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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 26directivos de la URSS» 30 . Todo lo sucedido en Rusia entre 1948 y enero de 1953, fecha en que fue«descubierto» el «complot de <strong>los</strong> médicos», presenta una sorprendente y amenazadora semejanzacon <strong>los</strong> preparativos de la Gran Purga de <strong>los</strong> años 30: la muerte de Zhdanov y la purga deLeningrado se correspondían con la no menos misteriosa muerte de Kirov en 1934, que fue seguidainmediatamente por una especie de purga preparatoria de «todos <strong>los</strong> antiguos adversarios quepermanecían dentro <strong>del</strong> Partido» 31. Es más, el mero contenido de la absurda acusación formuladacontra <strong>los</strong> médicos, es decir, que pensaban matar a todos <strong>los</strong> que ocuparan posiciones destacadas entodo el país, debió suscitar fúnebres presentimientos en todos aquel<strong>los</strong> que estaban familiarizadoscon <strong>los</strong> métodos de Stalin de acusar a un ficticio enemigo <strong>del</strong> crimen que él estaba próximo acometer. (El ejemplo mejor conocido es, desde luego, su acusación de que Tujachevski conspirabacon Alemania, en el mismo momento en que él estudiaba la posibilidad de una alianza con <strong>los</strong>nazis.) Es obvio que en 1952 quienes rodeaban a Stalin comprendían mejor de lo que hubieranpodido comprender en <strong>los</strong> años 30 lo que significaban sus palabras y que la simple formulación <strong>del</strong>a acusación debió extender el pánico entre todos <strong>los</strong> altos funcionarios <strong>del</strong> régimen. Este pánicopuede seguir siendo la explicación más plausible a la muerte de Stalin, a las misteriosascircunstancias que la rodearon y a la rápida solidaridad de quienes ocupaban <strong>los</strong> más altos puestos<strong>del</strong> Partido, notoriamente debilitados por las rivalidades y las intrigas, durante <strong>los</strong> primeros mesesde la crisis de sucesión. Por poco que sepamos, sin embargo, de <strong>los</strong> detalles de esta historia, lo queconocemos basta para confirmar mi convicción original de que tales «operaciones destructoras»como la Gran Purga no eran episodios aislados ni excesos <strong>del</strong> régimen provocados porcircunstancias extraordinarias, sino que constituían una institución <strong>del</strong> terror, cuya aparición seesperaba a interva<strong>los</strong> regulares —a menos, desde luego, que cambiara la verdadera naturaleza <strong>del</strong>Régimen.El nuevo elemento más dramático de esta nueva purga, que Stalin planeó en <strong>los</strong> últimos años desu vida, fue un cambio decisivo en la ideología, la introducción de la idea de una conspiraciónmundial judía. Durante años se habían colocado cuidadosamente <strong>los</strong> cimientos de este cambio encierto número de procesos realizados en <strong>los</strong> países satélites —el proceso de Rajk en Hungría, elasunto de Ana Pauker en Rumania y, en 1952, el proceso de Slansky en Checoslovaquia—. En estasmedidas preliminares altos funcionarios <strong>del</strong> Partido fueron singularizados por su procedencia de la«burguesía judía» y acusados de sionismo; esta acusación fue transformada gradualmente parapoder implicar en ella a entidades no sionistas (especialmente al «American Jewish JointDistribution Committee»), con objeto de indicar que todos <strong>los</strong> judíos eran sionistas y todos <strong>los</strong>grupos sionistas «mercenarios <strong>del</strong> imperialismo americano» 32. No significaba, desde luego, nadanuevo en el crimen <strong>del</strong> «sionismo», pero a medida que la campaña progresó y comenzó a centrarseen <strong>los</strong> judíos de la Unión Soviética, se produjo otro cambio significativo: <strong>los</strong> judíos, más que desionismo, eran ahora acusados de «cosmopolitismo», y la trama de las acusaciones surgida de esteslogan siguió aún más de cerca el mo<strong>del</strong>o nazi de una conspiración mundial de <strong>los</strong> judíos en elsentido de <strong>los</strong> Sabios de Sión. Entonces se hizo asombrosamente evidente cuán profunda debíahaber sido la impresión que en Stalin hizo este punto crucial de la ideología nazi —y cuyasprimeras indicaciones se tornaron visibles tras el pacto Hitler-Stalin en parte, en realidad, por suobvio valor propagandístico tanto en Rusia como en todos <strong>los</strong> países satélites, donde estaban muyextendidos <strong>los</strong> sentimientos antijudíos y donde la propaganda antijudía había disfrutado siempre deuna gran popularidad, pero en parte también porque este tipo de ficticia conspiración mundialproporcionaba una justificación ideológicamente más conveniente a las reivindicaciones totalitariasde dominación mundial que las que pudieran dar Wall Street, el capitalismo o el imperialismo. Lafranca y descarada adopción de lo que se había convertido para todo el mundo en el más destacadosímbolo <strong>del</strong> nazismo fue el último cumplido a su difunto colega y rival en la dominación total, conel que, con gran disgusto por su parte, no había sido capaz de establecer un acuerdo duradero.30 ARMSTRONG, op. cit., pp. 235 y ss.31 FAINSOD, op. cit., p. 56.32 ARMSTRONG, op. cit., p. 236.

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