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arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 172El desarraigo es una característica de todas las organizaciones raciales. Lo que <strong>los</strong>«movimientos» europeos deseaban conscientemente, la transformación <strong>del</strong> pueblo en una horda,puede ser contemplado como experiencia de laboratorio en el primero y triste intento de <strong>los</strong> boers.Mientras que el desraizamiento como objetivo consciente estaba primariamente basado en el odiohacia un mundo que no tenía lugar para <strong>los</strong> hombres «superfluos», de forma tal que su destrucciónse convertía en un supremo objetivo político, el desraizamiento de <strong>los</strong> boers fue resultado natural <strong>del</strong>a primitiva emancipación <strong>del</strong> trabajo y de la completa ausencia de un mundo construido por elhombre. La misma sorprendente semejanza prevalece entre <strong>los</strong> «movimientos» y la interpretaciónde la «elegibilidad» de <strong>los</strong> boers. Pero en tanto que la elegibilidad de <strong>los</strong> movimientospangermanistas, pan-eslavos o polaco-mesiánicos era un instrumento más o menos consciente dedominación, la perversión <strong>del</strong> cristianismo de <strong>los</strong> boers se hallaba sólidamente afirmada en unahorrible realidad en la que <strong>los</strong> «hombres blancos» miserables eran adorados como divinidades por«hombres negros» igualmente infortunados. Viviendo en un entorno ante el que carecían de poderpara transformarlo en un mundo civilizado no podían descubrir valor más elevado que el<strong>los</strong>mismos. La realidad, sin embargo, es que, tanto si el racismo aparece como resultado natural de unacatástrofe o como instrumento consciente para originarla, se encuentra siempre estrechamenteligado al desprecio por el trabajo, al odio a las limitaciones territoriales, al desraizamiento general ya una activa fe en la propia elegibilidad divina.La primitiva dominación británica en África <strong>del</strong> Sur, con sus misioneros, soldados yexploradores, no comprendió que las actitudes de <strong>los</strong> boers tenían alguna base en la realidad. Losbritánicos no entendieron que la absoluta supremacía europea —en la que al fin y al cabo el<strong>los</strong>estaban tan interesados como <strong>los</strong> boers— difícilmente podía mantenerse si no era mediante elracismo, porque el asentamiento permanente europeo resultaba desesperanzadoramente superado ennúmero 29 ; se horrorizaron de que «<strong>los</strong> europeos que se instalaban en África actuaran como <strong>los</strong>mismos salvajes porque esa fuera la costumbre <strong>del</strong> país» 30 , y a sus sencillas mentalidades utilitariasles pareció locura sacrificar la productividad y el beneficio al mundo fantasmal de <strong>los</strong> diosesblancos dominando sobre sombras negras. Solo con la instalación de ingleses y de otros europeosdurante la fiebre <strong>del</strong> oro se ajustaron gradualmente a una población que no podía sentirse atraída avolver a la civilización europea aunque fuera por <strong>los</strong> motivos <strong>del</strong> beneficio, que había perdidocontacto con <strong>los</strong> incentivos inferiores <strong>del</strong> hombre europeo al apartarse de sus motivos superiores,porque ambos perdían su significado y atractivo en una sociedad donde nadie desea lograr nada ydonde cualquiera se convierte en dios.2. ORO Y RAZALos campos diamantíferos de Kimberley y las minas de oro <strong>del</strong> Witwatersrand resultaronhallarse en este mundo fantasmal de la raza y «una tierra que había visto pasar barco tras barcocargado de emigrantes hacia Nueva Zelanda y Australia sin reparar en ella veía ahora a <strong>los</strong> hombresdesparramarse por sus desembarcaderos y correr hacia las minas <strong>del</strong> interior <strong>del</strong> país. La mayoríaeran ingleses, pero entre el<strong>los</strong> había más de un puñado de individuos de Riga y Kiev, de Hamburgoy Francfort, de Rotterdam y San Francisco» 31 . Todos el<strong>los</strong> pertenecían a «una clase de personas queprefieren la aventura y la especulación a la industria instalada y que no trabajan bien dentro <strong>del</strong>arnés de la vida corriente... [Allí había] buscadores de América y de Australia, especuladoresalemanes, comerciantes, dueños de garitos, jugadores profesionales, abogados..., ex oficiales <strong>del</strong>Ejército y de la Marina, segundones de las buenas familias..., una muchedumbre maravil<strong>los</strong>amenteabigarrada cuyo dinero fluía como agua de la sorprendente productividad de la mina». Se les29 En 1939, la población total de la Unión Sudafricana era de 9.500.000, de <strong>los</strong> que 7.000.000 eran nativos, y 2.500.000,europeos. De estos últimos, más de 1.250.000 eran boers; una tercera parte, británicos, y unos 100.000, judíos. VéaseNORMAN BENTWICH, op. cit.30 J. A. FROUDE, op. cit., p. 375.31 KIEWIET, op. cit., p. 119.

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