strong>los</strong> miembros condenados <strong>del</strong> partido «pensaban que el sacrificio de sus vidas no sería en vano siestas ejecuciones salvaban a la dictadura burocrática en conjunto, si calmaban al campesinado rebelde (o más bien si leinducían a error)» (op. cit., p. 87).105 Es característica la noción de Goebbels sobre el papel de la diplomacia en política: «No hay duda de que uno hacemejor las cosas si mantiene a <strong>los</strong> diplomáticos ignorantes <strong>del</strong> fondo de la política... La sinceridad, cuando se desempeñaun papel apaciguador, es a veces el argumento más convincente de su honradez política» (op. cit., p. 87).

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