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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 98judíos 24 . Lo que resultaba más sorprendente era que todos estos judíos que trabajaban en tan íntimarelación con la maquinaria <strong>del</strong> Estado eran unos recién llegados. Hasta el establecimiento de la IIIRepública, la administración de las finanzas <strong>del</strong> Estado había estado prácticamente monopolizadapor <strong>los</strong> Rothschild. Un intento de sus rivales, <strong>los</strong> hermanos Péreire, para arrebatarles parte de esaadministración, estableciendo el Crédit Mobilier, concluyó en un compromiso. Y en 1882, el grupode <strong>los</strong> Rothschild todavía era suficientemente poderoso como para provocar la bancarrota de laUnión Générale católica, cuyo verdadero objetivo había sido arruinar a <strong>los</strong> banqueros judíos 25 .Inmediatamente después de la conclusión <strong>del</strong> tratado de paz de 1871, cuyas estipulacionesfinancieras fueron negociadas por parte de Francia por <strong>los</strong> Rothschild, y por parte alemana porBleichroeder, ex agente de la casa, <strong>los</strong> Rothschild se embarcaron en una política sin precedentes: semanifestaron abiertamente en favor de la Monarquía y en contra de la República 26 . Lo que resultabanuevo no era esta tendencia monárquica, sino el hecho de que, por vez primera, un importante poderfinanciero judío se alzara en oposición contra el régimen <strong>del</strong> momento. Hasta entonces, <strong>los</strong>Rothschild se habían acomodado a cualquier sistema político que estuviera en el poder. Parecía, poreso, que la República era la primera forma de gobierno que no tenía realmente nada que ofrecerles.Tanto la influencia política como el status social de <strong>los</strong> judíos se habían debido durante sig<strong>los</strong> alhecho de que constituían un cerrado grupo que trabajaba directamente al servicio <strong>del</strong> Estado y sehallaba directamente protegido por éste en razón de las tareas especiales que realizaba. La íntima einmediata relación con la maquinaria <strong>del</strong> Gobierno sólo era posible mientras que el Estadopermaneciera a distancia <strong>del</strong> pueblo, mientras las clases dirigentes siguieran mostrándoseindiferentes a estas actividades financieras. En tales circunstancias, <strong>los</strong> judíos eran, desde el puntode vista <strong>del</strong> Estado, el elemento más seguro de la sociedad, porque realmente no pertenecían a ella.El sistema parlamentario permitió a la burguesía liberal ganar el control de la maquinaria <strong>del</strong>Estado. Pero <strong>los</strong> judíos jamás habían pertenecido a esta burguesía, y por eso eran mirados con unano injustificable suspicacia. El régimen ya no necesitaba a <strong>los</strong> judíos como antes, dado que ahoraera posible lograr, a través <strong>del</strong> Parlamento, una expansión financiera que superara <strong>los</strong> más audacessueños de <strong>los</strong> antiguos monarcas, más o menos absolutos o constitucionales. De esta manera, lasprincipales casas judías se esfumaron gradualmente de la escena de las finanzas políticas y sedesplazaron a <strong>los</strong> salones más o menos antisemitas de la aristocracia, para soñar así con lafinanciación de movimientos reaccionarios destinados a restaurar <strong>los</strong> antiguos y buenos tiempos 27 .Mientras tanto, empero, otros círcu<strong>los</strong> judíos, recién llegados entre <strong>los</strong> plutócratas judíos,empezaban a tomar parte creciente en la vida comercial de la III República. Lo que <strong>los</strong> Rothschildcasi olvidaron y lo que estuvo casi a punto de costarles su poder fue el simple hecho de que, una vezque retiraron, aunque fuese momentáneamente, sus intereses activos en un régimen, inmediatamenteperdieron su influencia no sólo en <strong>los</strong> círcu<strong>los</strong> gubernamentales, sino entre <strong>los</strong> judíos. Losinmigrantes judíos fueron <strong>los</strong> primeros en advertir su oportunidad 28 . Comprendieron muy bien quela República, tal como se había desarrollado, no era la secuela lógica de un alzamiento <strong>del</strong> pueblounido. De la matanza de <strong>los</strong> 20.000 communards de la derrota militar y <strong>del</strong> colapso económico, lo24 Véase LEVAILLANT, «La Genèse de l'antisémitisme sous la troisième République», en Revue des études juives, vol.LIII (1907), p. 97.25 Véase BERNARD LAZARE, Contre L'Antisémitisme: Histoire d'une polémique, París, 1896.26 Por lo que se refiere a la oomplicidad de la gran Banoa con el movimiento orleanista, véase G. CHARENSOL, op.cit. Uno de <strong>los</strong> portavoces de este poderoso grupo era Arthur Meyer, editor de Le Gaulois. Judío bautizado, Meyerpertenecía al sector más violento de <strong>los</strong> antidreyfusards. Véase CLEMENCEAU, «Le spectacle du jour», en L'Iniquité,1899; véanse también las anotaciones en el diario de Hohenlohe, en HERZOG, op. cit., con fecha 11 de junio de 1898.27 Sobre las inclinaciones al bonapartismo, véase FRANK, op. cit., p. 419, basadas en documentas no publicadosobtenidos de <strong>los</strong> archivos <strong>del</strong> Ministerio alemán de Asuntos Exteriores.28 Jacques Reinach había nacido en Alemania, recibió una baronía italiana y se nacionalizó en Francia. Cornélius Herzhabía nacido en Francia, era hijo de padres bávaros. Emigró a América en su primera juventud y allí adquirió laciudadanía y amasó una fortuna. Para más detalles, véase BROGAN, op. cit., pp. 268 y ss. Característico de la forma enque <strong>los</strong> judíos nativos desaparecieron de <strong>los</strong> cargos públicos es el hecho de que tan pronto como comenzaron a ir mal<strong>los</strong> asuntos de la Compañía de Panamá, Lévy-Crémieux, su consejero financiero originario, fue sustituido por Reinach;véase BROGAN, op. cit., libro VI, capítulo 2.

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