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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 123olvidando, en otras palabras, la diferencia entre exportación de pueblo (británico) y exportación dedinero (británico) 24 , <strong>los</strong> historiadores trataron de desechar la enojosa realidad de que tantosimportantes acontecimientos de la historia moderna parezcan como si una acumulación de topinerashubiera dado lugar a unas montañas.Los historiadores contemporáneos, enfrentados con el espectáculo de unos pocos capitalistas quedirigían en todo el globo una búsqueda rapaz de nuevas posibilidades de inversión y que apelaban aldeseo de beneficio de <strong>los</strong> demasiado ricos y a <strong>los</strong> instintos de juego de <strong>los</strong> demasiado pobres,deseaban vestir al imperialismo como la antigua grandeza de Roma y de Alejandro Magno, unagrandeza que habría hecho más humanamente tolerables todos <strong>los</strong> acontecimientos subsiguientes.La disparidad entre causa y efecto queda traicionada en la famosa, y desgraciadamente verdadera,observación, según la cual el Imperio británico fue logrado en un momento de distracción; se tornócruelmente obvia en nuestro tiempo cuando se precisó de una guerra mundial para desembarazarsede Hitler, lo cual resultó vergonzoso precisamente porque también era cómico. Algo similar fue yaevidente durante el affaire Dreyfus cuando <strong>los</strong> mejores elementos de la nación necesitaron libraruna lucha que comenzó como una grotesca conspiración y acabó en farsa.La única grandeza <strong>del</strong> imperialismo descansa en la batalla perdida que contra él libró la nación.La tragedia de esta oposición a medias consistió en que <strong>los</strong> empresarios imperialistas no pudierancomprar a muchos representantes nacionales; peor que la corrupción fue el hecho de que <strong>los</strong>incorruptibles se hallaran .convencidos de que el imperialismo era la única forma de realizar unapolítica mundial. Como las estaciones marítimas y el acceso a las materias primas eran realmentenecesarias para todas las naciones, llegaron a creer que la anexión y la expansión obraban en favorde la salvación de la nación. Fueron <strong>los</strong> primeros en no comprender la diferencia fundamental entrela antigua fundación de estaciones comerciales y marítimas en beneficio <strong>del</strong> comercio y la nuevapolítica de expansión. Creyeron a Cecil Rhodes cuando les dijo que había que «despertar al hechode que no se puede vivir a menos de que se posea el comercio <strong>del</strong> mundo», «que tu comercio es elmundo y que tu vida es el mundo, no Inglaterra», y que por eso «debían de abordar esas cuestionesde expansión y de retención <strong>del</strong> mundo» 25 . Sin desearlo, a veces incluso sin saberlo, no sólo setornaron cómplices de la política imperialista, sino que fueron <strong>los</strong> primeros en ser censurados yacusados por su «imperialismo». Tal fue el caso de Clemenceau, que, como estaba tandesesperadamente preocupado por el futuro de la nación francesa, se hizo «imperialista» con laesperanza de que la mano de obra colonial protegería a <strong>los</strong> franceses contra <strong>los</strong> agresores.La conciencia de la nación, representada por un Parlamento y por una prensa libre, funcionaba, yera objeto de agravio para <strong>los</strong> administradores coloniales —en todos <strong>los</strong> países europeos conposesiones coloniales—, tanto si se trataba de Inglaterra como de Francia, Bélgica, Alemania uHolanda. En Inglaterra, en orden a distinguir entre gobierno imperial, con sede en Londres ycontrolado por el Parlamento, y <strong>los</strong> administradores coloniales, esta influencia fue denominada el«factor imperial», acreditando por ello al imperialismo con <strong>los</strong> méritos y vestigios de la justicia quetan ansiosamente trataba de eliminar 26 . El «factor imperial» fue expresado políticamente en ella «Commonwelth» fue J. A. HOBSON. Pero la diferencia esencial fue siempre bien conocida. El principio de «libertadcolonial», tan caro a todos <strong>los</strong> políticos liberales británicos después de la revolución americana, fue considerado válidosólo en tanto la colonia estuviera «formada por personas británicas o... por tal mezcla con la población británica queresultara seguro la introducción de instituciones representativas». Véase ROBERT LIVINGSTON SCHUYLER, op.cit., pp. 236 y ss.En el siglo XIX tenemos que distinguir tres tipos de posesiones de ultramar dentro <strong>del</strong> Imperio británico; <strong>los</strong>asentamientos de plantaciones o de colonias, como Australia y otros Dominios; las estaciones comerciales y lasposesiones como la India, y las estaciones marítimas y <strong>los</strong> enclaves militares como El Cabo de Buena Esperanza,mantenidos en beneficio de las anteriores. Durante la era <strong>del</strong> imperialismo todas estas posesiones experimentaron uncambio en su gobierno y en su significación política.24 ERNEST BAKER, op. cit.25 MILLIN, op. cit., p. 175.26 El origen de esta denominación equívoca se halla probablemente en la Historia de la dominación británica en África<strong>del</strong> Sur y se remonta a la época en que <strong>los</strong> gobernadores locales, Cecil Rhodes y Jameson, implicaron al «Gobiernoimperial» de Londres y contra la voluntad de éste, en la guerra contra <strong>los</strong> boers. «En realidad, Rhodes, o más bienJameson, eran dueños absolutos de un territorio tres veces mayor que Inglaterra, que podía ser administrado ‘sin esperar

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