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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 256y un régimen unipartidista. Dictaduras similares no totalitarias surgieron en la Rumania de lapreguerra, en Polonia, <strong>los</strong> Estados bálticos, Hungría, Portugal y la España de Franco. Los nazis, queposeían un infalible instinto para advertir semejantes diferencias, acostumbraban a comentardesdeñosamente las imperfecciones de sus aliados fascistas, mientras que su genuina admiraciónpor el régimen bolchevique de Rusia (y el partido comunista en Alemania) sólo admitía parangón yera equilibrada por su desprecio a las razas de Europa oriental 12 . El único hombre por quien Hitlersentía un «incalificado respeto» era «Stalin, el genio» 13 , y aunque en el caso de Stalin y <strong>del</strong> régimenruso no poseemos (y presumiblemente jamás poseeremos) el rico material documental de quedisponemos en el caso de Alemania, sabemos, sin embargo, desde el discurso de Kruschev ante elXX Congreso <strong>del</strong> Partido, que Stalin confiaba únicamente en un hombre y que este hombre eraHitler 14 .El hecho es que en todos estos pequeños países europeos las dictaduras no totalitarias fueronprecedidas por movimientos totalitarios, de forma tal que pareció como si el <strong>totalitarismo</strong> fuera unobjetivo demasiado ambicioso que, aunque había servido bastante bien para organizar las masashasta que el movimiento se apoderara <strong>del</strong> poder, el tamaño absoluto <strong>del</strong> país había forzado alposible jefe totalitario de las masas a marcos más familiares de dictaduras de clase o de partido. Laverdad es que sencillamente estos países no controlaban suficiente material humano para permitirbolchevique. Véase la obra de E. KOHN-BRAMSTEDT, Dictatorships and Political Police: The Technique of Controlby Fear, Londres, 1945, pp. 51 y sigs.12 Los teóricos de la política nazi declararon siempre con énfasis que el «‘Estado ético’ de Mussolini y el ‘Estadoideológico’ de Hitler (Weltanschauungstaat) no pueden ser mencionados conjuntamente» (GOTTFRIED NEESSE,«Die verfassungsrechtliche Gestaltung der Einpartei», en Zeitschrift für die gesamte Staatwissenschaft, 1938, tomo 98).Goebbels, sobre la diferencia entre el fascismo y el nacionalsocialismo: « [El fascismo] no es... en absoluto como elnacionalsocialismo. Mientras que éste penetra hasta las raíces, el fascismo es sólo algo superficial» (The GoebbelsDiaries 19421943, ed. por Louis Loechner, Nueva York, 1948, p. 71). «[El Duce] no es un revolucionario como elFührer o como Stalin. Se halla tan ligado a su propio pueblo italiano, que carece de las amplias cualidades de unrevolucionario y de un agitador mundial» (ibíd., p. 468).Himmler expresó la misma opinión en un discurso pronunciado en 1943 en una reunión de jefes militares: «Elfascismo y el nacionalsocialismo son dos cosas fundamentalmente diferentes...; no existe en absoluto comparaciónposible entre el fascismo y el nacionalsocialismo como movimientos espirituales e ideológicos.» Véase KOHN-BRAMSTEDT, op. cit., apéndice A.En <strong>los</strong> primeros años de la década de <strong>los</strong> 20, Hitler reconoció la afinidad entre <strong>los</strong> movimientos nazi y comunista:«En nuestro movimiento se unen <strong>los</strong> dos extremos: <strong>los</strong> comunistas de la izquierda y <strong>los</strong> oficiales y <strong>los</strong> estudiantes de laderecha. Estos dos han sido siempre <strong>los</strong> elementos más activos... Los comunistas eran <strong>los</strong> idealistas <strong>del</strong> socialismo...»Véase HEIDEN, op. cit., p. 147. Röhm, el jefe de las SA, sólo repetía una opinión corriente cuando afirmó al final de ladécada de <strong>los</strong> 20: «Hay muchas cosas entre nosotros y <strong>los</strong> comunistas, pero nosotros respetamos la sinceridad de suconvicción y su voluntad de sacrificarse por su propia causa, y esto nos une con el<strong>los</strong>» (ERNST RÖHM, Die Geschichteeines Hochverräters, 1933, edición popular, página 273).Durante la última guerra <strong>los</strong> nazis se mostraron más dispuestos a reconocer como sus iguales a <strong>los</strong> rusos que acualquier otra nación. Hitler, en mayo de 1943 y ante una reunión de Reichsleiters y Gauleiters, «comenzó con el hechode que en esta guerra se están enfrentando entre sí la burguesía y <strong>los</strong> Estados revolucionarios. Nos ha resultado fácilderribar a <strong>los</strong> Estados burgueses porque eran completamente inferiores a nosotros en su preparación y en su actitud. Lospaíses con una ideología son superiores a <strong>los</strong> Estados burgueses... [En el Este] nos enfrentamos con un adversario al quetambién alienta una ideología, aunque sea equivocada...» (Goebbels Diaries, p. 355). Esta estimación se hallaba basadaen consideraciones no militares, sino ideológicas. GOTTFRIED NEESSE, Partei und Staat, 1936, dio la versión oficialde la lucha de <strong>los</strong> movimientos por el poder cuando escribió: «Para nosotros el frente unido <strong>del</strong> sistema se extiendedesde el Partido Popular Nacional Alemán (es decir, la extrema derecha) a <strong>los</strong> socialdemócratas. El partido comunistaera un enemigo fuera <strong>del</strong> sistema. Por eso, durante <strong>los</strong> primeros meses de 1933, cuando el destino <strong>del</strong> sistema estaba yasellado, todavía nos quedaba por librar una batalla decisiva contra el partido comunista» (p. 76).13 Hitlers Tischgespräche, p. 113. Allí encontramos también numerosos ejemp<strong>los</strong> que atestiguan, contra ciertas leyendasde la posguerra, que Hitler nunca trató de defender a «Occidente» contra el bolchevismo, sino que siempre estuvodispuesto a unirse a «<strong>los</strong> rojos» para la destrucción de Occidente, aun a mitad de la lucha contra la Rusia soviética.Véanse especialmente pp. 95, 108 113 y sigs., 158 y 385.14 Ahora sabemos que Stalin fue repetidas veces advertido de la inminencia <strong>del</strong> ataque de Hitler a la Unión Soviética.Incluso cuando el agregado militár soviético en Berlín le informó <strong>del</strong> día <strong>del</strong> ataque nazi, Stalin se negó a creer queHitler violaría el Pacto. (Véase el «Discurso sobre Stalin», de KRUSCHEV, texto proporcionado por el Departamentode Estado, The New York Times, 5 de junio de 1956.)

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