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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 295son <strong>los</strong> pasajeros éxitos demagógicos <strong>los</strong> que ganan a las masas, sino la visible realidad y el poderde una «organización viva» 56 . Las brillantes dotes de Hitler como orador de masas no le ganaron suposición en el movimiento, sino que más bien equivocaron a sus oponentes, que llegaron asubestimarle como simple demagogo, y Stalin fue capaz de derrotar al mayor orador de larevolución rusa 57 . Lo que distingue a <strong>los</strong> líderes y dictadores totalitarios es más bien la singularplenitud de propósitos con la que escogen aquel<strong>los</strong> elementos de las ideologías existentes que másaptos resultan para convertirse en <strong>los</strong> fundamentos de otro mundo enteramente ficticio. La ficciónde <strong>los</strong> «Protoco<strong>los</strong>» era tan adecuada como la ficción de la conspiración trotskysta, porque ambascontenían un elemento de plausibilidad —la influencia no pública de <strong>los</strong> judíos en el pasado; lalucha por el poder entre Trotsky y Stalin— <strong>del</strong> que ni siquiera podía prescindir con seguridad elmundo ficticio <strong>del</strong> <strong>totalitarismo</strong>. Su arte consistió en utilizarlo, y al mismo tiempo, en superar <strong>los</strong>elementos de la realidad, de las experiencias comprobables, dentro de la ficción elegida, y engeneralizarlo en regiones que entonces quedan cerradas a todo posible control de la experienciaindividual. Con semejantes generalizaciones, la propaganda totalitaria establece un mundo apto paracompetir con el real, cuyo principal inconveniente es que no es lógico, consecuente ni organizado.La consistencia de la ficción y la exactitud de la organización hacen eventualmente posible a lageneralización sobrevivir a la exp<strong>los</strong>ión de mentiras más específicas: el poder de <strong>los</strong> judíos tras suirremediable matanza, la siniestra conspiración global de <strong>los</strong> trotskystas después de su liquidaciónen la Rusia soviética y tras el asesinato de Trotsky.La tozudez con la que <strong>los</strong> dictadores totalitarios se aferran a sus mentiras originales frente alabsurdo es más que una supersticiosa gratitud a su truco, y que, al menos en el caso de Stalin, nopuede ser explicada por la psicología <strong>del</strong> mentiroso, cuyo mismo éxito acaba por convertirle en laúltima víctima de su mentira. Una vez que estos slogans propagandísticos quedan integrados en una«organización viva», no pueden ser eliminados con seguridad sin quebrantar toda la estructura. Lapresunción de una conspiración mundial judía fue transformada por la propaganda totalitaria,pasando de ser una cuestión objetiva y discutible a elemento principal de la realidad nazi; lo ciertoes que <strong>los</strong> nazis actuaban como si el mundo estuviera dominado por <strong>los</strong> judíos y precisara de unacontraconspiración para defenderse a sí mismo. Para el<strong>los</strong> el racismo ya no era una discutible teoríade dudoso valor científico, sino que estaba siendo realizado cada día en el funcionamientojerárquico de una organización política en cuyo marco hubiera resultado muy «irrealista» ponerloen duda. De forma similar, el bolchevismo ya no necesita vencer en una discusión acerca de lalucha de clases, el internacionalismo y la dependencia incondicional <strong>del</strong> bienestar <strong>del</strong> proletariado<strong>del</strong> bienestar de la Unión Soviética; el funcionamiento de la organización de la Komintern es másconvincente de lo que pueda ser cualquier argumento o una simple ideología.La razón fundamental de la superioridad de la propaganda totalitaria sobre la propaganda de <strong>los</strong>otros partidos y movimientos es que su contenido, en cualquier caso para <strong>los</strong> miembros <strong>del</strong>movimiento, ya no es un tema objetivo sobre el que la gente pueda formular opiniones, sino que seha convertido dentro de sus vidas en un elemento tan real e intocable como las reglas de laaritmética. La organización de todo el entramado vital según una ideología sólo puede ser llevada acabo bajo un régimen totalitario. En la Alemania nazi, poner en tela de juicio la validez <strong>del</strong> racismoy <strong>del</strong> antisemitismo cuando nada importaba más que el origen racial, cuando una carrera dependía56 HADAMOVSKY, op. cit., passim. El término está tomado de Mein Kampf, de HITLER (libro II, cap. XI), donde la«organización viva» de un movimiento se contrasta con el «mecanismo muerto» de un partido burocrático.57 Sería un grave error interpretar a <strong>los</strong> dirigentes totalitarios en términos de la categoría de «jefatura carismática» deMax Weber. Véase «The Nazi Party», de HANS GERTH, en American Journal of Sociology, 1940, vol. XLV. (Unerror similar es también defecto de la biografía de HEIDEN, op. cit.) Gerth describe a Hitler como el jefe carismático deun partido burocrático. Solamente esto, en su opinión, explica el hecho de que «por flagrantemente que hayancontradicho las acciones a las palabras, nada podría quebrantar la organización firmemente disciplinaria». (Cabeseñalar, incidentalmente, que esta contradicción es mucho más característica de Stalin, que «siempre se cuidó de decirlo opuesto de lo que hacía y de hacer lo opuesto de lo que decía». SOUVARINE, op. cit., p. 431.)Para el origen de este error véase «Zur Soziologie der Gegenwart», de ALFRED VON MARTIN, en Zeitschrift fürKulturgeschichte, tomo 27, y «Die Gesetzmässigkeit der Verwaltung im Führerstaat», de ARNOLD KOETTGEN, enReichsverwaltungsblatt, 1936; ambos caracterizan el Estado nazi como una burocracia con jefatura carismática.

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