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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 176tercer factor en la alianza entre el capital y el populacho; en buen grado establecieron elfuncionamiento de la alianza; manejaron la afluencia de capital y su inversión en las minas de oro yen <strong>los</strong> campos diamantíferos y pronto se tornaron más conspicuos que cualesquiera otros.El hecho de su origen judío añadió un indefinible y simbólico sabor al papel de <strong>los</strong> financieros—un aroma de desraizamiento esencial—, y así sirvieron para introducir un elemento de misteriotanto como para simbolizar a todo el asunto. Cabe añadir a esto sus conexiones internacionales, que,naturalmente, estimularon las quimeras relativas al poder político de <strong>los</strong> judíos en todo el mundo.Resulta muy comprensible que todas las fantásticas nociones relativas a un secreto poder judíointernacional —nociones que originalmente habían sido resultado de la intimidad <strong>del</strong> capitalbancario judío con la esfera económica estatal— se tornaron aquí aún más violentas que en elcontinente europeo. Y, además, por vez primera se vieron arrastrados al centro de una sociedadracial y casi automáticamente fueron distinguidos por <strong>los</strong> boers de todos <strong>los</strong> demás pueb<strong>los</strong>«blancos» por su especial odio, no sólo como representantes de toda la empresa, sino como una«raza» diferente, la encarnación <strong>del</strong> principio diabólico introducido en el mundo normal de <strong>los</strong>«negros» y de <strong>los</strong> «blancos». Este odio resultaba tanto más violento cuanto que era parcialmentedeterminado por la sospecha de que <strong>los</strong> judíos, con su propia, antigua y más auténticareivindicación, serían más difíciles de convencer que cualquiera de la reivindicación de laelegibilidad de <strong>los</strong> boers. Mientras que el cristianismo simplemente negaba el principio como tal, eljudaísmo parecía un reto directo y rival. Largo tiempo antes de que <strong>los</strong> nazis edificaranconscientemente un movimiento antisemita en África <strong>del</strong> Sur, el tema racial había invadido elconflicto entre <strong>los</strong> uitlanders y <strong>los</strong> boers bajo la forma <strong>del</strong> antisemitismo 46 . Y resulta tanto másnotable cuanto que la importancia de <strong>los</strong> judíos en la economía sudafricana <strong>del</strong> oro y <strong>los</strong> diamantesno sobrevivió a <strong>los</strong> comienzos <strong>del</strong> siglo XX.Tan pronto como las industrias <strong>del</strong> oro y de <strong>los</strong> diamantes alcanzaron la fase imperialista dedesarrollo en la que <strong>los</strong> accionistas ausentes exigen una protección política de sus Gobiernos,resultó que <strong>los</strong> judíos no podían mantener su importante posición económica. Carecían de unGobierno al que dirigirse, y su posición en la sociedad sudafricana se hallaba tan insegura que parael<strong>los</strong> estaba en juego algo más que la simple disminución de su influencia. Podían preservar suseguridad económica y su establecimiento permanente en Sudáfrica, que necesitaban más quecualquier otro grupo de uitlanders, sólo si lograban algún status en la sociedad —lo que en estecaso significaba la admisión en <strong>los</strong> exclusivos clubs británicos—. Se vieron obligados a negociar suinfluencia a cambio de la posición de un caballero, como Cecil Rhodes explicó muy brutalmentecuando compró su ingreso en el Barnato Diamond Club, tras haber fusionado la De Beers Companycon la Compañía de Alfred Beit 47 . Pero estos judíos podían ofrecer algo más que un simple podereconómico; gracias a el<strong>los</strong>, Cecil Rhodes, tan recién llegado y tan aventurero como el<strong>los</strong>, fuefinalmente aceptado por las más respetables casas bancarias de Inglaterra, con las que <strong>los</strong>financieros judíos, después de todo, tenían mejores relaciones que cualquier otro 48 . «Ni uno solo de<strong>los</strong> Bancos ingleses hubiera prestado un solo chelín con la garantía de las acciones auríferas. Pero lailimitada confianza de estos hombres de <strong>los</strong> diamantes de Kimberley operó como un imán sobre suscorreligionarios de Inglaterra» 49 .La fiebre <strong>del</strong> oro se convirtió en una empresa declaradamente imperialista sólo después de queCecil Rhodes desahuciara a <strong>los</strong> judíos, tomara en su propia mano la política inversionista deInglaterra y llegara a ser la figura central de El Cabo. El 75 por 100 de <strong>los</strong> dividendos pagados a <strong>los</strong>orientaron hacia la industria pesquera: la caza de focas, la de ballenas (hermanos De Pass), y la cría de avestruces(familia Mosenthal). Más tarde se vieron casi forzados a consagrarse a las industrias diamantíferas de Kimberley,donde, sin embargo, jamás alcanzaron el nivel de Barnato y de Beit.46 ERNST SCHULTZE, «Die Judenfrage in Süd-Afrika», en Der Weitkampf, ocIubre de 1938, vol. XV, n.º 178.47 Barnato vendió sus acciones a Rhodes para lograr ser admitido en el Kimberley Club. «Esta no es una simpletransacción económica», se cuenta que Rhodes dijo a Barnato. «Tengo intención de convertirle en un caballero.»Barnato disfrutó de su vida de caballero durante ocho años y después se suicidó. Véase MIILLIN, op. cit., pp. 14 y 85.48 «El camino de un judío [en este caso. Alfred Beit, de Hamburgo] a otro es fácil. Rhodes fue a Inglaterra para ver alord Rothschild y éste le dio su aprobación» (ibíd.).49 EMDEN, op. cit.,

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