12.07.2015 Views

arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

SHOW MORE
SHOW LESS
  • No tags were found...

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 81judío de las demás naciones de la Tierra. Sin la esperanza mesiánica, la idea <strong>del</strong> pueblo elegidosignificaba segregación eterna; sin fe en la calidad de elegidos que atribuía a un pueblo específico laredención <strong>del</strong> mundo, la esperanza mesiánica se evaporaba en una oscura nube de filantropíageneral y un universalismo que se tornaron característicos <strong>del</strong> entusiasmo político específicamentejudío.El más fatídico elemento de la secularización judía fue el hecho de que se separara el conceptode pueblo elegido de la esperanza mesiánica cuando en la religión judía estos dos elementos erandos aspectos <strong>del</strong> plan divino de redención de la Humanidad. Al margen de la esperanza mesiánicasurgió esa inclinación hacia soluciones finales de <strong>los</strong> problemas políticos, orientadas nada menosque al establecimiento de un paraíso en la Tierra. Al margen de la creencia de haber sido elegidospor Dios surgió esa fantástica ilusión, compartida tanto por <strong>los</strong> judíos no creyentes como por <strong>los</strong> nojudíos, según la cual <strong>los</strong> judíos son por naturaleza más inteligentes, mejores, más sanos y más aptospara la supervivencia —el motor de la Historia y la sal de la Tierra—. El entusiasmado intelectualjudío que soñaba con el paraíso en la Tierra, tan seguro de hallarse libre de todos <strong>los</strong> lazos yprejuicios nacionales, estaba de hecho más alejado de la realidad política que de sus padres, quehabían rezado por la llegada <strong>del</strong> Mesías y el retorno <strong>del</strong> pueblo a Palestina. Por otra parte, <strong>los</strong>asimilacionistas, que sin ninguna entusiástica esperanza se habían convencido el<strong>los</strong> mismos de queeran la sal de la Tierra, estaban más alejados de las naciones por esta profana vanidad de lo quehabían estado sus padres por obra de la barrera de la Ley, que, como se creía fielmente, separaba aIsrael de <strong>los</strong> gentiles, pero que sería destruida en <strong>los</strong> días <strong>del</strong> Mesías. Fue este orgullo de <strong>los</strong> «judíosde excepción», que eran demasiado «ilustrados» para creer en Dios y, sobre la base de suexcepcional posición en todas partes, suficientemente supersticiosos como para creer en el<strong>los</strong>mismos, lo que realmente destruyó <strong>los</strong> fuertes lazos de piadosa esperanza que habían ligado a Israelcon el resto de la Humanidad.La secularización, por eso, determinó finalmente esa paradoja, tan decisiva para la psicología de<strong>los</strong> judíos modernos, por la cual la asimilación judía —en su liquidación de la conciencia nacional,en su transformación de una religión nacional en una denominación confesional y en su forma deresponder a las frías y ambiguas demandas <strong>del</strong> Estado y la sociedad con recursos igualmenteambiguos y con trucos psicológicos— engendró un muy auténtico chauvinismo judío, si porchauvinismo entendemos el nacionalismo pervertido en el que (en palabras de Chesterton) «elindividuo es él mismo lo que adora; el individuo es su propio ideal e incluso su propio ídolo». Apartir de entonces el antiguo concepto religioso de pueblo elegido ya no fue la esencia <strong>del</strong> judaísmo;se trocó en la esencia de la judeidadEsta paradoja halló en Disraeli su más poderosa y atrayente encarnación. Era un inglésimperialista y un judío chauvinista; pero no es difícil p erdonar un chauvinismo que era más bien unjuego de la imaginación, porque, al fin y al cabo, «Inglaterra era el Israel de su imaginación» 51 ; Ytampoco es difícil perdonar su imperialismo inglés, que tan poco en común tenía con la puravoluntad de la expansión por la expansión, dado que, después de todo, no fue jamás «un inglés decuerpo entero y estaba orgul<strong>los</strong>o <strong>del</strong> hecho» 52 . Todas estas curiosas contradicciones, que tanclaramente indican que el Gran Mago nunca se tomó a sí mismo completamente en serio y quesiempre interpretó un papel para ganarse a la sociedad y hallar popularidad, se añadían a su singularencanto e introdujeron en todas sus manifestaciones un elemento de entusiasmo de charlatán y unaensoñación que le distinguieron tan profundamente de <strong>los</strong> imperialistas posteriores. Fuesuficientemente afortunado para soñar y actuar cuando Manchester y <strong>los</strong> hombres de negocios no sehabían apoderado todavía <strong>del</strong> sueño imperial y se mostraban áspera y furiosamente opuestos a las«aventuras coloniales». Su fe supersticiosa en la sangre y en la raza —en la que mezclaba antiguasy románticas consejas populares acerca de una poderosa conexión supranacional entre el oro y lasangre— no aportaba sospechas de posibles matanzas tanto en África, en Asia o en la mismaEuropa. Empezó como un escritor no demasiado bien dotado y siguió siendo un intelectual a quien51 SIR JOHN SKLETON, op. cit.52 HORACE B. SAMUEL, Op. cit.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!