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arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 311que sucede es científicamente previsible según las leyes de la Naturaleza o de la Economía, laorganización totalitaria añade la posición de un hombre que ha monopolizado este conocimiento ycuya cualidad principal es que él «tenía siempre razón y siempre tendría razón» 106 . Para unmiembro de un movimiento totalitario, este conocimiento nada tiene que ver con la verdad, y eltener razón nada tiene que ver con la objetiva veracidad de las declaraciones <strong>del</strong> jefe, que no puedenser desmentidas por <strong>los</strong> hechos, sino sólo por sus futuros éxitos o fracasos. El jefe siempre tienerazón en sus acciones, y como éstas se hallan proyectadas para <strong>los</strong> próximos sig<strong>los</strong>, la pruebadefinitiva de lo que hace queda desplazada más allá de la experiencia de sus contemporáneos 107 .El único grupo <strong>del</strong> que se supone que cree leal y textualmente en las palabras <strong>del</strong> jefe es el de <strong>los</strong>simpatizantes, cuya confianza rodea al movimiento con una atmósfera de honradez y de candidez yayuda al jefe a cumplir la mitad de su tarea, es decir, a inspirar confianza en el movimiento. Losmiembros <strong>del</strong> partido nunca creen en las declaraciones públicas, ni se supone que han de creer enellas, pero se sienten halagados por la propaganda totalitaria como poseedores de una inteligenciasuperior que, aparentemente les distingue <strong>del</strong> mundo exterior no totalitario, el cual, a su vez, sóloconoce la anormal credulidad de <strong>los</strong> simpatizantes. Sólo <strong>los</strong> simpatizantes de <strong>los</strong> nazis creyeron enHitler cuando formuló su famoso juramento de legalidad ante el Tribunal Supremo de la Repúblicade Weimar; <strong>los</strong> miembros <strong>del</strong> movimiento sabían muy bien que mentía y confiaron en él más queantes porque, aparentemente, fue capaz de engañar a la opinión pública y a las autoridades. Cuandoen años posteriores Hitler repitió su acción ante todo el mundo al jurar acerca de sus buenasintenciones y al mismo tiempo preparaba aún más abiertamente sus crímenes, la admiración de <strong>los</strong>afiliados nazis fue, naturalmente, ilimitada. De forma semejante, sólo <strong>los</strong> compañeros de viaje de<strong>los</strong> bolcheviques creyeron en la disolución de la Komintern y sólo las masas no organizadas <strong>del</strong>pueblo ruso y <strong>los</strong> compañeros de viaje <strong>del</strong> exterior dieron crédito a las declaracionesprodemocráticas de Stalin durante la guerra. A <strong>los</strong> miembros <strong>del</strong> Partido Bolchevique se les advirtióexplícitamente que no se dejaran engañar por maniobras tácticas y se les pidió que admiraran laastucia de su jefe al traicionar a sus aliados 108 .Sin la división organizativa <strong>del</strong> movimiento en formaciones de élite, afiliados y simpatizantes,las mentiras <strong>del</strong> jefe no operarían. La graduación <strong>del</strong> cinismo expresada en una jerarquía dedesprecio es al menos tan necesaria frente a la constante refutación como la simple credulidad. Elhecho es que <strong>los</strong> simpatizantes, en las organizaciones frontales, desprecian la completa falta deiniciación de sus conciudadanos; <strong>los</strong> miembros <strong>del</strong> partido desprecian la credulidad de <strong>los</strong>compañeros de viaje y su falta de radicalismo; las formaciones de élite desprecian, por razonessimilares, a <strong>los</strong> afiliados al partido, y, dentro de las formaciones de élite, una jerarquía similar dedesprecio acompaña a cada nueva formación y evolución 109 . El resultado de este sistema es que lacredulidad de <strong>los</strong> simpatizantes hace a las mentiras creíbles al mundo exterior, mientras que, almismo tiempo, el graduado cinismo de <strong>los</strong> afiliados y de las formaciones de élite eliminan el peligrode que el jefe se vea forzado por el peso de su propia propaganda a hacer realidad sus propiasdeclaraciones y su fingida respetabilidad. Uno de <strong>los</strong> principales obstácu<strong>los</strong> con <strong>los</strong> que hatropezado el mundo al tratar con <strong>los</strong> sistemas totalitarios ha sido el haber ignorado este sistema ypor ello confiado en que, por una parte, la verdadera enormidad de las mentiras totalitariasconstituiría su ruina y que, por otra, sería posible tomar al jefe su palabra y obligarle a cumplirla,fueran cuales hubiesen sido sus intenciones originales. Desgraciadamente, el sistema totalitario estáinmunizado contra tales consecuencias normales; su ingeniosidad descansa precisamente en la106 Rudolf Hess, en una emisión de 1934. Nazi Conspiracy, I, p. 193.107 WERNER BEST, op. cit., explicó: «Si la voluntad <strong>del</strong> Gobierno establece las reglas “justas”..., ya no es una cuestiónde ley, sino una cuestión de destino. Por sus auténticos abusos... será más seguramente castigado ante la Historia por elmismo destino con infortunios, derrocamiento y ruina, en razón de la violencia de las «leyes de la vida», que ante elTribunal Supremo de Justicia.» Cita de Nazi Conspiracy, IV, p. 490.108 Véase KRAVCHENKO, op. cit., p. 422. «Ningún comunista verdaderamente adoctrinado cree que el partido está‘mintiendo’ por profesar una política en público y otra completamente opuesta en privado.»109 El nacionalsocialista desprecia a su conciudadano alemán; el hombre de las SA, a <strong>los</strong> demás nacionalsocialistas; elhombre de las SS, al hombre de las SA» (HEIDEN, op. cit., p. 308).

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