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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 8elevación a la igualdad política, que sintieran como simples repeticiones todos <strong>los</strong> estallidos deviolencia. Además, las catástrofes eran consideradas dentro de la tradición judía en términos demartirologio, que a su vez tenía sus bases históricas en <strong>los</strong> primeros sig<strong>los</strong> de nuestra Era, cuandotanto judíos como cristianos desafiaron la potencia <strong>del</strong> Imperio romano, así como en las condicionesmedievales cuando a <strong>los</strong> judíos les quedaba abierta la alternativa de someterse al bautismo ysalvarse así de la persecución, aunque la causa de la violencia no era religiosa, sino política yeconómica. Esta agrupación de hechos dio pie a una ilusión óptica que han sufrido desde entonceshistoriadores tanto judíos como no judíos. La Historiografía «se ha ocupado hasta ahora más de ladisociación cristiana de <strong>los</strong> judíos que de la inversa» 6 , olvidando el hecho, por otra parte másimportante, de que la disociación judía <strong>del</strong> mundo gentil, y más específicamente <strong>del</strong> entornocristiano, fue de mayor importancia que la inversa para la historia judía por la obvia razón de que laauténtica supervivencia <strong>del</strong> pueblo como entidad identificable dependió de tal separación voluntariay no, como se ha supuesto corrientemente, de la hostilidad de cristianos y no judíos. Sólo en <strong>los</strong>sig<strong>los</strong> XIX y XX, tras la emancipación y con la difusión de la asimilación, desempeñó elantisemitismo un papel en la conservación <strong>del</strong> pueblo, puesto que entonces <strong>los</strong> judíos aspiraban aser admitidos en la sociedad no judía.Aunque <strong>los</strong> sentimientos antijudíos estuvieron extendidos entre las clases cultas de Europadurante el siglo XIX, el antisemitismo como ideología siguió siendo prerrogativa de <strong>los</strong> fanáticosen general y de <strong>los</strong> lunáticos en particular. Incluso <strong>los</strong> dudosos productos de las apologías judías,que nunca convencieron más que a <strong>los</strong> convencidos, eran ejemp<strong>los</strong> destacados de erudición y saberen comparación con lo que <strong>los</strong> enemigos de <strong>los</strong> judíos podían ofrecer en materia de investigaciónhistórica 7 . Cuando, tras el final de la guerra, comencé a clasificar el material para este libro,recogido de fuentes documentales y a veces de excelentes monografías, durante un período de másde diez años, no existía una sola obra que abarcara la cuestión de extremo a extremo y de la quepudiera decirse que cumplía las normas más elementales de erudición histórica. Y la situaciónapenas ha cambiado desde entonces. Esto es tanto más deplorable cuanto que recientemente se hatornado más grande que nunca la necesidad de un tratamiento imparcial y verdadero de la historiajudía. Las evoluciones políticas <strong>del</strong> siglo XX han empujado al pueblo judío al centro de la tormentade acontecimientos; la cuestión judía y el antisemitismo, fenómenos relativamente carentes deimportancia en términos de política mundial, se convirtieron en el agente catalizador, en primerlugar, <strong>del</strong> crecimiento nazi y <strong>del</strong> establecimiento de la estructura organizadora <strong>del</strong> Tercer Reich, enel que cada ciudadano tenía que demostrar que él no era un judío; después, en el de una guerramundial de una ferocidad sin equivalentes, y finalmente, de la aparición <strong>del</strong> crimen sin precedentesde genocidio en medio de la civilización occidental. Me parece obvio que todo esto haya exigido nosólo una lamentación y una denuncia, sino también una comprensión. Este libro es un intento porcomprender lo que en un primer vistazo, e incluso en un segundo, parecía simplemente afrentoso.La comprensión, sin embargo, no significa negar la afrenta, deducir de precedentes lo que no <strong>los</strong>tiene o explicar fenómenos por analogías y generalidades tales que ya no se sientan ni el impacto <strong>del</strong>a realidad ni el choque de la experiencia. Significa, más bien, examinar y soportar conscientementeel fardo que <strong>los</strong> acontecimientos han colocado sobre nosotros —ni negar su existencia ni sometersemansamente a su peso como si todo lo que realmente ha sucedido no pudiera haber sucedido de otramanera—. La comprensión, en suma, es un enfrentamiento impremeditado, atento y resistente, conla realidad —cualquiera que sea o pudiera haber sido ésta.Para esta comprensión, aunque, desde luego, no resulte suficiente, es indispensable una ciertafamiliaridad con la historia judía en la Europa <strong>del</strong> siglo XIX y con el concurrente desarrollo <strong>del</strong>antisemitismo. Los capítu<strong>los</strong> siguientes se refieren sólo a aquel<strong>los</strong> elementos de la historia <strong>del</strong> sigloXIX que realmente figuran entre <strong>los</strong> «orígenes <strong>del</strong> <strong>totalitarismo</strong>». Aún queda por escribir unahistoria que abarque el antisemitismo, tarea que está más allá <strong>del</strong> alcance de este libro. Mientras6 Ibíd., p. 7.7 La única excepción es el historiador antisemita Walter Frank, director <strong>del</strong> Reichsinstitut für Geschichte des NeuenDeutschlands, nazi, y editor de nueve volúmenes de Forschungen zur Judenfrage, 1937-1944. En especial, la propiacontribución de Frank puede ser consultada con provecho.

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