12.07.2015 Views

arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

SHOW MORE
SHOW LESS
  • No tags were found...

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 189publicidad había gloriíicado o limitado y que le había elevado en su veintena por encima de reyes yde primeros ministros porque «él <strong>los</strong> había creado o había jugado con el<strong>los</strong>» 94 , Lawrence regresó acasa con un obsesivo deseo de anonimato y con la profunda convicción de que no llegaría asatisfacerle nada de lo que pudiera hacer con su vida. Dedujo esta conclusión de su perfectoconvencimiento de que no había sido él quien había sido grande, sino el papel que había asumidoeficazmente, que su grandeza había sido un resultado <strong>del</strong> Juego y no un producto de él mismo.Ahora ya no deseaba «volver a ser grande» y estaba resuelto a ser «respetable de nuevo» y así«curado... de cualquier deseo de hacer algo por sí mismo». 95 Había sido el espectro de una fuerza yse convirtió en un espectro entre <strong>los</strong> vivos cuando la fuerza, la función, le fue retirada. Lo quefrenéticamente buscaba era otro papel que desempeñar y éste fue incidentalmente el «juego» sobreel que George Bernard Shaw inquirió tan amable como inadvertidamente, como si hablara de otrosiglo, no comprendiendo por qué un hombre de logros semejantes no quería reconocer<strong>los</strong> 96 . Sólootro papel, otra función, serían lo suficientemente fuertes como para impedir que él mismo y elmundo identificaran a Lawrence con sus hazañas en Arabia, como para sustituir su antiguapersonalidad por una nueva. No quería convertirse en «Lawrence de Arabia» dado que,fundamentalmente, no deseaba obtener una nueva personalidad tras haber perdido la antigua. Sugrandeza estribaba en que era suficientemente apasionado como para rehusar un compromiso baratoy caminos fáciles hacia la realidad y la respetabilidad, en que jamás perdió su conciencia de quehabía sido sólo una función y que había desempeñado un papel y que por eso «no debía beneficiarseen manera alguna de lo que había hecho en Arabia. Rehusó <strong>los</strong> honores que había ganado. Rechazó<strong>los</strong> puestos que le ofrecieron por obra de su fama y tampoco permitió explotar sus éxitosescribiendo una sola cuartilla periodística pagada bajo el nombre de Lawrence» 97 .La historia de T. E. Lawrence, en su amargura y en su grandeza conmovedoras, no fue,sencillamente, la historia de un funcionario pagado o de un espía contratado, sino precisamente lade un agente o funcionario auténtico, de alguien que realmente creyó haber penetrado —o que habíasido empujado— en la corriente de la necesidad histórica y que se convirtió en un funcionario oagente de las fuerzas secretas que dominan al mundo. «He empujado mi carretilla a favor de lacorriente eterna y así fue más deprisa que las que fueron empujadas a través de la corriente o contrala corriente. No creí, finalmente, en el movimiento árabe, pero creo que fue necesario en sumomento y en su lugar» 98 . De la misma manera que Cromer había dominado a Egipto en pro de laIndia, o Rhodes a Sudáfrica en pro de una ulterior expansión, Lawrence había actuado en pro de unafinalidad ulterior e imprevisible. La única satisfacción que pudo extraer de todo ello, careciendo <strong>del</strong>a tranquila buena conciencia de algún limitado logro, procedio <strong>del</strong> sentido <strong>del</strong> funcionamiento en símismo, de ser abarcado e impulsado por un gran movimiento. De regreso a Londres y desesperado,trataría de hallar un sustituto a este tipo de «autosatisfacción». y «sólo lo conseguiría en la cálidavelocidad de una motocicleta» 99 . Aunque Lawrence no fue captado por el fanatismo de unaideología de movimiento, probablemente porque estaba demasiado bien instruido para lassupersticiones de su época, había experimentado ya esa fascinación basada en el abandono de todaposible responsabilidad humana que ejerce la eterna corriente y su eterno fluir. Se sumió en ella ynada quedó en él sino alguna inexplicable decencia y un orgullo por haber «empujado de la forma94 LAWRENCE escribió en 1929: «Cualquiera que se haya remontado tan rápidamente como yo... y que haya vistotanto <strong>del</strong> interior de la cumbre <strong>del</strong> mundo puede muy bien perder sus aspiraciones y cansarse de <strong>los</strong> motivos ordinariospara la acción que le impulsaron hasta que llegó a la cumbre. Yo no fui rey ni primer ministro, pero hice reyes yprimeros ministros y jugué con el<strong>los</strong>, y después, en aquella dirección, no me restó mucho más que hacer.» (Letters, p.653.)95 Ibid., pp. 244, 447, 450. Compárese especialmente la carta de 1918 (p. 244) con las dos cartas a George BernardShaw (p. 447) de 1923 y 1928 (p. 616).96 George Bernard Shaw, al preguntar a Lawrence en 1928: «¿Cuál es realmente su pasatiempo?», señaló que su papelen el Ejército o su búsqueda de un empleo como vigilante nocturno (para el que podía conseguir «buenas referencias»)no eran auténticos.97 GARNETT, op. cit., p. 264.98 Letters, en 1930, p. 693.99 Ibíd., en 1928, p. 456.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!