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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 282Erzberger); en vez de ello, matando a pequeños funcionarios socialistas o a miembros influyentesde <strong>los</strong> partidos adversarios, trataron de demostrar a la población <strong>los</strong> peligros que implicaba la meraafiliación a esos partidos. Este tipo de terror masivo, que todavía operaba en una escalacomparativamente pequeña, aumentó firmemente porque ni la Policía ni <strong>los</strong> tribunales persiguieronseriamente a <strong>los</strong> <strong>del</strong>incuentes políticos de la llamada derecha. Resultaba valioso como lo que unautor nazi definió como «propaganda <strong>del</strong> poder» 8 : advertía a la población en general que resultabamás seguro ser miembro de una organización paramilitar nazi que un republicano leal. Estaimpresión se vio considerablemente reforzada por el empleo específico que <strong>los</strong> nazis hicieron de suscrímenes políticos. Siempre <strong>los</strong> reconocieron públicamente; jamás <strong>los</strong> disculparon como «excesosde <strong>los</strong> escalones inferiores» (semejantes disculpas eran utilizadas solamente por <strong>los</strong> simpatizantesde <strong>los</strong> nazis) e impresionaron a la población por mostrarse muy diferentes de <strong>los</strong> «ociososparlanchines» de <strong>los</strong> otros partidos.Las semejanzas entre este tipo de terror y el simple gangsterismo son demasiado obvias comopara que valga la pena señalarlas. Esto no significa que el nazismo fuese gangsterismo, como aveces se ha deducido, sino sólo que <strong>los</strong> nazis, sin reconocerlo, aprendieron tanto de lasorganizaciones gangsteriles americanas como su propaganda, reconocidamente, aprendió de lapublicidad comercial americana.Más específico en la propaganda totalitaria que las amenazas directas y <strong>los</strong> crímenes contraindividuos es, sin embargo, el uso de las alusiones indirectas, veladas y amenazadoras, contraaquel<strong>los</strong> que no atendían a sus enseñanzas y, más tarde, contra quienes no prestaban atención a <strong>los</strong>crímenes en masa, indiferenciadamente cometidos contra «culpables» e «inocentes». La propagandacomunista amenazaba al pueblo con perder el tren de la Historia, con permanecerdesesperanzadamente retrasado con respecto a su tiempo, con gastar sus vidas inútilmente, de lamisma manera que el pueblo era amenazado por <strong>los</strong> nazis con vivir contra las leyes eternas de lanaturaleza y de la vida, con una irreparable y misteriosa deterioración de su sangre. El fuerte énfasisde la propaganda totalitaria en la naturaleza «científica» de sus afirmaciones ha sido comparado conciertas técnicas publicitarias que también se dirigen a las masas. Y es cierto que las columnaspublicitarias de cada periódico denotan ese «cientifismo» por el que un fabricante demuestra conhechos y cifras, con ayuda de un departamento de «investigación», que el suyo es el «mejordetergente <strong>del</strong> mundo» 9 . También es cierto que existe un cierto elemento de violencia en lasexageraciones imaginativas de <strong>los</strong> publicitarios, que tras la afirmación de que las muchachas que noutilizan esa marca específica de detergente pueden pasar inadvertidas por la vida y no conseguir unmarido, alienta el salvaje sueño de un monopolio, el sueño de que algún día el fabricante <strong>del</strong> «únicodetergente que impide que las muchachas pasen indavertidas» pueda tener el poder de privar demarido a todas las muchachas que no utilicen su detergente. En estos ejemp<strong>los</strong> de publicidadcomercial y de propaganda comercial, la ciencia es solamente un sustituto <strong>del</strong> poder. La obsesión de<strong>los</strong> movimientos totalitarios por las pruebas «científicas» cesa sólo cuando llegan al poder. Losnazis prescindieron incluso de aquel<strong>los</strong> investigadores que estaban dispuestos a servirles, y <strong>los</strong>bolcheviques emplearon la reputación de sus hombres de ciencia con fines enteramenteanticientíficos y les obligaron a desempeñar el papel de charlatanes.Pero sólo existen estas semejanzas, frecuentemente sobreestimadas, entre la publicidad masiva yla propaganda de masas. Habitualmente, <strong>los</strong> hombres de negocios no se presentan como profetas yno demuestran constantemente la precisión de sus previsiones. El cientifismo de la propagandatotalitaria se halla caracterizado por su insistencia casi exclusiva en la profecía científica,8EUGEN HADAMOVSKY, op. cit., destaca en la literatura sobre la propaganda totalitaria. Sin declararloexplícitamente, Hadamovsky ofrece una inteligente y reveladora explicación pro nazi, de la propia exposición de Hitlersobre el tema, en «Propaganda y Organización», en el libro II, cap. XI, de Mein Kampf (2 vols. primera ediciónalemana, 1925 y 1927, respectivamente. Traducción completa, Nueva York, 1939). Véase también Die PolitischePropaganda der NSDAP im Kampf um die Macht, de F. A. Six, 1936, pp. 21 y ss.9 El análisis de Hitler de la «propaganda bélica» (Mein Kampf, libro 1, cap. VI) recalca el ángulo comercial de lapropaganda y utiliza el ejemplo de la publicidad de jabones. Su importancia ha sido generalmente sobreestimada,mientras que se pasaron por alto sus posteriores ideas positivas en «Propaganda y Organización».

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